martes, 21 de julio de 2015

Pocas horas de clase en Argentina, ¿a quién le importa?

Debate.Daniel Santa Cruz

Un tema que no parece tener solución y, hasta ahora, está ausente en los debates del año electoral, es el incumplimiento de la efectivización de los 180 días de clases. A los recurrentes conflictos gremiales, las tomas y las jornadas docentes, debemos sumar los días perdidos en muchas escuelas después de cada elección, cuando los turnos de la mañana no tienen actividad escolar porque se debe reacondicionar cada establecimiento.
Y este año es más delicado aun, porque se vota entre 4 y 6 veces en cada distrito. Cuando los candidatos hablan de educación, deberían también hablar de algo tan simple como el dictado de clase, que en nuestro país no es un problema menor. Es que tenemos uno de los ciclos lectivos más cortos del mundo y en la última década ni siquiera hemos podido garantizar los 180 días de clase mínimos a todos los alumnos del país, estipulados en la Ley 25.864 ni mucho menos cumplir con el artículo que indica que los días perdidos deben ser recuperados.
La ley está vigente, pero aplicarla parece ser una cuestión de interpretación. Basta compararnos con los 245 días que se dictan en Japón o Corea, con los 220 de Costa Rica, o con los 200 de México, Chile y Perú entre otros países de la región. Además, nuestras escuelas son, en su mayoría, de jornadas de cuatro horas: recordemos que la Ley Nacional de Educación indicaba en el 2006 que todas las escuelas primarias deberían ser de jornada completa y la Ley de Financiamiento Educativo fijó como objetivo que a fines del 2010, el 30% de las mismas deberían ser de jornada extendida; sin embargo, en la actualidad, solo el 10% ofrece esa modalidad. A su vez, tenemos los indicadores que arrojaron las Pruebas PISA 2012 que hacen más preocupante la situación al presentar a la Argentina en la escala de ausentismo docente en el segundo lugar, entre los 65 países, con un promedio de 59% solo superado por Uruguay con un 65% lejos de los países de latinoamericanos como Perú 16%; México 17%; Colombia 22%; Chile 25%, Costa Rica 28%; y muy lejos del promedio mundial que oscila alrededor de un 13%. Otro dato -que involucra la responsabilidad de las familias- es que contamos con el ausentismo escolar más alto de todos los medidos, que nos afecta en un 58%, en comparación con el 2% de los países asiáticos, y de los países hermanos como Colombia donde el ausentismo escolar es de apenas un 4,4%, Chile con 7,7%, Perú con 14,2% o Brasil con 20,3. Tomando todos estos indicadores, podemos hacer una alarmante comparación, si consideramos como ejemplo a Chile, donde se dictan cerca de 300 horas más de clase por año que en nuestro sistema, obtenemos como resultado que en sólo los primeros siete años de educación primaria un alumno trasandino tiene 2.000 horas de más de clase que uno argentino en el mismo período. Las consecuencias están a la vista: basta observar los resultados obtenidos por los alumnos de un país y de otro en todas las pruebas internacionales de evaluación de calidad educativa como las PISA o las TERCE de los últimos años. La pérdida de días y horas de escuela es un problema grave, que no deben minimizar ni los funcionarios ni los gremios docentes, pero tampoco las familias.

Daniel Santa Cruz es consultor de la Fundación Centro de Estudios de Políticas Públicas (CEPP)

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