domingo, 19 de enero de 2014

Kicillof, actor de una obra floja de libreto

POR ALCADIO OÑA – Clarin

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19/01/14-Clarin

La escalada del blue y la de los dólares alternativos, el tembladeral cambiario y la ineficacia de las medidas que ensayó hasta ahora, siembran serias dudas sobre la pericia de Axel Kicillof para manejarse en situaciones críticas. Y no puede alegar que es un recién llegado, pues ha sido arte y parte en el cepo, en el blanqueo y en el actual modelo de mini devaluaciones aceleradas y fue aliado de Guillermo Moreno en las jugadas más controvertidas.

Todo cierto, pero es justo e injusto a la vez cargarle la factura completa. Finalmente, Kicillof fue encumbrado al puesto que ocupa por decisión de la Presidenta y por decisión de la Presidenta está copando casi todos los espacios del área económica. Entre los grandes, pugna por sacar de la cancha a Ricardo Echegaray, el jefe de la AFIP. Y si no ha ido por la Secretaría de Hacienda es porque se trata de un territorio pantanoso, donde tallan fuerte el conocimiento de las herramientas y la cintura política de Juan Carlos Pezoa.

Así, sin reparar en la inexperiencia, Cristina Kirchner premió las ideas y el modo como Kicillof interpreta la realidad, que por lo demás ella comparte. De paso, premió a esa juventud maravillosa, también rentada, que se expresa en La Cámpora dirigida por su hijo.

Es un secreto a voces en la city que el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, aconseja recortar el gasto público, aflojar con la emisión y darle más vuelo a las tasas de interés. Y pese a que siempre fue un hombre de consulta de Cristina y aterrizó en el BCRA por pedido expreso de ella, Fábrega jamás logró perforar el blindaje del ministro:“Kicillof le dice cómo deben ser ciertas cosas y no da lugar a ningún debate”, cuentan en los bancos.

Al ministro no sólo lo mueve la ambición de poder: “También se ocupa de hacer notar que lo tiene”, dicen empresarios que lo han visto últimamente. Salvo por los modales, opera muy parecido a Moreno. Y, por lo mismo, Olivos mantiene un lazo de dependencia semejante al que había con Moreno.

Son, entonces, la economía y la política juntas.

¿Por qué antes de nombrarlos, Cristina no reunió a Kicillof y a Fábrega, testeó sus opiniones y al final coordinó una estrategia y definió una hoja de ruta? La respuesta está en su sistema de gestión, y así son los resultados.

Dentro de este régimen exótico, a fines del año pasado Kicillof imaginó un Plan A para enderezar el mercado. Consistía en continuar con las mini devaluaciones aceleradas para llevar el dólar oficial a 7 pesos en enero y a 8,40 el contado con liquidación, o sea, las operaciones con bonos que pueden marcarle el paso al blue. Así, se habría logrado reducir la brecha cambiaria del 36% de entonces al 20%.

Atractivo en el boceto, el plan capotó a poco de haber nacido. Está cantado que enero terminará con el dólar oficial en por lo menos 7 pesos, pero flaquearon fuerte otras patas de la estructura: el viernes, el contado con liqui cerró a 10,2 pesos y la brecha entre ambos no es del 20% sino del 50%. El blue siguió su ruta, hasta bordear los 12 pesos.

Pasa, luego, que las expectativas se han exacerbado en lugar de orientarse hacia un sendero de mayor tranquilidad. Hasta ahora, tampoco han servido otros instrumentos para sacar al blue del centro de la escena, como que la ANSeS malvenda títulos dolarizados de su cartera y descapitalice el fondo de los jubilados o que el Central haya reflotado la alternativa del dólar Bolsa, un remedo del liqui.

“Faltan dólares que todo el mundo quiere y sobran pesos que nadie quiere, y mientras nada altere este escenario persistirá la turbulencia cambiaria”, dice un ex funcionario del actual gobierno.

Encima, las reservas del BCRA no paran de caer. En lo poco que va del año, se han perdido US$ 841 millones, lo cual no sería preocupante si fuese un fenómeno transitorio. El problema es la tendencia y, justamente, la tendencia incentiva la avidez por las divisas de la entidad.

En 2011, bajaron US$ 5.770 millones. El derrape siguió con 3.100 millones en 2012 y saltó a 12.700 millones el año pasado (verinfografía). La suma canta impresionantes 21.570 millones de dólares.

Eso significa que en tres años el stock del Central se achicó un 42%. La sangría continúa, pese a las divisas que ingresó Chevron, a los fondos adelantados por las cerealeras a cuenta de futuras exportaciones y a que YPF tomó deuda. Todo luce bastante parecido a una puerta giratoria, donde lo que entra, sale.

La mira está enfocada hacia abril, cuando deben empezar a llover los dólares de la súper soja. Mejor sería decir debieran empezar, pues la experiencia de 2013 demostró que ese proceso puede dilatarse varios meses.

Pero aún en la hipótesis más optimista, con eso solo no alcanza. Primero, porque el cepo cambiario desalienta por completo el ingreso de divisas y, luego, porque con un stock de reservas menguado deben ser afrontados el pago a los acreedores, la enorme factura energética y el resto de las importaciones.

Puesto de otra manera: el año pasado, las exportaciones del agro dejaron más de US$ 23.000 millones y al Central se le fueron 21.570 millones. Claramente, la puerta giratoria.

El pago de la deuda y las importaciones energéticas son dos piezas de hierro, remachadas. Y si los dólares resultan insuficientes, las que pagarán son las importaciones de bienes e insumos clave en los procesos productivos, aunque eso comprometa la actividad económica.

Sin descubrir la pólvora, un economista afirma: “Alguna vez debieran ponerse a trabajar en un plan antiinflacionario de verdad, en lugar de sacar una pequeña lista de precios controlados, porque una inflación siempre en dos dígitos y ahora rumbo al 35% descalabra todo”. Descalabra muchas cosas, y también descalabra los salarios y las jubilaciones: un ajuste liso y llano, aunque por otros medios.

Entre los que sacan rédito del disloque están los consultores. Las empresas, sean nacionales o filiales de multinacionales, buscan desesperadamente alguien que las oriente sobre adónde va la economía, en qué punto se frenará el dólar y si hay riesgos de choque o de desenlaces aún peores. Claro está, las decisiones que tomen serán defensivas.

Directores de esos institutos cuentan a coro: “Pocas veces hemos tenido tanto trabajo durante el kirchnerismo. Decidimos no salir de vacaciones, porque hay que estar disponible para cualquier consulta o para corrernos a dar una charla de una hora apenas nos llamen”.

Así se trate de gente con mucho tiempo en la profesión, las respuestas son necesariamente tentativas, porque, dicen, “es imposible acertar con funcionarios que andan a tientas”.

A varios les piden información desde Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay. “Sólo falta que me llamen de las Seychelles”, bromea un consultor. Ya fuera de broma, el problema está aquí y así seguirá mientras el Gobierno no encuentre la salida de un laberinto intrincado que él mismo construyó.

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