Madero, el hombre elegido para terminar con los barras
Anuncio de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.Combatir a los violentos y promover la vuelta de los visitantes asoman como las prioridades del flamante funcionario.
Licenciado en Ciencias Políticas. Sueño con un país mejor y lucho por ello. Estoy convencido que se puede cambiar. Llegó la hora. Juntos podemos. Así se describe en su perfil de Facebook Guillermo Madero, el nuevo encargado de desterrar la violencia en los espectáculos deportivos. Patricia Bullrich, ministra de Seguridad de la Nación, hizo público ayer el nombramiento de Madero. “Lo hemos nombrado para que esté a cargo del fin de la violencia en espectáculos futbolísticos. Nuestro mensaje es claro: basta de barras”, aseguró la ministra.
Las declaraciones de Bullrich van de la mano con lo expuesto por Eugenio Burzaco, secretario de Seguridad, apenas asumió: “Hay que desarticular estas mafias”, dijo, y habló de la creación de una “fuerza de élite” para combatir el crimen organizado. “No vamos a acordar con los barras. Yo puedo negociar con los hinchas que van a la cancha, pero con los que están en negocios turbios no hay negociación posible”, sostuvo Bullrich en radio Continental. A su vez, Gerardo Milman, secretario del Consejo de Seguridad Interior, le remarcó a Clarín: “Nosotros entendemos que los integrantes de las denominadas barras bravas se cruzan con muchos otros delitos, como el tráfico de drogas, de armas, la trata de personas. Por lo tanto, atacar esta pequeña pero muy violenta población es prioridad de la ministra y del presidente Macri”.Guillermo Madero terminó a principios de diciembre una Diplomatura en Seguridad y Defensa en la Universidad de Belgrano. Es licenciado en Ciencias Políticas de la Universidad John F. Kennedy y tiene una Maestría en Relaciones Internacionales con especialización en Seguridad, Conflicto y Paz de la Universidad del Salvador.
Fue durante algunos años director general de Políticas de Seguridad del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Hombre cercano a Guillermo Montenegro, ex ministro de Justicia y Seguridad porteño, Madero ocupó en las últimas elecciones el vigésimo cuarto lugar en la lista de diputados nacionales por la Provincia de Buenos Aires. Tiene participación activa en las redes sociales, aunque curiosamente su cuenta de Twitter (@guillermomadero) que utilizaba con asiduidad fue dada de baja y ya no se encuentra online. En su Facebook tiene fotos con militares y hombres de fuerzas de Seguridad de Latinoamérica, quienes fueron compañeros suyos en la diplomatura recientemente obtenida.
Ahora, tendrá a su cargo el rol que venía desempeñando Darío Ruiz, secretario de Cooperación con los Poderes Judiciales, Ministerios Públicos y Legislaturas. Su designación no es casual. Guillermo Madero es el portavoz de las políticas de Seguridad de Cambiemos. Es de los que creen que la violencia tiene causas estructurales (ver Así piensa...).
Su función será clave en el intento de combatir a la violencia en el deporte, y en el regreso de los hinchas visitantes a las canchas, algo que había comenzado a implementarse de manera muy progresiva desde septiembre por iniciativa del entonces gobernador bonaerense, Daniel Scioli. Sobre este tema, Bullrich evitó fijar una fecha para la vuelta de los visitantes sin restricciones. “Volverán cuando se esté en condiciones de darle seguridad a la gente”, argumentó.
¿Quién es?
Se recibió de licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad John F. Kennedy. Tiene una maestría en Relaciones Internacionales con especialización en Seguridad, Conflicto y Paz y una diplomatura en Seguridad y Defensa. Es funcionario público desde 2008. Fue asesor del legislador Oscar Moscariello y del diputado Federico Pinedo. En 2011 entró a la Subsecretaría de Seguridad Ciudadana y desde 2013 a 2015 fue director de Políticas de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires.
Así piensa
“El monstruo al que tememos es la inseguridad y sus cabezas son el crimen organizado, la ausencia del Estado y la crisis cultural. Cada cabeza es consecuencia de la otra, todo está relacionado. La profunda crisis que vivimos no es puramente de inseguridad, es mucho más profunda, el origen es la crisis cultural. (...) Se puede cambiar. Recuperando la ética y los valores, la cultura y la institucionalidad recuperaremos un Estado presente que pueda hacer frente a las organizaciones criminales. Ese es el comienzo para lograr la paz y la seguridad como soporte del desarrollo social, político y económico”.
*Extracto de un ensayo de Madero publicado en su Facebook
Opinión: la urgencia y el riesgo de tirar de la piolaPor Sergio Danishewsky
No es la silla eléctrica de Economía, ni la urgencia de Desarrollo Social, ni la premura por encauzar de una vez por todas la Justicia. Pero debe haber pocos cargos más calientes que el de responsable de acabar con la violencia en el fútbol, un mal enquistado en nuestra vida cotidiana emparentado con el (mal)humor social, las tapas de los diarios y la sensación general de que el problema es tan profundo como insoluble.
El desafío de Madero es, está dicho, enorme. Y cualquiera de los dos grandes lineamientos que elija para su gestión -sus antecedentes y expresiones previas permiten conjeturas al respecto- conllevará enormes riesgos.
Si apunta al fenómeno de la violencia como emergente de una situación social o cultural que lo enmarca, podría ser presa fácil de la comodidad o el inmovilismo. Si se queda en eso de que “el fútbol no escapa a la realidad que lo rodea”, le costará adentrarse en sus especificidades, en los entramados conocidos y en los ocultos. Esperar que mejore el contexto, que seamos ciudadanos civilizados, que las grandes políticas acaben con la marginalidad y la delincuencia, se parecerá demasiado a la resignación.
Pero si la nueva gestión decide arremangarse y diagnosticar como corresponde, entrará en un terreno resbaladizo y que augura sorpresas. En cuanto empiece a tirar de la piola saldrán a la luz modos de funcionamiento, alianzas y connivencias que salpicarán a todos. A la dirigencia de los clubes, claro, pero también a la policía, al sindicalismo, a la Justicia. Y a los políticos, desde el puntero más vulnerable hasta los máximos niveles. Políticos amigos y enemigos. Los mismos que de día claman por el famoso Estado ausente y piden poner manos a la obra y de noche tejen vínculos por los que debieran estar presos.
Una década y pico de discursos vacíos, garantismo y escasa voluntad dejó casi todo por hacer. Ya son historia el elogio presidencial a “los muchachos del paraavalancha” y el pedido de “no estigmatizar al barra” (Diana Conti dixit). Salir del lugar común y meter el bisturí sin medir el peso de quienes caigan sería un auspicioso punto de partida.
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