Clarin.com Opinión 31/10/15
El milagro de Beethoven
Afuera el paisaje es el de, casi, siempre. El tránsito está endemoniado, como casi siempre. Un colectivo tirándose arriba del auto mínimo, cual enardecido Goliat vengándose de David. El semáforo en verde, pero sin que nadie se mueva. Es imposible saber por qué: no se divisa casi el comienzo de la fila. ¿Algún arreglo en curso?, ¿un auto inoportunamente descompuesto a las 12 del mediodía en plena 9 de Julio?, ¿un inopinado piquete de diez personas que decidieron socializar y hacer público un problema de consorcio? Imposible adivinarlo desde mi lugar.
Como corresponde, y como casi siempre, los bocinazos no se hacen esperar. Aturden, atruenan el aire; algunos se tapan los oídos. Nada alcanza. Ni ese gesto impotente para ahogar el tormento, ni la presión insistente de las bocinas: los autos siguen sin avanzar.
Finalmente, y como por arte de magia, el tránsito se libera ... hasta el próximo semáforo, para gloria de limpiavidrios, vendedores de pañuelitos, cuadernos, pelotitas de goma y demás, y también, sospecha uno, de los que andan a la pesca de algún distraído con el vidrio bajo y la muñeca al aire, con reloj o celular a mano.
Unas cuadras más adelante, un desvío: el corte nuestro de cada día frente al blanco edificio del Ministerio obliga a una vuelta colosal, que aleja cada vez más del lugar de destino.
Pero todo eso pasa afuera, como casi siempre. Aquí, adentro de este taxi, suenan los acordes de la Quinta de Beethoven. Y entonces hoy, de todo lo de casi siempre, nada importa.
Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario