Occidente levanta las sanciones a Irán y nace un nuevo tiempo geopolítico
Acuerdo nuclearTeherán y Washington intercambiaron prisioneros como parte del pacto que congela el programa nuclear persa. El fin de las sanciones significa el crecimiento de la influencia iraní y su peso en la región de Oriente Medio.
Irán, Estados Unidos y la Unión Europea sellaron este sábado el acuerdo que permite poner fin a las dudas occidentales sobre el carácter del programa nuclear iraní y las capitales occidentales anunciaron el inicio del levantamiento de las sanciones que pesan sobre la potencia persa.
El pacto es un gran triunfo para el régimen iraní –un mes antes de cruciales elecciones legislativas–, para el presidente Barack Obama y para la Unión Europea, involucrada como mediadora.A última hora, la jefa de la diplomacia europea Federica Mogherini, y el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, anunciaron el acuerdo, luego de que se completara un intercambio sin precedentes de prisioneros. Los cinco estadounidenses liberados por Irán ya volaban hacia Suiza, desde donde irían hacia la base militar de EE.UU. en Ladstuhl, Alemania. Washington, en tanto, se comprometió a liberar a siete iraníes. Para los países europeos, las sanciones dejarán de tener efecto cuando su eliminación se publique en el Diario Oficial de la UE, previsiblemente hoy o mañana.
En Viena, el canciller iraní Mohammad Zarif, Kerry y Mogherini recibieron el informe de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) que abre la puerta a la eliminación progresiva de las sanciones occidentales a Irán. Según el texto de la AIEA, Teherán cumple los acuerdos provisionales de reducción y transparencia de su programa nuclear. A su llegada a Viena, Zarif dijo que era “un gran día que prueba al mundo que las amenazas, las sanciones y la intimidación no funcionan, que lo que funciona es el respeto”. Fuentes europeas dudan de que el acuerdo para reducir el programa nuclear iraní hubiera sido posible sin la presión de las sanciones.
Las negociaciones empezaron en noviembre de 2013. El pasado julio se firmó un acuerdo preliminar que fue ratificado en octubre. Faltaba sólo el informe de la AIEA que confirmara que Irán cumple sus compromisos nucleares. Entre los pasos que ya dio Teherán está una segunda reducción del número de centrifugadoras –las máquinas que enriquecen el uranio– en las centrales de Natanz y Fordo tras la anterior en la que se pasó de 19.000 a 6.100. También el desmantelamiento del núcleo del reactor nuclear de agua pesada de Arak y la reducción del stock iraní de uranio enriquecido, que en gran parte fue enviado a Rusia. Desmantelar Arak significa que Irán no podrá obtener plutonio para fabricar armamento nuclear.
El pacto no elimina la supervisión del programa nuclear iraní por parte de la AIEA y no impide a Irán desarrollar un programa nuclear civil vigilado.
El acuerdo permitirá a Irán volver a vender petróleo a las potencias occidentales. El país persa cuenta con las cuartas reservas mundiales de crudo y las segundas de gas natural. Su vuelta a un mercado petrolero bajista debería hacer caer aún más el precio del barril de petróleo. Teherán ya se mueve. Planea la construcción de una refinería en España y la próxima semana empezará a negociar con la petrolera francesa Total y la británico-holandesa Shell, que ya está instalada en el país. Irán y EE.UU. rompieron relaciones en 1980 tras la revolución que un año antes llevó al poder al ayatolah Rudollah Khomeini y el asalto a la Embajada estadounidense en Teherán. En las negociaciones también participaron China, Rusia, Alemania, el Reino Unido y Francia.
Irán anunció la liberación de cinco ciudadanos con doble nacionalidad iraní y estadounidense. Entre ellos, el periodista de The Washington Post Jason Rezaian, detenido desde 2014.
El pacto con Irán: de ganadores y perdedores
EN FOCO. ANALISIS DE UN ACUERDO
El acuerdo con Irán tiene múltiples significados. En el primer plano luce el argumento de que reduce la amenaza nuclear del país persa. En el trasfondo blanquea a Teherán como parte del balance de poderes en Oriente Medio. El plus para Irán por la pérdida de su fuerza atómica, es un aluvión de inversiones, comenzado por la liberación de US$100 mil millones congelados en bancos occidentales. Ese poder económico es poder político. Es lo que buscaron desbaratar sin suerte los enemigos de Teherán, Israel sin duda, pero en especial Arabia Saudita, un aliado desconsolado de EE.UU. que jamás comprendió ni asimiló el acercamiento de la teocracia con Washington. La sanguinaria irrupción del terrorismo del ISIS es parte de esa Guerra Fría que difícilmente modere este acuerdo y que mucho dice de los alcances que ese litigió puede llegar a alcanzar. La corona saudita teme por su superviviencia en momentos que la potencia norteamericana ha reducido a la nada su dependencia petrolera de Riad y la situación económica en el reino no es floreciente lo que explica la exuberante represión interna.
