martes, 29 de diciembre de 2015

Alto, Policía: la trama secreta del traspaso de la Federal

Alto, Policía: la trama secreta del traspaso de la Federal



En cierto punto, el traspaso de la Policía Federal a la Ciudad estuvo pendiendo de la cuota de una heladera.
Antes de que termine enero, 21.000 policías federales "pasarán" a la ciudad de Buenos Aires por un decreto del presidente Mauricio Macri. Es un pase de magia. Ninguno de ellos notará ningún cambio en su trabajo cotidiano, y los vecinos tampoco. Las órdenes las dará el ministro de Seguridad porteño, pero a los federales "traspasados" se las seguirá dando su jefe directo. Igual que ahora. Usarán el mismo uniforme, irán a las mismas comisarías, se atenderán en el mismo Hospital Churruca de Parque Patricios y trabajarán 6 horas más todas las horas extras que puedan hacer, como siempre.
Un esquema muy diferente al de sus colegas de la Metropolitana, con quienes en teoría van a fusionarse. Estos tienen jornadas de 8 horas, obra social privada (OSDE) y una prohibición expresa por ley para hacer horas extras. Las diferencias son más profundas que una gorra azul y otra negra con una guarda a cuadrados alrededor de la cabeza. Y significa un moderado estado de inquietud interna. A tal punto, que los jefes de la Federal recibieron a los funcionarios del nuevo gobierno para hablar del traspaso y lo primero que les dijeron fue de la necesidad de "tranquilizar a la familia policial", inquieta por los rumores de cambios "inconvenientes". Los funcionarios les dijeron que no se preocuparan, pero se sorprendieron. Más que una visita al Departamento Central de Policía, sintieron que estaban en la CGT. Un miembro de la plana mayor hasta les habló de "derechos adquiridos".
Lo cuenta un policía federal que está cerca de quienes se reúnen diariamente para ajustar los últimos detalles del traspaso: "No hay mucho misterio. Un oficial raso de la Metropolitana que recién ingresa gana alrededor de 15.000 pesos. Y un agente de la Federal en la misma condición, más o menos 14.000. Pero mientras el primero no puede hacer horas extras nosotros tenemos el servicio de Policía Adicional, que la mayoría de las veces te puede hasta duplicar el sueldo. O sea que el que gana 14 en realidad se lleva, en promedio, cerca de 25 a fin de mes. ¿Cómo le decís a ese agente que ahora es de la Policía de la Ciudad y va a ganar 10 lucas menos?".
Los policías se aferran al modelo que ellos llaman "la cuota de la heladera". Por las cosas que los federales se compran en cuotas -sobre todo, en su mutual interna- con el sobresueldo que obtienen por el servicio de Policía Adicional, cuando custodian bancos, shoppings o canchas de fútbol fuera de su horario de trabajo. Todo puede discutirse en un traspaso a la Ciudad, menos eso. La cuota de la heladera, del aire acondicionado, ni hablar del crédito hipotecario, son sagradas. La mutual policial, que depende de la Obra Social autónoma de la fuerza, les da créditos blandos. "Más del 80 por ciento de los agentes tienen descuentos en sus haberes por estas compras en cuotas", cuenta la fuente. "Y cada vez que se cortan los adicionales, se arma un despelote con los embargos. Todos sabemos que los adicionales son un sobresueldo precario, pero estamos acostumbrados a que esa precariedad dure toda la carrera", define.
Además de la obra social y del sueldo, está el tema de la caja de jubilaciones. La Federal tiene una propia, basada en un sistema solidario donde aportan tanto los activos como los retirados: a todos les descuentan el 11 por ciento. A cambio, un policía ya puede tener derecho a su jubilación con apenas 10 años de servicio ininterrumpido, si le da la edad. A mayor antigüedad, mayor sueldo. Nadie quiere pasar a aportar a la ANSés, como sus colegas de la Metropolitana. Eso tampoco se discute.
Desde que asumió el nuevo Gobierno, la plana mayor de la Federal sigue intacta, con 15 comisarios generales más el jefe y el subjefe. Todos están expectantes para ver quién se queda y quién se va. Los generales dicen que ellos pueden aportar su experiencia (la mayoría tiene entre 35 y 40 años de servicio), pero los comisarios mayores, que les siguen en jerarquía, piden su lugar y hablan de "ciclo cumplido" de sus superiores. Estos son 35, tienen en promedio 5 años menos de antigüedad que sus jefes y saben que, si se cumple la lógica histórica, será un grupo de ellos los que conduzca a la fuerza en la nueva etapa. Los generales sueltan una frase que hace pensar en que tienen ganas de quedarse: "Para ser jefe de Policía, hay que tener a todos los patitos en fila". Significa que no puede haber internas. O al menos deben quedar disimuladas bajo el acatamiento al jefe.
