sábado, 24 de septiembre de 2011

EL EXTRAÑO

Unos cuantos años después de que yo naciera, mi padre conoció a un extraño, recién llegado a nuestra pequeña población. Desde el principio, mi padre quedó fascinado con este encantador personaje, y enseguida lo invitó a que viviera con nuestra familia.
El extraño aceptó y desde entonces ha estado con nosotros.
Mientras yo crecía, nunca pregunté su lugar en mi familia; en mi mente joven ya tenía un lugar muy especial.
Mis padres eran instructores complementarios:

Mi mamá me enseñó lo que era bueno y lo que era malo y mi papá me enseñó a obedecer.

Pero el extraño era nuestro narrador.
Nos mantenía hechizados por horas con aventuras, misterios y comedias.
El siempre tenía respuestas para cualquier cosa que quisiéramos saber de política, historia o ciencia.

¡Conocía todo lo del pasado, del presente y hasta podía predecir el futuro!

Llevó a mi familia al primer partido de fútbol.

Me hacia reír, y me hacía llorar.

El extraño nunca paraba de hablar, pero a mi padre no le importaba.

A veces, mi mamá se levantaba temprano y callada, mientras que el resto de nosotros estábamos pendientes para escuchar lo que tenía que decir, pero ella se iba a la cocina para tener paz y tranquilidad. (Ahora me pregunto si ella habrá rogado alguna vez, para que el extraño se fuera.)
Mi padre dirigió nuestro hogar con ciertas convicciones morales, pero el extraño nunca se sentía obligado para honrarlas. Las blasfemias, las malas palabras, por ejemplo, no se permitían en nuestra  casa… Ni por parte de nosotros, ni de nuestros amigos o de cualquiera que nos visitase. Sin embargo, nuestro visitante de largo plazo, lograba sin problemas usar su lenguaje inapropiado que a veces quemaba mis oídos y que hacia que papá se retorciera y mi madre se ruborizara.
Mi papá nunca nos dio permiso para tomar alcohol. Pero el extraño nos animó a intentarlo y a hacerlo regularmente.
Hizo que los cigarrillos parecieran frescos e inofensivos, y que los cigarros y las pipas se vieran distinguidas.

Hablaba libremente (quizás demasiado) sobre sexo.
Sus comentarios eran a veces evidentes, otras sugestivos, y generalmente vergonzosos.
Ahora sé que mis conceptos sobre relaciones fueron influenciados fuertemente durante mi adolescencia por el extraño.

Repetidas veces lo criticaron, mas nunca hizo caso a los valores de mis padres, aun así, permaneció en nuestro hogar.
Han pasado más de cincuenta años desde que el extraño se mudó con nuestra familia.Desde entonces ha cambiado mucho; ya no es tan fascinante como era al principio.

No obstante, si hoy usted pudiera entrar en la guarida de mis padres, todavía lo encontraría sentado en su esquina, esperando por si alguien quiere escuchar sus charlas o dedicar su tiempo libre a hacerle compañía...
¿Su nombre?
Nosotros lo llamamos
Televisor...

Nota
:
Se requiere que este artículo sea leído en cada hogar .

¡Ahora tiene una esposa que se llama
Computadora
y un hijo que se llama
Celular!

Autor Anónimo

viernes, 23 de septiembre de 2011

¿Apareciste, Roberto!

- ¡Apareciste, Roberto¡ ¡Tres días sin dar señales de vida! Tu ausencia nos preocupó.

- Disculpen, pero estuve ocupado. No podía venir.

- ¿Problemas en casa?

- No, Juan… Estuve pegado a la “compu”.

- Roberto, se te ve decaído. De salud… ¿estás bien?

- Sí, Miguel. De salud estoy bien. El problema es anímico…

- ¡Pero, dejate de joder! ¡A tu edad, con problemas anímicos!

- Te aseguro que de salud estoy bien. Los análisis dieron valores normales y ya terminé la primera etapa de reparación del “comedor”.

- ¿Entonces qué te tiene tan preocupado?

- A ver si me entienden… Estaba esperando un correo electrónico que nunca llegó.

- ¿El mail que esperabas era muy importante?

- No sé, Juan. En realidad nunca dijeron que me enviarían un mail.

- Roberto, se te enfría el café. ¿Te alcanzo las medialunas? ¿De grasa o de manteca?

- De grasa, Miguel. ¡Gracias!

- Jugaría algo a que estás con un lío de polleras. ¿Acerté?

- ¡No, Juan! No es un entrevero de esa índole.

- ¿Entonces, Roberto? Contá… ¿O desconfiás de nosotros? ¿No somos amigos?

- Es que me ilusioné con la recepción de un mail y cada media hora revisaba la bandeja de entradas para ver si llegaba. Parecía un enfermo… Estaba obsesionado. Todo en vano.

- Pero, Roberto, dijistes que no te prometieron el correo. ¿Cómo sabías que te escribirían?

- Sólo me preguntaron si abría el mail.

- ¡Ya sé! ¡Un jaker! ¿El antivirus está actualizado?

- ¡Déjense de joder! Es una compañera de estudios.

- ¡Viste que es un problema de polleras!

- Roberto, te recuerdo que tuvistes flor de lío con la paraguaya…

- ¡No era paraguaya! ¡Era correntina!

- Da lo mismo. Te usó, te sacó dinero, te mintió y así como llegó, desapareció.

- Además, cuando estuvistes internado, no fue capaz de ir a verte ni unos minutos…

- Y eso que le dijimos que habías sacado boleto de ida solamente.

- Escuchen, muchachos. Es una mujer seria. Sufrió mucho en la vida y se merece…

- ¡Claro! ¡Se merece estar a tu lado! Vos siempre te preocupás por los demás…

- ¡Paren un poco! No les miento. Ahora, cambiemos de tema… ¡Por favor!

