viernes, 22 de enero de 2016

La leyenda de un antiguo bar

La leyenda de un antiguo bar

Pasiones argentinas.Fernando Sendra

Invierno de 1930 en Barracas, por la tarde. Artemio López ingresó al bar “La Pasión” con ese paso lento, que más que un andar era un presagio. Buenos días- dijo. Uno saludó, otro se tocó el ala del sombrero, alguno apenas miró o apretó los labios. A su manera, todos contestaron. Todos, menos uno, que siguió mirando el fondo de su vaso. Artemio se acercó, lo miró fijo y en tono de pregunta, dijo: -¿Me está faltando? Sin mover la mirada de la caña, el otro respondió -Lo estoy sobrando. Cayó el hombre malherido y Artemio limpió el cuchillo en la solapa del tipo, que aún temblaba, y repitió: -Buenos días. Ahora sí, todos respondieron en voz alta. Todos, menos uno, claro. Despacio, como siempre, Artemio se acercó y mostrando el filo preguntó: -¿Me escuchó? -Por supuesto, dijo el otro. -La primera vez, saludé. La segunda, no. Sería someterme. De nuevo el acero se hizo carne. Bufando, Artemio se acercó al mostrador y pidió grapa. La miró mucho rato, y al fin se la bajó de un trago. Todos, en “La Pasión”, estaban aterrados, clavados a sus sillas: pasaron todavía otras dos horas, tensas … sordas … hasta que Artemio bramó otro -¡¡Buenos días, carajo!! Y todos gritaron “Buenos días”. Y de nuevo fueron todos, menos uno. Artemio, puñal en mano se acercó y le dijo: -¿Y usted, me está sobrando o me está faltando? El hombre, anciano, casi acabado, solamente miró hacia afuera y allí fijó su vista. Artemio vio lo que no quería: el día ya había terminado. Puñal en mano, tirando al aire cuchilladas, salió a negar la noche, pero esta vez fue demasiado. La realidad misma lo sobraba. Ahora eran “Buenas noches”. 
Fernando Sendra
fernandosendra@clarin.com

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