POR MARCELO CANTELMI – Clarin
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31/03/13 – Clarin
El pataleo sobre el abismo del régimen norcoreano no empezó ahora. Ha sido un clásico en la etapa que gobernó el padre del actual dictador el joven Kim Jong-un, cuando el más pobre país de la península lograba acceso a una primitiva tecnología nuclear. De aquellos años fue la crisis con el primer gobierno de George Bush quien, apenas llegado a la Casa Blanca, le anunció a un desolado mandatario surcoreano, Kim Dae-jung, que suspendía el plan “sunrise” que había autorizado su predecesor Bill Clinton. Se trataba de un ambicioso programa de asistencia con alimentos y energía que iba de Seúl a Pyongyang y congelaba el conflicto. El moderado mandatario del rico sur coreano sabia lo que sobrevendría: una serie de estropicios y amenazas por parte del norte, impotente sin esa ayuda para alimentar a una población en la miseria y con un ejército inmenso y costoso. Pero al presidente Kim no lo inquietaban sólo los arrebatos de los primos imprevisibles del norte, sino el respaldo que recibían del coloso chino sin importar la locura del paso que dieran. Hoy, casi trece años después, Norcorea no ha variado su retórica contra Occidente, pero descubrió que el largo brazo chino se ha recogido. ¿Con quién es esta batalla, entonces, que enciende de rojo los titulares de todo el mundo? Los especialistas saben que Pyongyang carece de una misilística capaz de alcanzar las costas de EE.UU. y menos con armamento nuclear. El poderío de ese extravagante régimen es su arsenal convencional que podría causar un daño extraordinario a Corea del Sur y al vecino Japón. Pero sería sólo una vez y luego, el final.
Este pataleo tiene un blanco más cercano. Reacciona a un ahogo que comenzó luego de la tercera prueba nuclear dispuesta por Pyongyang en febrero pasado. En esos días que Beijing se enteró del test por los diarios, las autoridades chinas advirtieron a cuatro instituciones financieras norcoreanas con inversiones en el gigante asiático que serían penalizadas. Fue poco antes de que China avalara las sanciones en la ONU contra el régimen de Kim. Una semana atrás, The New York Times detalló un duro debate en el principal comité del PC Chino que asesora al gobierno. “Los delegados, según un alto oficial del comité, Qiu Yuanping, aludieron a deshacerse de Norcorea y discutieron si valía la pena hablar o pelear con ellos”. Kim a sus 30 años se enfrenta con el ocaso y, en la caída, hace lo único que aprendió: amenazar con la batalla. El drama será que si esto acaba sin contención, un aluvión de millones de desesperados inundará Corea del Sur, colapsando su desarrollo. Es el peor espectro que dejó sin voz a aquel otro Kim del Sur tras el amargo portazo de Bush.
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