domingo, 27 de diciembre de 2015

La urgencia y el riesgo de tirar de la piola

La urgencia y el riesgo de tirar de la piola

Opinión.

No es la silla eléctrica de Economía, ni la urgencia de Desarrollo Social, ni la premura por encauzar de una vez por todas la Justicia. Pero debe haber pocos cargos más calientes que el de responsable de acabar con la violencia en el fútbol, un mal enquistado en nuestra vida cotidiana emparentado con el (mal)humor social, las tapas de los diarios y la sensación general de que el problema es tan profundo como insoluble.
El desafío de Madero es, está dicho, enorme. Y cualquiera de los dos grandes lineamientos que elija para su gestión -sus antecedentes y expresiones previas permiten conjeturas al respecto- conllevará enormes riesgos.
Si apunta al fenómeno de la violencia como emergente de una situación social o cultural que lo enmarca, podría ser presa fácil de la comodidad o el inmovilismo. Si se queda en eso de que “el fútbol no escapa a la realidad que lo rodea”, le costará adentrarse en sus especificidades, en los entramados conocidos y en los ocultos. Esperar que mejore el contexto, que seamos ciudadanos civilizados, que las grandes políticas acaben con la marginalidad y la delincuencia, se parecerá demasiado a la resignación.
Pero si la nueva gestión decide arremangarse y diagnosticar como corresponde, entrará en un terreno resbaladizo y que augura sorpresas. En cuanto empiece a tirar de la piola saldrán a la luz modos de funcionamiento, alianzas y connivencias que salpicarán a todos. A la dirigencia de los clubes, claro, pero también a la policía, al sindicalismo, a la Justicia. Y a los políticos, desde el puntero más vulnerable hasta los máximos niveles. Políticos amigos y enemigos. Los mismos que de día claman por el famoso Estado ausente y piden poner manos a la obra y de noche tejen vínculos por los que debieran estar presos.
Una década y pico de discursos vacíos, garantismo y escasa voluntad dejó casi todo por hacer. Ya son historia el elogio presidencial a “los muchachos del paraavalancha” y el pedido de “no estigmatizar al barra” (Diana Conti dixit). Salir del lugar común y meter el bisturí sin medir el peso de quienes caigan sería un auspicioso punto de partida.

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