domingo, 20 de diciembre de 2015

Las paradojas del consumo

Las paradojas del consumo


A una cuadra de Olazábal y Alvarez Thomas hay un bar con mesas en la vereda. Cuando el tiempo ayuda, los vecinos salen a despuntar a cielo abierto la pasión por el café. Pero el placer de sentirse acariciados por un rayo de sol que se filtra entre los árboles, o la brisa suave que atraviesa la esquina, puede colapsar de repente. Un joven con otras inquietudes, que da vueltas mientras lo esperan en una moto sobre la avenida, ensaya una carrera que no da tiempo a la reacción, para arrancarle el celular de la oreja a una mujer que se acaba de sentar. “¡Hijo de puta!”, alcanza a gritarle la mujer al ladrón, antes de que desaparezca. Por aquí suele haber policías de consigna, pero hoy deben estar en otro bar. La víctima queda alterada, se lamenta por la información que tenía guardada en el teléfono y que perderá. Le pide a un hombre que le haga el favor de llamar al * 111 para que le bloqueen la línea. Luego cuenta que estaba pagando el aparato en 18 cuotas y que ahora deberá superponerlas con las que asuma abonar por el reemplazo. Paradojas de un país que permite comprar cosas en más meses de lo que la propiedad privada es capaz de garantizar. Especie de versión libre del Estado de Derecho, en la que el consumidor se resigna no sólo a dejar de ser del todo dueño al abrazar el modelo de financiación a largo plazo, sino también a la degradación del status de dueño al de mero portador, como lo supone la consagración del arrebato impune y su agravante involuntario: el calorcito que llama a disfrutar de la calle. Lo único seguro es la deuda acumulada en la tarjeta de crédito. Lo demás, va y viene.
Pablo Sigal
psigal@clarin.com

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