Eduardo R. Dutchen

domingo, 11 de septiembre de 2011

Una Charla de Café

Un día de julio de 2011, cumpliendo el rito habitual, presté atención a la “Carta de lectores” del diario Clarín. La enviaba Norberto Véspoli y la tituló “¿Cómo vivimos con $ 40 diarios?”

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(SIC)

A pesar de mis años, tengo 70, nunca dejo de admirar la destreza y la facilidad de palabra que ostentan los abogados, los políticos y ciertos funcionarios, que con su oratoria logran convencer a las multitudes.

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Seguramente tuvieron excelentes profesores en lengua y literatura en sus tiempos de estudio. Además, tienen que haber sido muy buenos educandos, de esos que no poseen faltas de ortografía y que sobresalen en redacción.

Conmigo, en el boliche, está don José Zapata de 72 años, que tiene un juicio ganado hace tres años, por actualización de su jubilación, pero que todavía no tiene fecha de cobro. ¿Será porque su apellido comienza con “Z”?

También está don Luis, retirado militar, de la fuerza aérea. El estuvo dirigiendo la construcción de la base Marambio, en la Antártida. También se ocupó de la construcción de la base aérea en las Islas Malvinas. Es el mejor vestido de todos nosotros. Hasta lleva un pañuelo de seda verde alrededor del cuello. Siempre se pide un capuchino, mientras nosotros degustamos un cafecito. Sus historias las contó tantas veces que ya sabemos cómo colocar las planchas de aluminio para confeccionar las pistas de aterrizaje. El chimichurri para adobar el lechón ya lo sabemos de memoria. Pero hoy está comentando el cuarto asalto que sufre en una salidera bancaria. Eran dos “motochorros” que, de alguna manera, se enteraron de su extracción bancaria.

Finalmente, cierra el cuarteto de la mesa de café, don Carlos. El vive solo, hace poco quedó viudo. Sus dos hijos emigraron del hogar cuando se casaron. Ellos lo visitan de vez en cuando. Dice que quería hacer un asado para el domingo, pero no le alcanzaba el dinero. Entonces, de bronca, se gastó cuarenta pesos en verduritas para hacer una sopa, la que le alcanzará para dos o tres días.

Hoy, yo aporté poco en la charla de la mesa de café. Hace como cuatro años que nos juntamos casi todas las tardes. Estaba imbuído en cuestiones políticas, se aproximan las elecciones, sociales ¿por qué vetaron el 82% para las jubilaciones? y económicas, ¡cobro 1200 pesos por mes!

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(SIC)

Pero para mí, la que se lleva los laureles es nuestra Presidenta, [ella es abogada] quien con sus palabras sencillas y de fácil comprensión logra convencerme de que estamos en el mejor de los mundos [posibles].

Cada vez que la escucho me doy cuenta de que en el país no hay inflación, no existe la inseguridad, no hay miseria ni indigencia y que en el Banco Central y en la ANSeS sobran los billetes. [¡Seguramente será por su buena administración!]

Verdaderamente, me quejo de lleno. Lo único que me faltaría es que, con su locuacidad tan avasalladora y persuasiva, me diera alguna “receta mágica” explicándome ¡cómo [mierda] debo hacer, para vivir con cuarenta pesos por día! Este jubilado, [como tantos otros,] se lo [agradeceríamos aneternamente].

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¡Cómo me gustaría un día, poder pagar la ronda de café de la mesa!

Eduardo Roberto Dutchen

edutchen@gmail.com

Alberto, un buen hijo

Un monólogo telefónico. Mayo/2011.

Un homenaje a un padre “X”.

ALBERTO, UN BUEN HIJO

¡Hola!... ¿Don Natalio?...

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¿Cómo le va?... ¡Tanto tiempo!…

……………………………………

Bueno… ¡Me alegro que le vaya muy bien!...

Disculpe usted, si lo molesto… A esta hora.

Pero recién me autorizaron

A realizar esta llamada.

¡Que tenga usted un muy buen día!...

Y… ¡Feliz día del padre!, Don Natalio.

………………………………………..

Bueno… ¡Gracias!... ¡Gracias!...

Es usted muy considerado conmigo.

Y… ¿Su señora? ¿Bien?...

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¡Gracias a Dios! ¿Y su hija?…

¿Mi nuera, con el embarazo?

Va a ser primeriza…

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¡Qué alegría que me da!

¡Hace tanto que no la veo!...

Yo quería pedirle un pequeño favor…

Que usted lo abrace al Alberto

Y le dé un beso de mi parte…

Sucede que yo no puedo hacerlo…

No me permiten salir solo…

Lo esperé todo el día…

Pero el Alberto no vino…

……………………………………………

…¿Cómo? ¿Qué estuvo todo el día

Renegando para arrancar el auto?...

Bueno… Dígale que estoy bien

Y que lo quiero mucho…

Don Natalio… Disculpe si lo molesté…

También, dígale que estoy contento…

Que hoy hicimos una fiestita

Con los otros cuatro muchachos…

Nos dieron locro y empanadas

¡Y hasta una torta tuvimos!

Celebramos el Día del Padre… ¿Sabe?

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No… Nosotros solos, no… Bueno…

Con Agustina, la cocinera…

La enfermera tenía franco.

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Sí… Sí… ¡Estoy bien!... ¡Gracias!

Bueno… ¡Chau!...

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¡Muchas gracias!

¡Que todo siga bien!...

Cuideme al Alberto… ¡Es un buen muchacho!...

El único que tuvimos con la finada Sofía.

Lo dejo porque ya son las diez de la noche

Y en el geriátrico van a apagar la luz…

¡Adiós! ¡Hasta la próxima!

ERD

edutchen@gmail.com