martes, 26 de enero de 2016

En bici, rumbo a la felicidad

En bici, rumbo a la felicidad

Pasiones argentinas.Diana Baccaro

Tres días y dos noches durará su larga travesía al mar. Si ella quiere, claro. Pero eso será en febrero. Ahora él está parado detrás del mostrador de una pajarería de Congreso, sacándole las plumas enfermas a un viejo canario. “Dejámelo, yo te lo curo, pero vení a buscarlo pronto porque me voy de vacaciones”, le avisa a la clienta. Su ruta incluye una noche en Dolores y otra en Vivoratá. Todo en bicicleta, pedaleando duro y parejo sin aflojar. “Como en las carreras de regularidad, ¿viste?”, explica mientras acerca al animalito desplumado a su nariz para verlo mejor. “Cada 45 minutos -sigue- hay que parar, elongar y tomar agua, nada de fundir el motor enseguida porque el viaje es largo.” Habla con la misma seguridad que transmite su mano derecha al agarrar al canario: “Pasa que conozco la ruta de memoria, la hago en bicicleta todos los veranos desde hace más de 20 años”. Ya tiene edad para jubilarse, pero pedalea con la pasión de un pibe. El esfuerzo tiene su recompensa: la tercera noche dormirá en Chapadmalal, arropado por el murmullo de las olas. Este verano verá 12 amaneceres frente al mar (dos menos que lo habitual) porque el tren a la Costa no funciona y la vuelta a casa deberá hacerse antes, también en bici. Si ella quiere, claro. Su perrita, de ojos negros y estampa austera, vive entre las jaulas de los canarios y él no piensa dejarla sola. Este año, ya lo ha dicho, el viaje se hace de a dos o no se hace. Ella todavía no se anima a subir al trailer, pero para febrero faltan algunos días, casi tantos como los que lleva desandar los 438 kilómetros en bici rumbo a la felicidad.
Diana Baccaro
dbaccaro@clarin.com

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