· 26/12/15
La gloria por una pelota
Cuatro contra
cuatro. De un lado, uno de 49, uno de 53 y dos de 60. Del otro, dos de 20, uno
de 21 y otro de 23. Los Viejos les ganaron al truco y Los Pibes quieren jugar
al fútbol así. Los Viejos, que están locos o tienen un orgullo suicida, agarran
viaje. Todos en patas. Dos arcos chicos con cuatro sillas y a la cancha. Los
Viejos se abroquelan con entusiasmo, pero la pelota la tienen siempre Los
Pibes. ¿Así será jugar contra el Barsa? ¿Mirar cómo se la pasan entre ellos?
Con los minutos, el catenaccio se fisura y Los Pibes meten uno, dos, tres.
Tocan y van. Se mueven como átomos bajo un microscopio. Cansados, Los Viejos
van a apretar bien arriba y así consiguen -por arrebato, y porque Los Pibes no
se sienten en peligro- un par de goles. El mejor momento, el de la épica pura,
el de Aquiles gritándole a Héctor que salga de Troya, muestra el tanteador 9 a
7 para Los Pibes. Los Viejos empiezan a gritarse aliento pero no mueven las piernas.
Son futboleros pero no deportistas. Uno se compró zapatillas flúo y se las pone
solamente para hacer asado. Un poco por piedad, otro por aburrimiento, Los
Pibes empiezan a inventarse dificultades y juegan a un toque, a que el próximo
gol sea de cabeza y cosas así. Los Viejos se gritan y creen en un milagro como
cree el pez que la lombriz en el anzuelo es comida segura. Pura ilusión: 12 a 8
y todos sonríen.
Los Pibes ganaron. Los Viejos jugaron a la pelota otra vez. Otra gloriosa vez. Como saben que el fútbol es maravilloso y cruel, la saborean como quien no sabe si pudo haber sido la última.
Los Pibes ganaron. Los Viejos jugaron a la pelota otra vez. Otra gloriosa vez. Como saben que el fútbol es maravilloso y cruel, la saborean como quien no sabe si pudo haber sido la última.
Héctor Gambini
hgambini@clarin.com
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