domingo, 10 de enero de 2016

Sabiduría rea del “tío piola”

Sabiduría rea del “tío piola”

Pasiones argentinas.Berto González Montaner

Un buzo a un lado, la medida de tres pasos; y otro, del otro. Con esta misma operación unos metros más allá, terminábamos de definir la cancha. Un ritual de todos los domingos a la mañana, antes de la raviolada. Preferentemente el destino era la Riccheri, alguna pradera libre en los Bosques de Ezeiza. O también los de Palermo. Uno de mis tíos solterones, el que tenía onda Isidoro Cañones (el otro era otra cosa: artista) nos pasaba a buscar por casa y nos llevaba a jugar al fútbol. En auto: primero un Siam Di Tella con un perrito en la luneta trasera que con el andar del auto movía la cabeza, y luego un cancherísimo Peugeout 404 amarillo.
Nos comprimíamos como en lata de sardinas, los cuatro hermanos mayores y alguno que otro vecino. Pan queso, pan queso (el último que pisaba el pie del otro, elegía primero a quienes serían sus compañeros), botines Sacachispas, se armaban los dos equipos y a jugar con esa entrañable pelota de cuero N° 5, con gajos blancos y negros. Mi tío, grandulón, se enchufaba y competía como uno más.
El regreso a casa también era parte sustancial del programa. El tío era un excelente narrador. Mientras manejaba nos contaba cosas de hombres, historias de sus aventuras amorosas, intimidades de su vida con sus novias y sus fatos.
Nos explicaba cómo levantarse una mina, cómo hacer el amor, y qué significaba cada mala palabra. “Nos avivaba”, como se decía antes. Nos abría las puertas a un mundo políticamente incorrecto que nunca podríamos haber descubierto de boca de nuestros padres.
Berto González Montaner
bmontaner@clarin.com

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