Las amistades de la Primaria
Un cruce fortuito y casual entre Lizzie y Dudi en un lobby de Ushuaia, en el verano de 2008, devolvió al grupo la pasión de una memoria ya lejana. Pronto brotaron los recuerdos del tiempo de la infancia, el grato asombro de episodios todavía nítidos entre los viejos compañeros de aquella época irrepetible. Esa apurada charla pronto se vol- vió promesa: generar un encuentro con todos los compinches de aquellos primeros juegos, sonrisas y travesuras. En 1972 habían dejado la escuela Eccleston, de Flores, con su diploma de egresados bajo el brazo. Era un grupo sólido y unido, como en todos los colegios, pero el tiempo lo fue diluyendo. No fue olvido, sino otros horizontes, distintos proyectos.
Sin embargo, las añoranzas del tiempo feliz no se rindieron así nomás. Un trabajo artesanal, con ayuda de las redes sociales, sirvió para ubicar a quienes crecieron cuando celulares e Internet sólo podían ser fantasías de Julio Verne. Aquellos alumnitos, devenidos en hombres y mujeres de 48 años, finalmente se reencontraron, cada uno con su propia historia a cuestas. Cara a cara, de a poco reconocieron a aquellos chiquilines que fueron. Y en minutos, nomás, se derritió el hielo. La antigua amistad y el cariño reaparecieron con la fuerza indómita de la vida recuperada. Y lo que iba a ser una única reunión no paró nunca más. Ya llevan siete años de encuentros sin baches. Los códigos compartidos y la esencia intacta de esas personitas de pantalones cortos y jumpers siguen vigentes en estos adultos de hoy. Nada los detiene. Son el testimonio de una amistad que traspasó los tiempos.
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