martes, 22 de septiembre de 2015

Educación: el orden que tuvimos y debemos retomar

Tribuna.Gustavo Iaies

Como era que los padres bancaban todo o casi todo? ¿Puede ser que apoyaran a una maestra que te ponía de plantón o te dejaba sin recreos? Cuesta entenderlo, pero la idea que nos ha quedado es que aquello que se decidía en la escuela era intocable, indiscutible, que nuestros padres no miraban tanto el contenido como el lugar del que había emanado la orden: la escuela.
¿Cómo fue que ese esquema se desarmó? ¿Cuándo fue que los padres dejaron de aceptar las reglas de la escuela y empezaron a operar desde sus criterios? Sobre finales de los ‘80, los padres empezaron a sentirse culpables con ese orden social y esa autoridad. Nos peleábamos con la escuela de nuestros padres, la familia, la sexualidad, las formas. Esa pelea, en muchos casos, era con nuestros hábitos, formas, ideas, también lo era con la escuela.
Así fuimos negociando los límites que les poníamos a los chicos, perdimos la idea de que la autoridad les servía, nos empezamos a cuestionar nuestro rol como adultos. Y eso dejó a los chicos delante de unos adultos confusos, metidos en una discusión con su pasado, con la sociedad, con ellos mismos, que los obligaba a reposicionarse, a construir un camino que no les era ofrecido.
Era muy distinto discutir con unos padres que se plantaban seguros, más allá de su convicción, que con nosotros que dudábamos, negociábamos, cambiábamos de posición. Y los chicos empezaron a convivir con esas dudas, con esos cambios, con esa forma de vivir.
Y así perdieron, y perdimos, la idea de que había cosas que estaban bien y otras que no, dependía el contexto, el momento, quién lo hacía, las razones, el modo, se empezó a volver justificable lo que nunca hubiéramos justificado. La disciplina dejo de ser un tema central y empezó a serlo la motivación, cómo lograr entusiasmarlos, dejamos de pensar cómo hacíamos para que hicieran lo que creíamos que era bueno para ellos.
Y surgió el bullying, empezaron a resolver los problemas entre ellos sin incluirnos, se empezaron a lastimar al consumir, fuera de nuestro control. Perdimos gobernabilidad sobre lo que hacen y piensan, nos cuesta conducirlos. ¿Es bueno para ellos? ¿Para nosotros? ¿Les sirve para crecer? Pareciera que no, que era una gran cosa tener adultos con los que pelearse. Los chicos no encuentran pautas, nosotros nos preguntamos si es bueno plantearlas.
No parece bueno volver al pasado, pero sería interesante volver a plantear un límite, un parámetro. Al principio, como podamos, ponernos duros, plantear valores, ideas, cambios y no sentirse culpables por hacerlo.
Construiríamos una sociedad más clara, con la claridad de entender un mundo en el que cada uno tiene su lugar. Parecería más simple para todos.
Gustavo Iaies
Presidente de la Fundación CEPP

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