jueves, 11 de julio de 2013

Cuando había un solo chorro en el barrio

POR MARCELO A. MORENO . Clarin

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10/07/13   Clarin

Mandinga le decían.

Y a él no le gustaba nada.

-Rubén me llamo, pibe-, me retrucaba cuando lo solía saludar por el apodo, amparado en la inconsciencia de la infancia.

En Ramos Mejía, ese barrio de casas bajas y siestas largas en el que me crié y que en nada se parecía al de hoy, había personajes que me fascinaban. El Alemán, zapatero, eraortodoxamente un loco de la guerra: grandote, parco y huraño, para Año Nuevo andaba a los tiros por el aire. El borracho Martínez, andrajoso y piel y huesos, tocaba a las puertas a mendigar vino y cuando se entonaba se ponía a gritar en una esquina “¡Viva Perón, carajo!” hasta que un patrullero cansino se lo llevaba a dormir la mona a un calabozo por mentar al entonces innombrable.

Pero el más secreto y misterioso era Mandinga. Lo veía retacón, morocho, con la mirada torva, hacer ejercicios en el jardincito de su casa. Ejercitaba con fierros su musculatura fuerte y brillosa, ilustrada con un signo de inequívoca pertenencia: llevaba tatuajes. En años, jamás lo vi sonreír. Mis padres apenas lo saludaban y mis primos, que eran jóvenes y cancheros, tampoco se daban con él. Es que Mandinga era el chorro del barrio.

Cada tanto se esfumaba, a veces por meses y meses. Unos decían que se había ido a hacer “trabajos” a otras provincias. Otros, que le había tocado una temporada entre rejas.

Ayer a un joven de 32 años lo mataron de un balazo en la cabeza para robarle la moto en Lomas.

Entre los detenidos hay dos chicos de 15 y 16 años. Y el domingo, un bombero voluntario de 20, recién egresado como suboficial de la Federal, fue baleado y está grave. También quisieron robarle una moto, esta vez en Moreno.

Hace medio siglo en un barrio de clase media baja del conurbano había un solo Mandinga, identificable, quizá controlable. Hoy hay miles y miles, y miles más, multiplicados por el paco. Ayer la doctora de Kirchner reiteró su último hallazgo: que sin Reforma Judicial no se puede contra la inseguridad. Es el patético reconocimiento del fracaso: tras la década kirchnerista los Mandinga siguen ganando.

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