La preocupación de los norcoreanos no es la guerra: es conseguir comida
POR DAVID BRUNAT
En medio de las amenazas de ataques con misiles, la población piensa en acceder a los alimentos, que escasean.
Misil. Un vehículo militar norcoreano, en una foto de abril de 2012, frente a un retrato del líder Kim Il Sung. /AP
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DANDONG, CHINA. ESPECIAL - 09/04/13 – CLARIN
A los norcoreanos les fastidia que por culpa del estado de guerra los mercados locales estuvieran semanas cerrados. “La gente no sólo se queja de las dificultades que implica no disponer de un almacén abierto, también están agotados. El período de movilización dura ya más de un mes”, confirmó una fuente anónima al Diario de Corea del Norte, un portal de noticias gestionado por norcoreanos exiliados en el Sur que tiene una extensa red de informadores secretos en el país de Kim Jong-un.
Ese es el principal pensamiento diario de los norcoreanos: la comida.
Ni la guerra, ni la invasión norteamericana, ni el peligro nuclear. A los 23 millones de personas que viven en el país más hermético del mundo les preocupa acceder a los alimentos de manera regular, y en base a ello giran sus relaciones sociales, laborales, y su obediencia a las leyes, al gobierno y a los soldados. Cualquier cosa para no perder lo poco que tienen. De esto se habla en la localidad china de Dandong, en la frontera con Norcorea.
“Los norcoreanos tienen la impresión de que mientras ellos no pueden vestirse o comer en condiciones, todo el dinero se gasta en el ejército. Hay gente que muere de hambre y ellos lo malgastan en maniobras militares”. Quien dice esto es Hwang, una mujer de 30 años que escapó del Norte en 2009. “Durante la hambruna sufrida entre 1994 y 1998 pensé que íbamos a mejorar como otros países, pero no hay muchas diferencias 15 años después, así que decidí que ya no había esperanza ni futuro allí”, contó a periodistas en Seúl.
Los norcoreanos entrevistados por este diario en Corea del Sur meses atrás coincidieron en la pobreza en la que vivían como motivo de su exilio. Todos eran jóvenes procedentes del campo, donde las condiciones de vida son extremadamente duras. Casi nadie escapa dePyongyang, una ciudad en desarrollo donde sólo los más cercanos al régimen tienen el privilegio de residir. Caer en desgracia dentro del Partido o cometer un desliz puede suponer ser enviado al campo, exiliado, en un camión.
A pesar del estado de paranoia, la República de Pyongyang, así llamada por su muy elevado nivel de vida respecto al resto del país, acoge a universitarios, ingenieros informáticos y trabajadores calificados. Proliferan las empresas tercerizadas para compañías chinas y europeas, que sacan provecho de la mano de obra barata y relativamente bien formada. “La diferencia respecto a cinco años atrás es enorme. Antes no veías un solo auto, ahora hay cientos”, relata un periodista chino que frecuenta el país.
La dictadura divide a sus ciudadanos en tres castas: los leales (tienen derecho a vivir en Pyongyang, a los mejores empleos, educación y asistencia médica), los vacilantes (pequeños comerciantes o intelectuales, muy vigilados por el régimen) y los hostiles (descendientes de los colaboradores con Japón durante la ocupación, ex comunistas, exiliados a Corea del Sur o críticos del régimen). Pero lo que tal vez diferencia a Norcorea de otras dictaduras actuales es el absoluto Estado del Terror, el miedo perpetuo a ser enviado a un campo de reeducación del que nunca se sabe si se podrá salir con vida.
“Kim Jong-un estudió en Suiza, por eso se le suponen conocimientos y un pensamiento fresco. Pero en el año que lleva como líder no hemos visto un cambio respecto a su padre. Estos últimos incidentes implicarán una gran traba para el desarrollo de la economía”, indica Cheng Xiaohe, profesor de la Universidad del Pueblo de Beijing.
Mientras, miles de norcoreanos siguen viendo telenovelas surcoreanas a escondidas, gracias a los DVD llegados ilegalmente de China.
Apenas un puñado de privilegiados tiene celular, y menos aún acceso a Internet. Los bailes en grupo en la calle y las charlas en la comunidad de residencia son casi los únicos momentos de esparcimiento. La TV, que apenas emite propaganda y discursos oficiales, es rara vez un entretenimiento. La población escucha y acude a las manifestaciones oficiales como autómatas, sin mayor interés que no levantar sospechas por anticomunistas. Por TV supieron ayer que el régimen sacará a sus 54.000 trabajadores del complejo fronterizo de Kaesong, una decisión que agrava aún más la crisis diplomática con el vecino del Sur.
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