POR MARCELO A. MORENO – Clarin
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21/04/13 – Clarin
Juan XIII transparentaba bonhomía. Pero, que se sepa, Francisco es el primer Papa con sentido del humor. En estos días le envió una carta a los obispos argentinos del plenario de la Conferencia Episcopal, reunión en la que no está presente por primera vez en 15 años, donde dice: “Van líneas de saludo y también para excusarme por no poder asistir debido a ‘compromisos asumidos hace poco’ (¿Suena bien?)”.
Pero no por eso deja de oficiar sin ninguna timidez de jefe de la Iglesia. No deja de hacerlo desde el minuto en que fue entronizado, con multiplicidad de gestos -zapatos viejos, nada de estola, una sencilla cruz- e instrucciones muy precisas. “Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro. Es verdad también que a una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que salga a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente queprefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma ”. Algo así como a arremangarse, muchachos, a salir a patear la calle, a evangelizar.
Su precisión resulta quirúrgica cuando describe la sintomatología: “La enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial; mirarse a sí misma, estar encorvada sobre sí misma, como aquella mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado.” Y concluye: “Que el Señor nos libre de maquillar nuestro episcopado con los oropeles de la mundanidad y del ‘clericalismo de mercado’.” Fuerte, justo y a la mandíbula, ¿no?
Pero este hombre que no olvida, como muchos auguraron, sus lazos con su país, también se hizo un tiempo para responderle, a través del subsecretario de Estado del Vaticano, monseñor Camilleri, a Hebe de Bonafini, que le había escrito para manifestarle estar “sorprendida” al enterarse “de su entrega y trabajo en las villas” (se ve que ella no las recorre con la frecuencia con que lo hacía Bergoglio).
Bonafini mantiene una antigua y muy beligerante relación con la Iglesia, pródiga en insultos y hasta sacrilegios. Pero el Papa, a través de un funcionario, le contesta. Como a la doctora de Kirchner, en el Vaticano, le puso la otra mejilla.
Con un cuadro así y como van las cosas, ¿qué tal si lo pedimos a préstamo?
La idea es bastante desvariada pero tampoco vivimos en la República de la Racionalidad -apenas nos va quedando República y con el sojuzgamiento del Poder Judicial, menos todavía-. Y si un tipo puede liderar a 1.200 millones de católicos en todo el mundo, sin duda puede timonear a 40 y pico de millones de argentinos un par de meses.
Ojo: ninguna cosa destituyente ni nada que se le parezca, todo sigue igual, con los mismos plazos electorales, la misma composición de las Cámaras, sólo cambia el Ejecutivo.
A Ella la mandamos, con tratamiento descontracturante, de paseo de compras por Nueva York, París, Viena y Milán. La enviamos, incluso, con Boudou para que la alegre con su cancionero. Y contratamos a Bergoglio de, digamos, gerente general.
Imagínense el país que tendríamos en dos meses de socialcristianismo a rajatabla con un elenco gobernante austero hasta la castidad, infierno para el que meta la mano en la lata, mucho, pero mucho diálogo con todo el mundo, conciliación para todas y todos, lucha pero en serio contra la pobreza y buen humor a raudales.
Un país pipí cucú. Encima, con la recontra publicidad del Papa gobernando instalamos la marca Argentina hasta en Malawi. Y sobre la legitimidad, cualquier reclamo al Espíritu Santo que por algo lo eligió.
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