lunes, 15 de febrero de 2016

Para que los chicos no dejen la escuela

Maestros y padres comprometidos y codo a codo

Debates: Para que los chicos no dejen la escuela.Gustavo F. Iaies

Un sistema educativo es una organización, con actores, relaciones, recursos, puestos en función de un objetivo. Es justamente la organización que una sociedad se da para cumplir una meta: educar a las jóvenes generaciones. Lo primero que esa organización debe tener claro es el objetivo, para qué está constituida. ¿Qué queremos lograr? ¿Para que nos estamos organizando? El resto se ordena a partir de dichos objetivos.
Venimos de años en los que el sistema no le da a la sociedad lo que ella le ha encargado; los chicos no aprenden lo que necesitamos, ni cumplen sus años de escolaridad. Hemos dejado de mirar números en estos años, de evaluarlos, buscar explicaciones. Pero más allá de ello, los objetivos no se cumplen, los chicos no aprenden más y el crecimiento de la matrícula es muy bajo, casi inexistente.
Debemos comenzar por poner en claro lo que buscamos, ordenarnos para buscarlo y entender que es la sociedad la responsable de controlarlo, apoyarlo y supervisarlo.
Ese sistema necesita maestros y directores que vuelvan a su tarea principal, que es enseñar; padres que hagan de padres y apoyen al sistema y una sociedad que ponga en el centro el valor educación.
La Argentina necesita recuperar la apuesta, después podremos mirar cuestiones técnicas, pero primero ¿quiénes somos?, ¿qué queremos? y ¿cuál es el rol que cada uno tendrá?
Más allá de discursos ideológicos, de grandes propuestas y paradigmas, necesitamos maestros en las aulas enseñando a los chicos, y que se sientan avalados por los padres. Lo que no ocurre en el aula no ocurre, más allá de otras cuestiones.
El sistema debe ser evaluado, saber cómo van los chicos, si avanzan. En caso contrario deberemos corregir el camino. De eso se trata un sistema que mejora, del esfuerzo de una comunidad por dichos avances, por el ajuste permanente en esa dirección.
Comienza un nuevo año, tendremos paritarias, discusiones, volveremos a plantearnos objetivos, los debatiremos. Pero empecemos por lo primero: los chicos en las aulas aprendiendo, ninguna excusa que suspenda las clases, no hay argumentos que justifiquen que los chicos no tengan a su maestro en el aula, eso nos perjudica. Debemos buscar formas de discutir la cuestión de las remuneraciones que no sean los paros. Vaciar las aulas de docentes perjudica a los chicos y a los propios docentes.
Los dirigentes políticos y sindicales están desafiados a la creatividad, a buscar nuevos modos de llegar a un acuerdo sin perjudicar a los chicos. Pueden discutir todo, pero no pueden dejarlos sin clase; si eso ocurre, han vuelto a fallar, fallamos todos.
Una idea podría ser definir una fórmula, un modo de calcular los ajustes salariales que no nos someta a la presión de discutir todos los años, sin parámetros. La idea sería tener un cálculo que garantice la aplicación de la inflación en los salarios y luego, que tenga algunos incentivos asociados con los objetivos del sistema. Deben ganar más los maestros que falten menos y aquellos que sus escuelas mejoren en los resultados de las evaluaciones. Es lógico que la sociedad invierta más en aquellos docentes que aportan mayores esfuerzos. Y le dan mayores resultados al sistema.
Y los padres no pueden ser espectadores neutrales de esta discusión; deben incorporarse a la misma, exigir que haya clases. La sociedad civil debe ser un actor comprometido, que defienda sus intereses en el sistema.
Pareciera haber llegado la hora de los cambios, lo que pasó en el pasado no se puede seguir repitiendo, los chicos no pueden ser los olvidados de esta discusión.
Vamos por una escuela que tenga clases todos los días, a la que los alumnos vayan, los docentes también, que sea apoyada por los padres, y habremos empezado a construir un proyecto de país diferente.
Empecemos a fijar fórmulas y criterios que nos saquen de la presión de discutir sin parámetros, que le den certidumbre a la sociedad, a los maestros y a los propios alumnos.
Gustavo F. Iaies es director de la Fundación CEPP

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