miércoles, 2 de diciembre de 2015

Se resquebraja el aparato del autoritarismo

Debate.

Sobre la cantidad de padres del triunfo hay tantas teorías como sobre la orfandad de la derrota. Hace años me asombra la sumisión de personas que uno imaginaba más sólidos, más dignos, más coherentes. Gobernadores, intendentes, legisladores, demasiados hicieron silencio hasta más allá de la misma derrota. Uno imaginaba que la decadencia no era de tal gravedad, claro que el kirchnerismo midió con precisión esa flojedad de las conciencias, esa forma de priorizar el cargo o la renta por sobre el mismo espacio de la vergüenza. Sindicalistas, pocos pero firmes en su rebeldía, empresarios, casi no quedan nombres para rememorar a esos señores, la justicia, nos salvó en el límite y debemos agradecerle, los medios, pocos pero firmes al igual que los sindicalistas. El resto, divisibles en dos batallones, los convencidos y los oportunistas, o para buscar sinónimos, los fanáticos y los acomodaticios.
Los discursos de la Presidenta no permiten que nadie, en su sano juicio y con alguna formación, afirme que sus palabras eran portadoras de trascendencia. No lo entiendo, no puedo aceptar que frente a semejante expresión del absurdo comunicacional, algunos inventaran una teoría que explicara tanta dispersión con razones de la política. Reiteradas maneras de intentar mostrar coherencia donde solo lo justificaban con una justificación por aproximación. La derrota los dejo asombrados, fue un golpe de aire gélido que la realidad le impuso al relato. Las elecciones fueron la ventana que no querían abrir, desde Venezuela otro forjador de caos y derrotas convoca resistencias que nadie teme ni siquiera imagina.
Los poderes rígidos del autoritarismo no tienen elasticidad, estallan, se resquebrajan, se desparraman sus pedazos. Pero casi nadie logró en las filas de la obediencia salvar su dignidad. Hasta el papelón de las leyes finales, hasta esa absurda despedida acompañados por restos de autoritarismos extraviados, hasta ese final demuestra que la esclavitud de las conciencias es un mal de difícil cura.
Y los cargos soñados para siempre, fiel reflejo de los convenios con los bingos y las tragamonedas, una idea fija de como trascender en los negocios. En los medios y en la justicia, funcionarios partidarios de cuestionable adhesión a la decencia, aferrados a los cargos, como si el autoritarismo fuera el mal eterno de nuestra sociedad y la libertad y democracia solo un bien pasajero.
Ahora recién asoman las deserciones, las traiciones, las agachadas, esas que evitó el poder con sus imposiciones y sus delaciones. Los negocios del poder inventaron un aparato de consignas rígidas que ocuparon el lugar de las ideas. Alaridos de universitarios recién iniciados, imperialismos, corporaciones, gorilas, traidores, medios hegemónicos, amuletos contra el terrible mal de la realidad, contra el insoportable ataque de la duda o del que opina distinto.
Un discurso presidencial tan inagotable como incoherente, una derrota, y el inicio de una diáspora. Todo esto en la conciencia de algunos fanáticos que ven cómo se disuelven sus mitos. No hay un país dividido, solo una enfermedad de la que nos estamos curando. La diferencia de votos fue escasa, el cambio histórico es inconmensurable. Ellos sembraron vientos, nadie los persigue, pero de solo verlos tan desorientados queda claro que están cosechando tempestades.

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