Uno de los comisarios mayores que ya integran la plana mayor es Néstor Roncaglia, a cargo de la superintendencia de Drogas Peligrosas y de otra superintendencia más: la de Interior, que dejó vacante hace tres meses el comisario mayor Roque Luna. De éste dependía toda la línea de policías de custodias, entre ellos los que tenían asignada la vigilancia del fiscal Alberto Nisman el fin de semana en que apareció muerto. Luna nunca pudo reacomodarse tras la muerte del fiscal y debió pasar a retiro silenciosamente. ¿Puede ser Roncaglia el nuevo jefe de la Federal "no traspasada"? Para algunos es número puesto. Para otros, "necesita tres o cuatro años más antes de dar el salto a la cumbre".
El otro comisario mayor con peso es Guillermo Calviño, jefe de Seguridad Metropolitana, el área principal que pasará a la Ciudad. Aún es una incógnita si el pase lo incluye. Sobre él tampoco hay una opinión unánime. Unos dicen que es eficiente y seguro en lo suyo. Otros, más enigmáticos, van al hueso: "¿Sabés qué pasa? A la larga, las comisarías te contaminan...".
Calviño tuvo mucho trabajo. Fue el responsable de intervenir en la mayoría de las 12.000 manifestaciones que hubo en la calle en los últimos tres años, y también el jefe máximo que disponía los operativos de seguridad en las canchas. De allí habría cultivado una buena relación con el presidente de Boca, Daniel Angelici. Que eso se traduzca en una recomendación de Angelici al presidente Macri para que lo tenga en cuenta son sólo conjeturas internas.
Hay otros comisarios mayores pisándoles los talones a los generales: Jorge Casas (maneja todas las comisarías porteñas), Claudio Vidal (Investigaciones Criminales), Daniel Calabrese (Sanidad) y José Valdivia (Prevención Federal). Y cuatro mujeres. ¿Están ellas para dar el salto en la gestión de la ministra Bullrich?
En la cúpula sigue el jefe Román Di Santo. La calle era obsesión para la Presidenta que se fue y Di Santo creyó más de una vez que sólo podía confiar en sí mismo. Berni le respiraba en la nuca y Di Santo estuvo en persona en los principales operativos de eventos multitudinarios. Ese modo de poner el cuerpo no le resultó gratuito. En el mismo despacho donde tiene estampitas de santos bajo el vidrio del escritorio y potes de cristal labrado repletos de caramelos Media Hora sufrió un ACV del que zafó por milagro. No se fue entonces porque, una vez recuperado, "nadie podía irse si la Presidenta no lo autorizaba". Ahora cambió el gobierno y está a la espera, igual que toda la plana mayor.
Difícil saber los plazos. Un alto oficial en actividad dice que, en realidad, Di Santo se quedó "para acomodar los tantos internos ante la incertidumbre del fin de año en la calle. Llega un nuevo gobierno y es difícil para ellos mover toda la estantería con rumores de saqueos y piquetes, como los hubo. En ese sentido las nuevas autoridades fueron inteligentes: que sigan los mismos, que se mantenga todo tranquilo por lo menos hasta la primera semana de enero, y después vemos". En las horas previas a Nochebuena se vieron muchos policías en los barrios del sur de la Ciudad, pero también en Caballito y en Belgrano. Muchos hacían sus recorridas cerca de los supermercados económicos o de segundas marcas. Más cerca que lo habitual. "Si nada se mueve todos tienen expectativas y entonces ninguno saca los pies de la palangana", grafica otro oficial que conoce cada palmo del mundo interno.
En la Metropolitana tampoco están contentos con el "pase". "Fue una promesa electoral y van a cumplirla, pero ¿qué va a pasar cuando un metropolitano esté de una vereda de la avenida Sáenz, en Pompeya, y un federal de la Comisaría 34 enfrente, apurándose para irse a su servicio de policía adicional para ganar el doble que el otro? ¿Cuánto va a pasar hasta que uno le grite al otro 'al ladrón correlo vos, que ganás el doble', o 'correlo vos, que laburás la mitad'?". Este oficial agrega otra cuestión: "En la Metropolitana no tuvimos casos de corrupción. ¿Quién va a controlar si algunos de los agentes que se suman (una cantidad tres veces mayor a la de toda la Metropolitana actual) tiene negocios ilegales en la calle?".
Otro oficial de esta fuerza suma datos: "Cuando egresaban nuestros oficiales -650 por año- el RENAR, manejado por La Cámpora, nos boicoteaba los permisos para que pudieran usar armas y chalecos antibala. Hemos llegado a estar un mes sin poder ponerlos a trabajar porque el gobierno kirchnerista nos veía como la Policía de Macri. Se prohibieron las horas extras para que el personal se capacite, sea más profesional y esté más descansado. ¿Ahora vienen los federales, hacen todo lo contrario, y está todo bien?".
La duda mayor la mencionan en voz baja. ¿Quién va a mandar en la calle, por abajo de las autoridades políticas? En la Metropolitana temen que, con la irrupción de la Federal y sus derechos adquiridos, ellos queden como una fuerza "de segunda". ¿Qué harán 6.300 agentes ante los "nuevos" 21.000 que llegan con más sueldo, más logística y más calle?
Minucias del orgullo profesional que serán disimuladas durante los primeros meses, si se pulen las diferencias. Porque esconder un rencor no es matarlo y, se sabe, los rencores malheridos son una bomba de tiempo.

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