Clarin.com Opinión 23/10/15
El querido tío Woody Allen
Woody Allen es como uno de esos tíos carismáticos que vienen una vez por año a visitarte y los esperás con la mesa servida. Sus películas son la saga menos pensada de la historia del cine, pero por favor no confundir con el vértigo industrial de las “Rápido y Furioso”. Esas sagas son como patotas: si hay parte siete, quiere decir que no hay autor. Lo de Woody es obra de un creador desde el comienzo. Esto es literal: desde la letrita finita de los créditos. ¡Ese es mi tío Woody!, decís entonces con inusual sentido de pertenencia familiar. Lo mejor de todo es que nunca se consideró un artista, sino un laburante. Nosotros escribimos notitas y él hace películas que, lógicamente, no son infalibles. Usa el mismo criterio cada año, desde hace más de cuatro décadas. No es Robert Redford, que estrena cada mil años y cuando estrena, pobre, genera una insana expectativa estética.
Ultimamente Woody Allen actúa poco y nada, pero se las arregla para que cada protagonista masculino se vea arrastrado a la mímesis invencible de un personaje único como el Carlitos de Chaplin. Un hechizo que repite con las actrices: todas se deben parecer a Diane Keaton y Mia Farrow.
Como el humor de Quino, lo suyo se fue volviendo sombrío. Es su más reciente estreno, “Hombre irracional”, se torna existencialista y trata de decirnos que cada uno es dueño de su destino. Que el hombre es libre. O está solo. Desaparecen la neurosis psicoanalítica y la moral judeocristiana para darle curso a la temporada filosófica de un hombre despojado. Y consciente de la finitud.
Hernán Firpo hfirpo@clarin.com
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