Clarin.com Opinión 18/10/15
Legado de amor para armar
Le dejó seis libros, con un mensaje cifrado. El primero era una novela, sobre una mujer que para cuidar a sus hijos tenía que trabajar 20 horas al día, hilvanando agujas y cosiendo para afuera. Las páginas estaban impecables, pero en el interior había palabras subrayadas con tiza celeste, como las que se usaban en las sastrerías para marcarles el camino a las tijeras.
El segundo contenía poemas de Pablo Neruda y un relato del chileno de su escape hacia la Argentina por la Cordillera de los Andes. Era una edición que en el doblez de las páginas escondía tierra, partículas de polvo, que al reencontrarse con el aire flotaban como los objetos en la gravedad del espacio. Los subrayados aparecían esta vez en tinta roja.
El tercer libro era Cuentos de la selva, de Horacio Quiroga, una invitación a las imaginar maravillas de la naturaleza. Y el cuarto, una recopilación de cartas de amor. En ambos casos, rosas disecadas señalaban las páginas con las palabras marcadas. El quinto libro contenía crónicas de viajes de Manuel Mujica Láinez, con términos atrapados entre corchetes, sobre todo en el pasaje en donde el escritor narra su abordaje al Graf Zeppelin.
Cuando su madre dijo “adiós”, el chico corrió hacia esos libros. Vio palabras desordenadas y buscó darles sentido. Fue hacia el sexto, pero estaba en blanco: creyó ver una sonrisa en el cono de luz del sol en la ventana ... Y pudo unir las palabras: “Hijo, ¡cómo te gustaba que te leyera historias antes de quedarte dormido! Hacé lo mismo con tus hijos. Ellos sabrán volar y llenar nuestras páginas vacías”.
Pablo Calvo
pcalvo@clarin.com
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