- Clarin.com
- Mundo
- 07/08/15
Historias . La normalización de la relación entre Estados Unidos y Cuba que durante años fue problemática está transformando de nuevo el espacio marítimo de 145 kilómetros entre ambas naciones en una zona de recreo para cruceros gigantescos y llamativos yates de lujo.
Seguridad en torno al yate Still Water, que atracó en la Marina Hemingway de La Habana. AP
Un yate de tres millones de dólares partió de Key West esta semana con dos parrillas para asar carne, televisión con 250 canales vía satélite y un plan por si se tuviera que rescatar a balseros cubanos desamparados en el Estrecho de Florida.
Después de cuatro horas de navegación sin contratiempos el yate Still Water atracó en la Marina Hemingway de La Habana. Los adinerados pasajeros desayunaron salmón ahumado y bizcochos, luego abordaron un autobús del gobierno cubano con aire acondicionado para realizar una visita de un día a la ciudad.
La Guerra Fría convirtió el Estrecho de Florida en un escenario de amenaza de confrontación nuclear y una tumba de miles de balseros que buscaban una mejor vida en Estados Unidos. Ahora, la normalización de la relación entre Estados Unidos y Cuba que durante años fue problemática está transformando de nuevo el espacio marítimo de 145 kilómetros entre ambas naciones en una zona de recreo para cruceros gigantescos y llamativos yates de lujo.
Por primera vez en décadas, el gobierno estadounidense está autorizando un rango amplio de viajes marítimos de gran escala a Cuba. Desde que se inició la distensión el año pasado, el gobierno del presidente Barack Obama ha emitido permisos a decenas de embarcaciones, al menos a cinco compañías de transbordadores, a cuatro líneas de cruceros y a la empresa de Palm Beach que rentó el Still Water. El yate de 24 metros de largo tiene internet satelital, cuatro camarotes y un bar.
“Es una pequeña burbuja. Uno puede tener las comodidades de casa en La Habana”, dijo Jim Friedlander, presidente de Academic Arrangements Abroad, grupo que ayudó a organizar el viaje.
Funcionarios de turismo de Cuba y aficionados y empresarios estadounidenses vinculados al paseo en embarcaciones se frotan las manos ante el posible retorno de los días de fiesta previos a la revolución socialista en la isla, cuando miles de estadounidenses adinerados navegaban anualmente a La Habana para gozar de largos fines de semana de esparcimiento tropical.
“¿Cuál es el mercado natural para el turismo náutico en Cuba? Estados Unidos, primer país del mercado del yatismo internacional”, dijo José Miguel Díaz Escrich, comodoro del Club Náutico Internacional Hemingway de Cuba. “Si antes de la revolución venían algunos miles de yates a cuba hoy estaríamos hablando de decenas de miles de yates que vendrían''.
Fidel Castro calificó en 2005 a los cruceros como “hoteles flotantes, restaurantes flotantes” que “visitan los países para dejarles la basura, las latas vacías y los papeles por unos cuantos miserables centavos”. Pero bajo el mandato de su hermano y sucesor, el presidente Raúl Castro, el gobierno parece no tener tales reservas. Cuba ha estado aprobando rápidamente pedidos de puerto por parte de barcos cruceros estadounidenses nuevos, y planeando nuevas marinas con miles de lugares para que atraquen yates en las contaminadas aguas de la bahía de La Habana, así como en las aguas de arena blanca del centro turístico de Varadero, aproximadamente a una hora y media de distancia en automóvil.
Incluso los primeros indicios de un auge en la llegada de embarcaciones está dando origen a contrastes sorprendentes, surrealistas, con un creciente número de costosas embarcaciones de placer recorriendo aguas donde pescadores cubanos navegan sobre botes desvencijados, aguas sobre las cuales un creciente flujo de migrantes se dirige al norte en balsas inestables.
El turismo en sí sigue siendo ilegal bajo el embargo. El corredor de yates Paul Madden recibió permiso del gobierno de Obama el mes pasado para operar renta de yates para viajes de “persona a persona” con guías de los gobiernos estadounidense y cubano que conjuntamente acompañarán a grupos a través de actividades de todo un día en tierra para fomentar la interacción entre ciudadanos cubanos y estadounidenses. Cruceros con licencias nuevas operarán bajo el mismo modelo.
El aumento de los viajes en embarcaciones de esparcimiento es una señal del ansia de los dos países para que la normalización de relaciones sea irreversible para gobierno futuros, dijeron expertos.
“Durante mucho tiempo la atmósfera no era la correcta. La hora del cóctel en la cubierta de popa y el viaje en crucero eran evocación de turismo” (lo cual está prohibido), dijo Robert Muse, un especialista en ley de Estados Unidos sobre Cuba.
“Me parece que conforme el gobierno de Obama acelera para consolidar lo que será su legado en torno a Cuba no tiene mucho tiempo para preocuparse sobre ese tipo de cosas”, dijo Muse, quien representa a una compañía estadounidense de transbordadores con licencia nueva.
No obstante, expertos en turismo cubanos parecen estar confiados sobre un inminente fin a las restricciones a los viajes en barco a Cuba, las cuales han sido aflojadas y apretadas cíclicamente desde que el presidente Jimmy Carter legalizó brevemente los viajes a la isla en 1977. Muchos estadounidenses dueños de yates, incluidos varios que estaban atracados el jueves en la Marina Hemingway, han realizado escala en La Habana silenciosamente durante años hacia o desde otros puertos, de la misma manera que viajeros aéreos estadounidenses han llegado a Cuba desde Canadá o México desafiando leyes estadounidenses rara vez aplicadas.
El punto de discusión más acalorado entre tales especialistas cubanos ahora es si la isla puede hacer frente rápidamente a lo que se espera será una demanda masiva de instalaciones modernas para embarcaciones.
“La eliminación de las restricciones al turismo náutico, por parte del gobierno de Estados Unidos, como parece que sucederá en un corto plazo, no solo abriría las puertas a los yatistas y demás turistas estadounidenses; sino a muchos yatistas de otros países y clubes náuticos”, dijo José Luis Perello, un profesor de Turismo de la Universidad de La Habana.
Fuente: AP
No hay comentarios:
Publicar un comentario