martes, 9 de febrero de 2016

El amor sin red aún es posible


Tarde de verano, con 34 grados a la sombra. Charla morosa de seis amigas, gaseosas heladas y café mediante, al lado de la pileta. Pasan la política, las vacaciones, los estrenos de cine, la colonia de los chicos, las relaciones familiares. Surge el tema del reciente romance de la compañera de trabajo de una de ellas. ¿Y cómo se conocieron?, aparece la pregunta de rigor. “Por Internet”, contesta quien aporta la noticia. ¿”Dónde vas a conocer gente hoy en día si no?”. La respuesta me deja ligeramente perpleja. Y me la voy repitiendo en voz baja a la hora de la retirada. ¿Dónde se la conocía antes de la Web, las redes sociales, los celulares, los relojes inteligentes, las Apps?
Indudablemente la gente se encontraba, se enamoraba, se casaba o convivía, se separaba también, y se reproducía. La humanidad no se extinguió, la Tierra no quedó despoblada. Antes bien, la cantidad de habitantes creció de manera exponencial sin necesidad de clickear frente a una pantalla como obligado paso previo al romance: todos nosotros somos consecuencia de las parejas que se armaron entonces.
Queda claro que, hoy por hoy, gran parte de la vida se resuelve por Internet: los trámites bancarios, la reserva de restaurantes, la contratación de hoteles, la compra de pasajes, y casi todo lo demás. ¿Pero también el amor? ¿Así, sin cortejo, sin esos cruces de miradas que incendian el aire, sin esos roces como al descuido, sin esa voz que nombra nuestro nombre como sólo esa voz puede hacerlo?
Disculpen pero para mí, todavía, el amor es sin red.
Silvia Fesquet
sfesquet@clarin.com

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