viernes, 13 de diciembre de 2013

Plátanos

http://www.clarin.com/ciudades/Malditos-platanos_0_1045695514.html

Malditos plátanos

POR BERTO GONZÁLEZ MONTANER
Son bellos, dan mucha sombra y se destacan en el arbolado porteño. Pero sus flores disparan las alergias y tapan cañerías.
IMÁGENES

Añosos. En la Ciudad hay unos 75.000 plátanos de sombra. / GERARDO DELL’ORO

ETIQUETAS

11/12/13-Clarin

Cuando los últimos calorcitos de la primavera van anticipando el tórrido verano, especialmente en noviembre, algunas de las grandes y privilegiadas avenidas de la Ciudad se llenan de color. Los lilas pintan las copas de los jacarandás plantados hace más de 100 años por el célebre paisajista Carlos Thays. Pero también es la época en que los plátanos largan su molesto e irritable polvillo. Ese que proviene de los penachos de pelos que tiene su fruto. Alguna vez, el Negro Sánchez, editor por muchos años de la mítica Segunda Sección de Clarín, me contó la polémica que tuvo con Rodolfo Livingston. El autor del famoso libro Cirugía de casas defendía a rajatabla esta especie para el arbolado urbano. El Negro, vecino de calle arbolada de Villa Luro, se sentía víctima de ellos. El polvillo le atacaba la alergia. Y, lo que es peor, las inquietas raíces tapaban las cañerías de su casa.

En el frente de mi casa también hay plátanos. Nada original, el plátano representa un 15% de los 500 mil árboles que hay en la Ciudad. Y fue elegido históricamente para el arbolado público por su rápido desarrollo, su longevidad (llega a los 300 años) y por su valor ornamental.

Estando de vacaciones, un día me llama mi suegra que había quedado al cuidado de casa. Tratando de no alertarme mucho me dijo suavemente: “Se cayó el techo”. La noticia bastó para que levantáramos campamento y retornáramos. Había llovido fuerte. La primera hipótesis fue que los desagües pluviales no habían dado abasto, el agua habría rebalsado las canaletas descargando su caudal sobre el cielorraso, que no aguantó el peso y se desplomó. –Lo que es el cambio climático –me dije. Ya las lluvias no son lo que eran y las dimensiones de las canaletas diseñadas para otros tiempos menos tropicales, no alcanzan… Verdad, claro está; pero no suficiente.

Subí al techo de chapa por primera vez. No hacía tanto nos habíamos mudado. Sencillo, las canaletas estaban tapadas por hojas y polvillo producto de los pelos que larga su fruto. Era febrero, tiempo de frecuentes lluvias y época en que los plátanos empiezan a perder sus hojas. Limpieza a fondo y santo remedio, me dije. Si se quiere tener una casa, hay que ser sistemático con el mantenimiento. No pasaron 10 días y se vino una nueva lluvia torrencial. Pero esta vez el agua no vino de arriba sino de abajo. El agua salía a borbotones por la boca de de- sagüe del patio. Aparentemente la cañería no alcanzaba a evacuar el caudal de agua. Salí a la calle para ver qué pasaba con el desagüe pluvial. ¡No había! Recién ahí recordé que hay partes de la Ciudad donde efectivamente no hay caños pluviales que descargan al llamado cordón-cuneta. Sencillamente van a parar a la cloaca.

Destino: ferretería. Me compré un equipito para destapar… Y a trabajar. Abrí la tapa de inspección, hice correr la varilla con unos ganchos en la punta. Y a la vuelta arrastré grandes pedazos de raíces del hermoso plátano de la vereda. Fue ahí cuando recordé la polémica entre el Negro Sánchez y Rodolfo Livingston.

No fue suficiente, en la siguiente lluvia decidí pescar al victimario in fraganti. Subí al techo y pude ver cómo ante un mínimo escollo, el polvillo se empezó a acumular formando una montañita que rápidamente se convirtió en un dique que obstruía la canaleta. ¡Eureka! Aquí está la causa de mis infortunios.

Detectado el problema, llamé al techista. Armó una pequeña estructura para cubrir todas las canaletas con alambre tejido y, lo más importante, a partir de ahí impuse en la casa un régimen para limpiarlas. Ahora lo hace Juan, mi hijo, que cada 15 días sube al techo de chapa y baja con bolsas cargadas de hojas y pelusas. Yo, casi me olvidé del asunto y me he vuelto a reconciliar con los plátanos. Me encanta la forma de su tronco, el tupido follaje que protege de calores intensos y haber entrado en conciencia que es una suerte de pulmón urbano porque sus grandes hojas tienen la capacidad de absorber anhídrido carbónico. Y no sólo eso, hasta usé la paleta de colores de su corteza como inspiración para pintar un departamento. Vieron qué lindos, sobrios y bien engamados están.

No hay duda, mientras no llueva mucho, la naturaleza es perfecta

No hay comentarios: