viernes, 27 de noviembre de 2015

La camiseta más mimada

Una cosa es el amor a la camiseta y otra es que la camiseta te ame. Una camiseta que te ama es una que crece con vos. Que envejece con vos y que -ella lo sabe, vos no-, seguramente aspire a morirse a tu lado.
Todos tenemos una camiseta que nos ama y una camiseta a la que amamos. El tema es que la camiseta que te ama sufre en silencio su amor nunca correspondido. Un amor privado, demasiado íntimo. Intrínseco. Un amor de piyama -que lindo es vivir en piyama, todo es mejor en piyama, escribió la poeta de Villa Crespo. La camiseta de usos múltiples y amores estereotipados responde a la trillada pasión futbolera.
Y cuando ese amor se sublima, la otra camiseta, la que crece sigilosa junto a nosotros, la que resiste nuestra fatigada existencia, la que te acompaña no bien llegás a casa, la que te llueve por el cuerpo (porque una cosa es ponerse una camiseta y otra, muy distinta, es que te llueva). Esa camiseta que nos ama y nos persigue como un perrito faldero, la que se duerme con vos, esa camiseta que ponés en la valija ante la posibilidad de estar lejos del hogar, esa triste T-Shirt que puede tener escote en “v” o escote redondo, esa camiseta jamás fue debidamente reconocida ni apoyada por nuestros líderes. Nunca hemos cantado por ella. No nos hemos matado por ella. No la lloramos. Pobre y sufrida camiseta que ni siquiera siente el calor de la plancha y que día tras día es un bollo en las fronteras de nuestros placares. Esa sufrida camiseta que llegó a nuestros cuerpos para hacernos sentir ni más ni menos que cómodos. Esa camiseta.

Hernán Firpo

hfirpo@clarin.com

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