jueves, 10 de diciembre de 2015

Es la Bandera de la Patria mía

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Quién no se emocionó alguna vez al ver a los chicos izar la bandera? Hay papás que, para disimular, miran al cielo. Otros se esconden detrás de inmensos anteojos de sol para que no se note que los ojos se les ponen vidriosos. Será que se acuerdan de cuando eran chicos o se resisten a aceptar que sus hijos irremediablemente crecen. Uno quisiera detener el tiempo en ese instante: viéndolos reír, contándose secretos que no pueden esperar al recreo, con los pelos parados y los pliegues de la almohada todavía marcados en sus caras, ansiosos por salir a jugar.
Antes era más fácil contener ese nudo en la garganta fijando la atención en la Bandera mientras trepaba por el mástil. Sonaba “Salve Argentina, bandera azul y blanca, jirón del cielo en donde impera el sol ...”, que cantábamos acentuando las últimas sílabas o la clásica “Alta en el cielo, un águila guerrera, audaz se eleva en vuelo triunfal ...”. Pero ahora, hay días que inunda el patio la voz dulce de la Mercedes Sosa cantando “Sube … sube … bandera del amor”. Y entonces, sí, todos los esfuerzos son en vano. Más si es fin de año y los que izan la bandera son los de séptimo y entre ellos está tu hija haciéndolo por última vez.
El otro día le escuché decir a un hombre sabio que los bebés nacen con los puños cerrados porque quieren apropiarse el mundo. En cambio, los viejos se van con las manos abiertas porque aprendieron a soltar y dar. Tal vez la última formación del año en la escuela sea para dejar que salga toda esa emoción contenida. Y no esperar a ser viejos para vivirla con las manos bien abiertas.

Silvina Schuchner

sschuchner@clarin.com

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