lunes, 17 de junio de 2013

Angeles y los demonios de la geografía

POR MARCELO A. MORENO – Clarin

ETIQUETAS

16/06/13 – Clarin

Se llamaba simplemente Angeles. Tenía 16 años y una sonrisa que cualquiera diría era angelical. La última vez que se la vio llevaba el uniforme deportivo verde del Colegio Virgen del Valle. Su cuerpo martirizado apareció en el fondo hediondo de un basural. La sociedad se conmovió.

¿Por qué esto desató semejante repercusión -las redes sociales estallaron- en una sociedad violenta, en una sociedad en la cual que te maten en una entradera o en una salidera es cosa de todos los días, en una sociedad que hace años considera su principal castigo la inseguridad, cada vez más extendida e imparable?

Quizá porque la imagen de esta adolescente se parecía mucho a un ángel. Y también por la zona del crimen: el barrio de Colegiales.

Mario Pergolini, esta vez sin una gota de humor, lo pensó así -según consigna Clarín.com.- en su programa de radio el mismo día que apareció el cuerpo: “Me afectó mucho lo de esta chica, más allá de que es nuestro barrio”. El conductor habló de “la sensación que dan las sumatorias violentas que estamos atravesando”, pero aclaró que se refería a una sensación sin ser irónico. “No puedo ser tan frío de no poder caer en lo habitual del pensamiento masivo. Me siento inseguro con la gente que quiero. No sé, es una sumatoria”, dijo. Y probablemente hablaba por muchos.

Pergolini destacó el lugar, Colegiales. “3.200 dólares el metro cuadrado ... Y lo meto en esa mezcla, no sé por qué me funciona la cabeza así, pero le funciona así también a mi mamá y le funciona a mucha gente. No lo hago con la opinión del diario, no lo hago con los paneles estúpidos que pueden opinar de cualquier cosa. Es lo que siento. Veo que las balas repiquetean muy cerca ...”.

Es la sumatoria, es cierto, el hartazgo de sentirnos a la intemperie,merced a cualquier lacra con un arma en la mano, dispuesto a desatarnos encima el infierno que lleva adentro por un coche, un plasma, un puñado de pesos o un celular, llevándonos puestos si le estorbamos o porque sí, nomás. Es esa sumatoria que produce la náusea del miedo: balas que repiquetean muy cerca.

Pero también es la excepción. Colegiales, un barrio tranquilo, de clase media más o menos acomodada, donde “estas cosas no pasan”.

Y Angeles no pertenecía a la etnia quom, no malvivía en una villa miseria, no estaba vinculada al tráfico de drogas o a la prostitución, no salía muy tarde de una bailanta cualunque en medio de una pelea entre pandillas, no era un barrabrava muerto en una gresca por chanchullos varios, ni un sindicalista baleado en una elección brava, no tenía un marido golpeador que la había molido a palos, todas“razones” que a nuestra sociedad le hacen digerir sin inconvenientes cualquier aberración como ésta. La convierten, peor, en una aberración naturalizada. Porque en nuestra sociedad, luego de la declamada “década ganada” hay sectores, y multitudinarios, que siguen condenados por la geografía, el género o la clase social.

Candela Sol Rodríguez también tenía una sonrisa angelical, pero pertenecía a otra clase social, a otro barrio, a una zona ya infectada por la peste del narcotráfico. Encima, su padre estaba preso y su madre cada vez que hablaba parecía ensombrecer todo más aún. Cuando se supo todo eso, apareció el viejo pero tan vigente “por algo será”. Y lo horrendo, de pronto, devino en “normal”. Conclusión: ya no queda ni un detenido por otra atrocidad camino a la impunidad.

Ahora, la línea de investigación que apunta al entorno de Angeles también tranquiliza: el o los demonios estaban en su casa, en su edificio. Es un monstruo que ella conocía.

Entonces se “privatiza” el espanto, se acabó el escándalo, nos abriga la “normalidad.” Las balas repiquetean en villa Piolín o en Fuerte Apache, no acá nomás.

Pero al día siguiente de este horror, otro cimbronazo sacudió a la sociedad: la tragedia de Castelar. Resultó muy revelador, horas después, el discurso de la Presidenta.

La doctora de Kirchner filosofó ante un público de etiqueta aplaudidora, luego de recalcar los esfuerzos que ha hecho su gobierno para mejorar el estado de los ferrocarriles: “Nada es perfecto, no tenés días perfecto, ni todo es perfecto de la mañana a la noche, ni del primer día hasta el último, es parte de la vida.” Más allá del pequeño detallede que la muerte definitivamente no es parte de la vida, sería bueno que la mandataria supiera que nadie pretende trenes perfectos: con que anden pasablemente y no maten a sus pasajeros, basta.

No hay comentarios: