Clarin.com Opinión 28/10/15
Amores perros y de los otros
Pasiones argentinas.
Magda Tagtachian @magdatagta mtagtachian@clarin.com
Hace mucho tiempo, después de un desamor, adoptó un gato. En la casa del ex había uno y cuando dijeron adiós extrañaba más al gato que al ex. Pasaron casi dos décadas y el felino sigue feliz y campante bajo su techo. Nada cambió desde entonces. O casi. Aunque suene horrible admitirlo, ya quiere que pase a mejor vida el gato. Lo quiere pero más quiere su libertad. Viajar, salir y no preocuparse. Parece una obviedad aclararlo: con semejante perfil, jamás se le había cruzado tener perro. Es más, juzgaba con indisimulada pasión las pasiones de esos dueños que los retratan 24 horas y sus cuentos incontables de incontables destrezas. Hace unas semanas, la designaron cuidadora de Rocky. En su departamento del Centro dejó al gato legendario con agua y comida suficiente y mudó sus valijas y sus dudas a 50 kilómetros. Cada noche que llegaba a su “nueva” casa, encontraba al Border Collie prestado que la recibía con infinita felicidad. Le movía la cola. Le saltaba encima con sus patas embarradas y transformaba su remera en “animal print”. Ella, en lugar de llorar, sonreía. Después cenaban cara a cara y se tiraban los dos en el sillón a leer. Rocky la cuidaba mientras dormía. La esperaba mientras se duchaba. Si salía, no paraba de ladrar. Como boba enamorada cayó en sus redes. Posteó fotos de sus horas felices y contó a sus amigos cada hazaña del perro. Hace un par de semanas regresó a su hogar de siempre con su gato independiente. Apenas si la miró. Le contó de Rocky y de cuánto lo extrañaba. El gato no se inmutó. Anotó la metáfora. Le sonaba de otro amor.
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