Aquella chica del charango
Son los primeros años setenta en la escuela de Danzas de Morón. Acaba de terminar la clase de Zapateo y empieza la de Instrumentos Autóctonos, cuando Ligia Aulita de Vázquez, tremenda maestra, les propone a los chicos armar un conjunto. Quena, bombo, guitarra criolla y voces tienen, pero para hacer la música del noroeste falta el charango. Ligia pone uno en manos de Adriana, de ocho años. La nena toca unos acordes y convierte ese sonar en algo similar al aleteo de un colibrí.
Luego encara con ternura y firmeza a sus padres para tener uno propio y al poco tiempo Marga y Lorenzo llegan a su casa con un charango hecho de mulita, con cuerdas de tanza que se usa para pescar. Desde entonces, Adriana se funde y se hace una con el instrumento, y se convierte en una de las charangueras más talentosas de la Argentina.
A Jaime Torres lo ve por primera vez en una tele blanco y negro y ahorra peso por peso para ir a escucharlo; sus maestros son Rolando Goldman y Toro Stafforini. La distinguen la potencia, belleza y sutileza con la que imprime de sonidos y colores el paisaje que su música atraviesa y el corazón de la audiencia. Toca acá y en la Puna, en Bolivia, México, España e Italia.
Sola o junto a unas cholas, en grupo o invitada por Divididos, pese a la resistencia de un medio de fuertes resabios machistas. Junto a ella, otras mujeres también ejecutan y componen para charango. Son pocas las charangueras, pero cada vez son más y van abriendo el camino.
Laura HaimovichiLuego encara con ternura y firmeza a sus padres para tener uno propio y al poco tiempo Marga y Lorenzo llegan a su casa con un charango hecho de mulita, con cuerdas de tanza que se usa para pescar. Desde entonces, Adriana se funde y se hace una con el instrumento, y se convierte en una de las charangueras más talentosas de la Argentina.
A Jaime Torres lo ve por primera vez en una tele blanco y negro y ahorra peso por peso para ir a escucharlo; sus maestros son Rolando Goldman y Toro Stafforini. La distinguen la potencia, belleza y sutileza con la que imprime de sonidos y colores el paisaje que su música atraviesa y el corazón de la audiencia. Toca acá y en la Puna, en Bolivia, México, España e Italia.
Sola o junto a unas cholas, en grupo o invitada por Divididos, pese a la resistencia de un medio de fuertes resabios machistas. Junto a ella, otras mujeres también ejecutan y componen para charango. Son pocas las charangueras, pero cada vez son más y van abriendo el camino.
lhaimovichi@clarin.com
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