sábado, 4 de octubre de 2014

Despenalizar

Drogas: es un grave error despenalizar

Tribuna

  • En el país el consumo de drogas se ha vuelto una epidemia abonada por la vulnerabilidad de una parte creciente de la población y la tolerancia, aceptación o resignación de otra parte también creciente de la misma. La despenalización, presentada como “no criminalización”, encandila a algunos sectores medios urbanos, aunquemás del 80% de los argentinos no entiende su conveniencia o directamente rechaza la medida.

    No queremos que ninguna de nuestras instituciones crucifique a un joven por fumar marihuana. El consumo de drogas es un problema sociosanitario complejo, y se debe atender al que se droga pero, además, defender a quien no lo hace.

    Las drogas son nocivas. Dañan el cerebro y otras partes del cuerpo; son adictivas cuando su consumo genera dependencia y compulsividad a repetir dicho consumo; y son psicoactivas, es decir que actúan sobre el sistema nervioso central modificando el comportamiento de quien las consume. Los que reparan sólo en que son nocivas piensan que “cada uno puede hacer con su salud lo que se le dé la gana”, desestimando que una droga tiene el potencial de causar efectos profundos en quienes las consumen.

    El consumo de drogas está en todo el mundo regulado, más por la defensa del que no se droga que por los efectos tóxicos. La legislación que se quiere desmantelar (y debemos recordar el fallo “Arriola” de la Corte Suprema, 2009, que abre las puertas a la despenalización) no protege un derecho individual: protege un derecho colectivo. Diferenciemos las propiedades psicoactivas (cambio de comportamiento) de la toxicidad (deterioro de la salud individual). La mayor carga de morbimortalidad asociada al consumo de drogas en la Argentina es resultado de esas propiedades.

    Está presente en el 48% de los hechos de violencia, el 21% de los accidentes de tránsito; el 37% de los accidentes de trabajo, en los embarazos no deseados, y en el 60% de los casos de violencia doméstica y abuso de menores.

    Si se quiere despenalizar, sólo podría hacerse con la marihuana, reglamentando a los que la fuman en una medida todavía mayor que lo que se ha hecho con los fumadores de tabaco.

    Por ejemplo, limitando su consumo a las casas particulares.

    Puesto a votar una ley contra las Madres del Paco, contra el trabajo silencioso de miles de personas que luchan por recuperar a otros o por recuperarse, contra los que juegan su vida entre transas todos los días y no se entregan, y a favor de un derecho individual discutible de quienes pueden elegir qué hacer y qué fumar, qué vida tener, qué estudiar, cómo trabajar, cómo relacionarse con su familia (porque suelen tener una familia que reacciona cuando hace falta), prefiero no caer en la hipocresía.

    Votar una ley que “facilite todo consumo” sería una cobardíafrente a los jóvenes que van a empeorar sus condiciones de vida y frente a aquellos que viviendo entre la droga verán disminuida su capacidad de pelea y su resistencia a venderse a los nuevos poderosos.

    El mensaje es claro. “No podemos controlar, así que hagan lo que quieran. Y si quieren, háganlo en público. Háganlo en la puerta de una escuela que expulsa, o al salir de un hospital de cama caliente. Como la policía es corrupta y abusadora, los despenalicemos para no tener culpa.” Les resta algo que no harán: “pedir perdón por tanta debilidad”.

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