Guerrilleros que devalúan el goce
Son un caso para la psiquiatría. Son los tipos que pugnan por arruinarte el placer. Militantes de la pasión en retirada: ¿qué los lleva a poner siempre por delante de algo grato, la sombra de la sospecha y la fealdad, el velo de la imperfección o de la infelicidad y aun hasta el elogio descalificador? En junio de 1978, cuando Passarella alzó la Copa del Mun- do y River era una locura, algunos ya decían que no habría futbol argentino como el de los años 40. Estás ante uno de esos paisajes argentinos que te quitan el aliento; el insufrible, a tu lado, también lo goza, pero dice: “Me hace acordar a una aldea suiza …” O salís del agua, día de sol, olas de gloria, qué lindo es nadar. Y el insoportable: “¡Qué mar!, ¿no? Lástima el agua tan fría”. Campeón, es el Atlántico Sur, si querés aguas cálidas andáte al Caribe, o al Egeo.
Lo tremendo de estos terroristas del placer, es que no cejan. Tienen como un reflejo pavloviano que se desata ante el placer del otro. Teatro Colón, recital de un genio del piano. Ovación. Y el tipo: “Yo tengo en casa una versión de Arthur Rubinstein..:” Messi hace un gol de los suyos, el mundo tiembla y a la tribuna del Barca se le cae la mandíbula. Y el tipo: “Es un grande. Pero no supera a …” Salís del cine emocionado por esa gran película. Y a tu lado, el tarado susurra: “Sí, pero no habrá como el genio de Bergman”.
¿Por qué esa gente ensucia el placer ajeno? ¿Tiene miedo, angustia, es idiotez? ¿Será el famoso ser nacional?
Lo que fuere, guerra a ellos. Barricadas y antorchas. No nos van a tener.
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