Irán impulsó el acuerdo a costas de la furia del nacionalismo que creo el plan nuclear porque le devuelve el crecimiento. Las sanciones cercenaron 20% del PBI que debería exhibir hoy el país, aumento la inflación por encima del 30% y una desocupación inclemente. El impacto social de ese retroceso armó el voto castigo contra el fundamentalismo que llevó al poder al moderado Hassan Rohani en 2013.
Este clérigo integra la superestructura del establishment pro occidental persa. Es hijo político del ex presidente aperturista Mohamad Jatami y aliado de otro ex mandatario, Ali Akbar Rafsanjani, un magnate y guardián de la identidad capitalista de la Revolución. La llegada de este presidente amortiguó las tensiones sociales con la promesa de un cambio hasta radical. De ahí que cualquier cosa menos sorpresa debería esperarse del vínculo inmediato que se estableció con Washington.
El trascendente acuerdo de Viena es una segunda oportunidad aperturista tras el intento de Jatami que en su momento pulverizó George Bush en los inicios de su primer gobierno con el excéntrico fenómeno del eje del mal. Pero, al réves de su mentor, Rohani cuenta con el amparo del establishment de esta parte del mundo lo que lo blinda para emprender ese camino. Ahora ese bando va por más.
En febrero hay dos exámenes electorales cruciales en Irán. Uno amenaza perforar el control que el nacionalismo opuesto al mandatario mantiene en el Parlamento, el Majlis. El otro, renovará la Asamblea de Expertos que designa al líder supremo y lo controla. Rohani y Ali Jamenei no son aliados. El líder, que se supone impone su decisión por encima de todo, lo ha tolerado, y también aceptado a regañadientes el deshielo con EE.UU., acorralado por el apoyo popular que sostiene al mandatario. Esa interna se ahondará y será, quizá, el inicio de un cambio radical en la estructura misma de la Revolución islámica que conocemos.
Irán impulsó el acuerdo a costas de la furia del nacionalismo que creo el plan nuclear porque le devuelve el crecimiento. Las sanciones cercenaron 20% del PBI que debería exhibir hoy el país, aumento la inflación por encima del 30% y una desocupación inclemente. El impacto social de ese retroceso armó el voto castigo contra el fundamentalismo que llevó al poder al moderado Hassan Rohani en 2013.
Este clérigo integra la superestructura del establishment pro occidental persa. Es hijo político del ex presidente aperturista Mohamad Jatami y aliado de otro ex mandatario, Ali Akbar Rafsanjani, un magnate y guardián de la identidad capitalista de la Revolución. La llegada de este presidente amortiguó las tensiones sociales con la promesa de un cambio hasta radical. De ahí que cualquier cosa menos sorpresa debería esperarse del vínculo inmediato que se estableció con Washington.
El trascendente acuerdo de Viena es una segunda oportunidad aperturista tras el intento de Jatami que en su momento pulverizó George Bush en los inicios de su primer gobierno con el excéntrico fenómeno del eje del mal. Pero, al réves de su mentor, Rohani cuenta con el amparo del establishment de esta parte del mundo lo que lo blinda para emprender ese camino. Ahora ese bando va por más.
En febrero hay dos exámenes electorales cruciales en Irán. Uno amenaza perforar el control que el nacionalismo opuesto al mandatario mantiene en el Parlamento, el Majlis. El otro, renovará la Asamblea de Expertos que designa al líder supremo y lo controla. Rohani y Ali Jamenei no son aliados. El líder, que se supone impone su decisión por encima de todo, lo ha tolerado, y también aceptado a regañadientes el deshielo con EE.UU., acorralado por el apoyo popular que sostiene al mandatario. Esa interna se ahondará y será, quizá, el inicio de un cambio radical en la estructura misma de la Revolución islámica que conocemos.
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