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- 11/08/15
Afirman que las vacas emanan más gases que toda la industria
La producción agropecuaria y el cambio climático en la Argentina.Eructan sustancias de efecto invernadero como el metano, lo que hace subir la temperatura del planeta.
Contando gases. El doctor Guillermo Berra, en el centro experimental del INTA, en Castelar, con una vaca que lleva un collar tubular. Foto: Rubén Digilio
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- Marina Aizen
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@marinaaizen
La vaca no sólo es parte de la historia y de la identidad de los argentinos, sino también una potente fábrica de emanaciones que calientan el clima. Cada tres minutos, un animal realiza un resoplido por la nariz, que no es un suspiro sino un eructo. De no hacerlo, explotaría: en el interior de su gran estómago –el rumen– hay bacterias que descomponen todo lo que comen, y en ese complicado proceso elaboran dióxido de carbono y metano. Según Sebastián Galbusera, uno de los autores del reciente inventario de gases elaborado por la Secretaría de Medio Ambiente, la ganadería produce 16 por ciento de las sustancias que modifican el clima. La industria y la energía que esta consume en sus procesos, en cambio, originan sólo el 13 por ciento.
Tenemos un stock de cerca de 50 millones de cabezas. En conjunto con la agricultura, el campo -que es el gran motor de la economía de la Argentina- genera casi el 50 por ciento de las emisiones, contra el 43 por ciento del sector energético y de transporte.
Si bien la Argentina sólo emite del 0,88 por ciento de los gases de efecto invernadero del mundo, la cifra per cápita es más alta que la de un francés o un italiano. Y aunque ésta es una comparación un poco odiosa, nuestra huella de carbono se explica en gran medida por la adicción a los bifes. Pero como el campo está en el ADN del país, entender cuántas emisiones tenemos y cómo se producen es parte del proceso de reducirlas sin sacrificar uno de los sectores clave de la economía. Y en eso trabajan en el INTA de Castelar.
En el campo de INTA, hay tres vacas que nunca han sido bautizadas, que mientras pastan llevan un tubo en el cuello que se parece a una “V” invertida. Allí se van depositando los gases que eructan por vía nasal. Al revés de lo que se cree popularmente, las flatulencias vacunas no contienen una significativa porción de metano, un gas 21 veces más potente que el dióxido de carbono. Sin embargo, permanece en la atmósfera muchísimo menos tiempo: la descomposición dura entre 7 y 10 años. El dióxido de carbono tarda, en cambio, unos cinco siglos en desintegrarse.
Las excretas de las vacas, sólidas y líquidas, son un problema también porque tienen un alto contenido de nitrógeno, que al entrar en maridaje con las bacterias del suelo producen un gas aún más potente: el óxido nitroso. Este tiene un poder para atrapar los rayos del sol entre 210 y 310 veces superior al dióxido de carbono y permanece en la capa gaseosa superior de la Tierra hasta 190 años.
Por todo eso, el equipo del doctor Guillermo Berra, en el INTA, analiza los gases en un cromatógrafo, sacando las cuentas de las emisiones. El 70 por ciento de las emanaciones de una vaca son de metano y el 30 por ciento, de óxido nitroso. Una vaca lechera, que pesa el doble que un bovino de carne, produce más metano que una que va a parar al asador. La primera fabrica casi 92 kilos de metano por año; la segunda, casi 52. En cambio, un cerdo sólo emite 1 kilo de metano, un caprino 5, un ovino 5 y un equino 18.
Berra explica que el rumen de la vaca es como un gran “lavarropas que mezcla 150 litros de agua y pasto con bacterias” y que cuanto peor es la calidad del alimento que una vaca consume, mayor es la cantidad de metano que ésta emitirá. Por eso, mejorar la ingesta de los bovinos es una de las estrategias para bajar su impacto en la atmósfera. Otras consisten en mejorar la tasa de destete, de reproducción de los animales y el engorde.
“Todo lo que se mejore en eficiencia, mejora en emisiones por unidad de producto”, señala.
Berra también añade que hasta ahora no han sido exitosos los procesos para cambiar la fauna ruminal de las vacas por bacterias que no produzcan metano. Lo que sí probaron en el INTA, y con éxito, es capturar el gas para utlizarlo en el funcionamiento de un auto y una cocina. Pero el experimento con el biogás no es económicamente viable, aunque nunca se sabe si mañana un emprendedor le encontrará la vuelta.
Por su alto impacto, no es imposible que la vaca se transforme en una carne políticamente incorrecta, por lo que bajar su huella es crucial para la Argentina. En sus posibles escenarios de mitigación, la Secretaría de Medio Ambiente plantea hacer más eficiente la producción, de manera que por cada kilo de carne sea menor la tasa de gases. Cómo se traducirá en política todo esto, aún es un misterio. La Argentina tiene una tasa de destete de 62 cada 100 vacas, mientras que en Estados Unidos es de 85.
La Asociación de Cooperativas Argentinas de San Nicolás desarrolló un suplemento alimenticio que adelanta el desarrollo del rumen en los terneros, lo cual hace posible un destete más temprano. Con esto se reducen las emisiones un 12 por ciento. Ahora, explica el veterinario Alejandro Lis, se están testeando ejemplares adultos en cámaras respiratorias, con la hipótesis de que los beneficios en recorte de metano continúan cuando crecen.
En el cálculo de la huella de carbono de una vaca se tuvo en cuenta también el corrimiento de la frontera agrícola, indicó Galbusera a Clarín. Para tener mayor superficie sembrada de soja, se desmontó el bosque chaqueño para destinar ganado a zonas marginales. Hay que recordar que cuando talan árboles, se libera el dióxido de carbono que absorbió mientras estaba en pie. Todo esto aumentó la cuenta global de la ganadería. En esas zonas, la pastura es de inferior calidad. Y a peor digestibilidad, más gases de efecto invernadero. Mal negocio para el país y para el clima del mundo.
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