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- Sociedad
- 02/08/15
Las dos caras de una disciplina que por ahora no conoce límites.De visita por el país, los máximos referentes del tema confirmaron que en pocos años los robots cambiarán la vida cotidiana. Pero alertan por un futuro como el del film Terminator, con máquinas fuera de control.
"No podemos negarlo, los robots ya viven entre nosotros"
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“No podemos negarlo: los robots ya viven entre nosotros”, dice a Clarín Manuela Veloso, la prestigiosa profesora e investigadora de la Universidad Carnegie Mellon, en Pittsburgh, en los Estados Unidos. Veloso es considerada la “madre” del fútbol robótico, por crear tecnologías que ganaron muchos de los campeonatos mundiales, pero ahora está excitada por la nueva generación de máquinas. Sus “Cobots” no lucen como los robots de Futurama, pero tienen su encanto: pueden guiar a los visitantes, llevarle el abrigo y conducirlos hasta el lugar donde ella se encuentra.
La investigadora formó parte del panel de los principales expositores que estuvieron la semana pasada en la Conferencia Internacional conjunta sobre Inteligencia Artificial, que se realizó por primera vez en Sudamérica. El encuentro reunió en Buenos Aires a los popes de ese campo multidisciplinario, que tiene a la filosofía, la psicología, la lógica-matemática y la informática como sus fuentes de inspiración. Hablaron sobre los robots que ayudarían con tareas de la casa o la oficina, conducirían autos, harían descubrimientos científicos, podrían negociar precios y hacer hasta compras de acciones en la bolsa, decidir más cuando visitan planetas extrasolares, o pronosticarían mejor las preferencias de los consumidores.
Pero los especialistas también advirtieron sobre los riesgos que traerán los “robots asesinos”, que son máquinas autónomas que podrían decidir la muerte de seres humanos, como la popular saga de Terminator. En la primera película, corría el año 2029 y las máquinas ya habían esclavizado a gran parte de la humanidad. “Trabajamos en inteligencia artificial y queremos que se fortalezca porque nos traerá muchos beneficios, pero también nos preocupan sus potenciales impactos para el futuro de la humanidad”, afirma Toby Walsh, profesor de la Universidad Nueva Gales del Sur e investigador en el Centro de Investigación de Excelencia NICTA en Australia.
“Si me olvido el teléfono celular y le pido a Cobot que me lo traiga, lo hace”, cuenta la investigadora Veloso, que se destaca en un campo científico aún dominado por hombres. Pero ella reconoce que los robots tienen limitaciones. “A veces no logran percibir la escena que los rodea. Tienen problemas de cognición, por ejemplo, cuando se le pide que vaya a buscar chocolate, pero no sabe qué es. Y también tienen problemas para tomar decisiones, cuando se encuentra con obstáculos no previstos”.
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Desde el reconocimiento de esas limitaciones, Veloso está desarrollando sus modelos de Cobots para que tengan “relaciones simbióticas” con los humanos. “No son máquinas perfectas y estamos intentando que interactúen mejor con los humanos, la Web y otros robots. Si un robot tuviera que cumplir la orden de llevar un teléfono a otra oficina pero se encontrara con una puerta cerrada, podría pedirle a un humano que se la abra. Podría buscar soluciones en la Web o contactar a otros robots que están en otros pisos de la misma empresa. “Los robots serán cada vez más parte de nuestros ambientes”, recalca Veloso.
En tanto, Bart Selman, del departamento de computación de la Universidad Cornell, busca también que los robots sean más colaboradores de la ciencia. Trabaja en el desarrollo de “robots científicos” que ayudarán a hacer cálculos complejos, analizar millones de muestras para estudios químicos, descubrir fármacos para tratar enfermedades y nuevos materiales. “Estamos desarrollando tecnología para acelerar los descubrimientos científicos, y si bien parece algo muy novedoso, hay que recordar que el teorema llamado de los cuatro colores que había sido planteado en el siglo XIX pudo ser demostrado en 1976 por dos científicos que utilizaron una computadora.
Durante la conferencia, Selman recibió uno de los premios más importantes en inteligencia artificial por “expandir nuestra comprensión del problema de la complejidad y desarrollar nuevos algoritmos para inferencia eficiente”.
Michael Wooldridge, presidente de la conferencia internacional conjunta sobre inteligencia artificial y director del departamento de ciencias de la computación de la Universidad de Oxford, en Inglaterra, compartió los avances en software que pueden comprender la situación de los mercados y negociar precios a gran escala para luego hacer compras. “En los próximos 10 años, muchos de las crisis de las bolsas de valores se prevendrán gracias a la inteligencia artificial”.
Y Steve Chien, investigador en inteligencia artificial del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la agencia espacial NASA, de los Estados Unidos, cuenta a Clarín que su gran “chiche” es un proyecto de sistemas autónomos que servirá para que las sondas espaciales tomen más decisiones por sí mismas cuando se encuentren fuera del sistema solar. El mismo sistema se puede usar para monitorear volcanes o la profundidad de los mares.
El argentino Guillermo Simari, investigador de ciencias de la computación en la Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, y organizador local de la conferencia también trabaja en mejorar modelos de agentes inteligentes para reconocer decisiones futuras de usuarios: sirve para predecir gustos por películas, libros.
La Inteligencia Artificial está en auge, con múltiples proyectos. Pero Walsh recalca: “Necesitamos un tratado mundial para prohibir a los robots asesinos cuanto antes. También sería útil que la sociedad debata el aumento del desempleo por el trabajo de las máquinas y que tomen conciencia sobre el impacto de los autos-robots que no tendrán conductores, pero tendrán que decidir quién muere si se les viene otro en dirección contraria”.
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