POR JORGE CASTRO ANALISTA-Clarin
ETIQUETAS24/02/13-Clarin
China invierte US$ 250.000 millones por año en la formación de su capital humano. El resultado es que gradúa 8 millones de universitarios al año, cuatro veces más que en 2000, y lo hace en 2.409 universidades y colegios terciarios, el doble que hace una década.
Significa que en 2020 tendrá 195 millones de graduados universitarios, que treparán a 270 millones en 2030 –más que la fuerza de trabajo actual de EE.UU.– y representarán a 20% de la población.
La República Popular tiene 1.340 millones de habitantes, que destinan 30% de su ahorro a la educación de sus hijos y se hacen cargo prácticamente de la totalidad de los gastos de su educación universitaria. Es un fenómeno que no muestra diferencias entre los distintos segmentos sociales, aunque la nueva clase media (400 millones de personas, que serán 700 millones en 2030) usualmente reserva un porcentaje aún mayor para la formación universitaria de la siguiente generación.
La tasa de ahorro doméstica asciende a 40% del PBI, la más elevada del planeta.
Además, hay 194.000 estudiantes y graduados en las universidades norteamericanas, el triple que en 1997; y 3/4 partes lo hacen en ciencias duras y escuelas de negocios, entre ellas MIT y Harvard Business School. Este número récord no es una excepción.
En los últimos 30 años, la República Popular ha enviado 2,5 millones de estudiantes a formarse en el exterior, 2/3 en EE.UU.
Los trabajadores con grado universitario son 3 veces más productivos que los que se han limitado a la educación primaria (9 años de duración) y el porcentaje en los que han logrado un nivel secundario es 1,8 veces superior. Los estudiantes universitarios eran 3,4 millones en 1998 y cuatro años después habían aumentado 165%. El número de los que estudiaban afuera había trepado 152%.
Entre 2000 y 2004, el número de matriculados aumentó 50%.
La OCDE prevé que el 100% de los jóvenes chinos habrá completado en 2030 la escuela secundaria y 50% se incorporaría a la universidad.
Una inversión semejante implica un agregado de 6 puntos porcentuales en la tasa de crecimiento anual. El crecimiento chino adelanta el futuro. En la franja de jóvenes de entre 25 y 34 años de edad que han completado la universidad, 18% son chinos y los norteamericanos 14%.
Lo más importante de la inversión china en capital humano no es su número, sino su significado estratégico.
Muestra que el crecimiento no responde primordialmente a la acumulación física de capital. Por eso, no tiende a disminuir debido a la menor tasa de retorno provocada por el incremento de la “composición orgánica” (auge del capital fijo sobre el capital variable /fondo salarial).
Al contrario, como la economía se expande por el alza de la productividad de la totalidad de los factores (PTF), consecuencia de la calificación sistemática de su fuerza de trabajo, revierte la tendencia a la caída estructural de la tasa de ganancia.
De ahí que, el PBI, en vez de declinar, tienda a elevarse en el transcurso del tiempo.
Las universidades chinas ocupan el sexto lugar entre las 500 principales del sistema mundial. Entre ellas, hay 25 que aspiran a competir (esto es, a asemejarse) con las integrantes de la elite estadounidense.
Lo hacen por sus recursos, sus profesores (muchos de EE.UU. y Europa) y la exigencia excepcional a sus cursantes. Esta convergencia con la más avanzada alta educación en el mundo podría producirse en 20/25 años. El test PISA de la OCDE otorgó el primer puesto en 2009 a los jóvenes de 15 años de Shanghai entre 65 países, por encima de estadounidenses, alemanes y japoneses. Dijo la OCDE: “Si lograron hacerlo en Shanghai en 2009, están en condiciones de realizarlo en 10 ciudades en 2019, y en 50 diez años después”.
Una apreciación ajustada de las posibilidades de China exige ir más allá de las categorías de optimismo o pesimismo.
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