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- 19/08/15
Noemí Zaritzky, una ingeniera que acercó el laboratorio a la vida cotidiana.La reconocieron por su trayectoria. Desarrolló desde hamburguesas saludables a formas de descontaminar aguas.
La premiada. Noemí Zaritzky se recibió a los 20 años y ahora dirige un centro del Conicet. Foto: Mauricio Nievas
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- Valeria Román
Por primera vez en su historia, el prestigioso premio de la Fundación Bunge y Born que reconoce una trayectoria brillante en la ciencia argentina desde 1964 será dado a una mujer. Lo recibirá hoy Noemí Zaritzky, que a los 20 años ya se había graduado como ingeniera química en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Con varios equipos de trabajo y mucha pasión y creatividad, Zaritzky logró soluciones para resolver desde la generación de alimentos más saludables hasta para hacer que las industrias sean más amigables con el ambiente.
Gracias al trabajo de Zaritzky, pronto en las cocinas se podrían usar bolsitas hervidoras o separadores que están hechos con almidones y se degradan. Así, se reduciría la cantidad de residuos plásticos. Las verduras y las frutas podrían estar recubiertas también en esas películas biodegradables, que a su vez duplicarían el tiempo de vida útil durante el almacenamiento refrigerado. Las hamburguesas (con aceites de pescado) serían más saludables, pero con la misma textura y gusto que las tradicionales. Y las personas celíacas podrían contar con masas no leudadas y pastas de mejor calidad en comparación con las que ya existen en el mercado.
Para que la industria procesadora de alimentos contamine menos, Zaritzky –que dirige por concurso el Centro de Investigación y Desarrollo en Criotecnología de Alimentos, que depende del Conicet y la UNLP y tiene 150 investigadores–, desarrolló técnicas que utilizan coagulantes naturales para tratar efluentes, y creó tecnologías que se aprovechan del trabajo colaborativo de las bacterias. Los microorganismos forman “consorcios” que consumen contaminantes y purifican el agua. De esta manera, las empresas que empleen esos desarrollos podrían contaminar menos las aguas de ríos, arroyos y lagunas. Por si fuera poco, Zaritzky le encontró la vuelta al problema de los residuos que se generan por el procesamiento de langostinos, centollas, camarones y cangrejos en la Patagonia. De esos crustáceos, se obtiene el quitosano, que sirvió para sintetizar micro y nanopartículas que son capaces de descontaminar aguas con cromo, un agente cancerígeno. Con la investigadora Jimena Dima, del Centro Nacional Patagónico, hicieron experimentos que demostraron que las nanopartículas pueden remover el 90% del cromo en menos de 3 horas. Ahora, están trabajando en el diseño de una planta de producción de quitosano en Puerto Madryn, a partir de los residuos de la industria pesquera.
Las aplicaciones de los trabajos de Zaritzky son variadísimas. Por la originalidad de sus investigaciones, especialmente en criopreservación de alimentos y material biológico, la trascendencia de los resultados al sector productivo y la formación de otros investigadores, el jurado del Premio Bunge y Born 2015 en ingeniería de procesos (presidido por Roberto Williams y Miguel Laborde) decidió otorgárselo a Zaritzky. Antes, sólo había sido recibido por hombres, como los científicos Luis Federico Leloir, Andrés Stoppani y Gabriel Rabinovich. “Fue una gran sorpresa”, contó la doctora a Clarín. Desde chica, tuvo en claro que su vida iba a pasar por las ciencias. A los 16 años, se recibió de maestra, y luego aprobó materias de un bachillerato para poder entrar en la universidad pública. A los 20 años, Zaritzky ya se había recibido de ingeniera química, y un compañero de la facultad se convirtió en el amor su vida: se casaron al año siguiente. Hoy tienen 3 hijos y 4 nietos. “Siempre me gustó la investigación y la docencia, y aún sigo porque son los motores de mi vida. También disfruto mucho cuando estoy con mi marido y mis hijos y cuando juego con mis nietos”, comenta Zaritzky, que se dedica también a cocinar, a hacer los arreglos de su ropa y a escuchar jazz y música brasileña cuando no trabaja como científica. De su empeño resultaron innovaciones que están patentadas. Muchas, a la espera de que la industria las adopte masivamente. “Mi sueño es que todos mis trabajos sirvan para mejorar la salud de la gente como la del ambiente. Hace falta que las empresas adopten las tecnologías que hemos desarrollado”.
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