lunes, 28 de diciembre de 2015

La vida es un viaje infinito

La vida es un viaje infinito

Pasiones argentinas.César Dossi

Su rutina empezaba a las 9. No había llegado nadie aún, ni siquiera la gata, asidua espectadora que se posaba siempre con soporíferos movimientos sobre una mullida colchoneta que supo ganarle con pertinacia a un banco abandonado. Para entrar en calor se montó a una bicicleta fija y comenzó a marear los pedales. Veinticinco minutos. Clavó la mirada en un punto invisible y comenzó su travesía, sólo con una botella de medio litro de agua. No había en esta ocasión ni plomizas maletas ni fastidiosas sombrillas. Su cuerpo seguía ahí, con el único movimiento secuencial que concedía esa bicicleta trunca. Pero se permitió soñar con los ojos abiertos. Se fue de gira a esos recónditos lugares a donde nunca jamás pondría un pie. Sintió el gélido aire del Aconcagua, la naturaleza romántica del Taj Mahal, se detuvo a saludar a alguien que quizá conocía porque tenían el mismo boleto en ese tren, y también se acostó en la templanza de una playa perdida, en alguna una isla remota, sin un alma a quien pedirle la hora para ... ¿qué? El efímero viaje terminó a las 9.25, cuando la alarma del cronómetro hizo imposible cualquier insistencia. Se bajó lentamente y agitado.
Es que la pasión por viajar, a veces, se declara de distintas maneras y en los lugares más insólitos. Te toma por sorpresa, desnudo, sin valijas ni bronceador, sin seguro al portador ni permiso para conducir. Simplemente, te agarra del brazo y te saca un pasaje al infinito y más allá. Y sin permisos ni adioses, sin lágrimas ni culpas, le pasás la mano por la cintura, cerrás los ojos, y le das un beso en la boca.
César Dossi
cdossi@clarin.com

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