Clarin.com Opinión 24/10/15
La alegría de viajar y volver
Iba ella contando su periplo en el asiento de atrás del colectivo. Que de Barcelona lo que más le gustó fue el mercado de La Boquería, que se le hace agua a la boca cuando la memoria le devuelve el sabor de aquellas aceitunas rellenas; que de Segovia se enamoró de los arcos del acueducto romano; que de Madrid no puede olvidar las chistorras que comió en una plaza cuyo nombre no recuerda, que de Lisboa le impactaron los colores y los azulejos pintados …
Los paisajes se le superponen y pasan en cámara rápida, como si el trayecto del 12 no le alcanzara para resumir la intensidad de sus vacaciones. Para ella, el Atlas de la vida se llena con escenarios de películas, olores y sabores nuevos, tranvías que aún funcionan y árboles portugueses de hojas blancas, los que supieron consolar a una princesa sueca que extrañaba la nieve.
Es fascinación el recuerdo, pero antes de llegar a la Plaza Congreso le suelta a su compañera de asiento que después de tanto viaje ya quería volver a casa, que extrañaba las flores de su balcón, el mate, el aroma de las tostadas de la mañana, el diario debajo de la puerta ...
¿Acaso los jardines de Aranjuez pueden compararse con las macetas de su balcón? Tal vez sean las dos caras de un mismo viaje: la excitación por la partida y la celebración de la llegada; el descubrimiento de nuevas culturas y la nostalgia por volver y recuperar cada rincón de un breve espacio vital. Su viaje es un círculo, que parte de casa y vuelve a ella. Y la belleza de Aranjuez le cabe adentro de su maceta marrón.
Diana Baccaro dbaccaro@clarin.com
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