POR CLAUDIO TAMBURRINI FILOSOFO DEL DEPORTE, UNIVERSIDAD DE ESTOCOLMO
20/01/13-Clarin
Messi es el hombre de los récords. Durante el 2012 convirtió la mayor cantidad de goles en un año calendario (91 goles, superando los 85 que ostentaba Gerd Müller desde 1985) y obtuvo el cuarto Balón de Oro de la FIFA, algo jamás alcanzado por ningún jugador. Messi es ya unamegaestrella del fútbol que se destaca por encima de los individuos del colectivo de fútbol del cual forma parte. Pero a pesar de sus éxitos, se siguen poniendo en duda sus cualidades de conductor. A diferencia de Maradona -se afirma- Messi no es capaz de “ponerse el equipo al hombro”.
En líneas generales, se pueden distinguir dos formas de liderazgo.
El líder autoritario impone su voluntad sin consultar la opinión de sus colaboradores, más que para confirmar la propia. Ve el disenso como falta de confiabilidad y como una prueba de deslealtad. El conductor autoritario puede incluso ser generoso, pero exige a cambio total sometimiento. Figura irreemplazable, y pese al ímpetu que pueda proporcionar al colectivo a corto plazo, estos líderes acaban finalmente por debilitar al grupo, de dos maneras diferentes.
Primero, al no afianzar los mecanismos que aseguran el buen funcionamiento del grupo, deja al colectivo acéfalo -sin sucesor ni conducción- en el momento de su retiro. En segundo lugar, al centrar toda la actividad del grupo en torno a su persona, impide el crecimiento de sus compañeros de equipo, quienes por confiar ciegamente en el líder renuncian al propio desarrollo, necesario para lograr las metas establecidas.
A riesgo de pecar en simplificaciones, el estilo de conducción de Maradona se asemeja al liderazgo autoritario y arbitrario.
Manejo a voluntad del equipo, aun por encima del director técnico; sumisión del grupo a las exigencias del conductor, so pena de defenestración pública (fenómeno que persiste aun después del fin de su carrera deportiva); acaparamiento de toda la atención pública, reduciendo al grupo al rol de apéndice mediático del líder.
Messi, por su parte, encaja en un modelo alternativo de liderazgo más democrático.
Las iniciativas del conductor presuponen las iniciativas de los demás integrantes del grupo.
El líder democrático es, en función de su genialidad, también irremplazable.
Pero al permitir crecer a sus colaboradores sin que eso signifique una amenaza a su propia posición, prioriza indirectamente los mecanismos -las instituciones, si se pretende aplicar este análisis a la sociedad- que en el momento del retiro del líder permitirán el ágil traspaso a una nueva conducción.
Por esa razón, el conductor democrático mantiene siempre un perfil bajo: más que por las palabras del líder, el grupo se expresa mediáticamente a través de sus logros.
Estas dos culturas del liderazgo pujan a veces en un mismo periodo histórico por el poder en una sociedad determinada. También en el mundo del deporte se ven choques similares. El artillero sueco Zlatan Ibrahimovic suele criticar duramente a sus compañeros cuando éstos no hacen lo que él quiere. Jugando para la Selección sueca, pateó un penal saliendo a la carrera por las espaldas del jugador designado por el técnico para hacerlo, ante la sorpresa de propios y ajenos. La salida de Ibrahimovic del equipo catalán no fue por razones futbolísticas, sino por la incompatibilidad de un conductor democrático como Messi y la personalidad (futbolísticamente) autoritaria de Ibrahimovic.
Pep Guardiola percibió tempranamente esta situación y cortó de cuajo el conflicto.
A la luz de este análisis, no es de extrañar que Messi no consiguiera desplegar todo su caudal técnico en el Mundial de Sudáfrica, asfixiado por el estilo de conducción de su director técnico.
Curiosamente, las críticas en Argentina se dirigieron mayormente a Messi.
El estilo de conducción maradoniano se condice más con la idiosincracia de los argentinos.
Si Messi consigue transmitir a la selección nacional su estilo de liderazgo en el próximo Mundial, tendremos buenas chances de alzarnos con la copa en el mismísimo Maracaná.
Con un poco de suerte
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