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- Opinión
- 23/07/15
1958-2016: De la batalla del petróleo a la del gas
Debate.Daniel Montamat
Horacio Cardo
En el primer mensaje presidencial, el 1° de mayo de 1958, Arturo Frondizi expresaba: “Juntamente con la promoción industrial, deberá impulsarse enérgicamente el aprovechamiento de las riquezas energéticas y mineras. Debemos alcanzar el autoabastecimiento energético”. Casi tres meses después, el 24 de julio de 1958, viene el mensaje de “La batalla del petróleo”. “Actualmente el país importa alrededor del 65% de los combustibles líquidos que consume. Sobre unos 14 millones de m3 consumidos en 1957, aproximadamente 10 millones provienen del exterior. La Argentina no puede continuar por este camino que se ha convertido en una peligrosa pendiente de declinación. […]. La opción es clara: o seguimos en esta situación, debiendo recurrir a una drástica disminución del nivel de vida del pueblo con sus secuelas de atraso, desocupación y miseria, o nos decidimos a explotar nuestra riqueza potencial para crear las condiciones de bienestar y seguridad de un futuro próximo y cierto”.
En el mismo discurso Frondizi enumeró los contratos firmados para exploración y explotación entre las empresas petroleras extranjeras y la YPF estatal, y envió al Congreso un proyecto de ley de hidrocarburos (sancionado en noviembre de ese año como ley 14.773).
En el diagnóstico del ex presidente el modelo productivo de sustitución de importaciones para promover el desarrollo industrial de la Argentina tenía una falla estructural: habíamos desarrollado industria liviana dependiente de insumos importados, cuando el país seguía siendo fuerte importador de industria pesada (petróleo, siderurgia, minerales, petroquímica). La dicotomía agro o industria asumía que los dólares agropecuarios iban a financiar el desarrollo industrial, pero el esquema derivaba en recurrentes crisis de balanza de pagos.
A la “la batalla del petróleo” la reivindican sus resultados. El promedio de la producción petrolera de 1962 fue de 272.131 barriles día, y el del consumo doméstico de 292.729 barriles día. Pero la producción de diciembre de 1962 fue de 295.605 barriles día sobrepasando el consumo. El objetivo del autoabastecimiento se había logrado en 4 años, en los que la producción nacional había crecido un 174%.
Mutatis mutandi, hay significativos paralelismos entre los problemas y desafíos energéticos que heredó la gestión del presidente Frondizi y los que heredará la nueva gestión de gobierno a partir de diciembre del 2015.
Hoy como antes el déficit energético ha expuesto la inconsistencia estructural del modelo de sustitución de importaciones con orientación productiva al mercado doméstico. Y hoy como entonces el desarrollo del potencial energético es clave para reorientar el modelo productivo y transformarlo en un proyecto de desarrollo económico y social.
Los datos señalan que en el último quinquenio, las exportaciones de manufacturas de origen industrial (MOI) fueron en promedio de u$s 25 mil millones por año, y el déficit de la balanza comercial sectorial fue de 30 mil millones por año. Es decir, por cada 5.5 dólares que importa el sector industrial, exporta sólo 2.5. Las exportaciones industriales son de 600 dólares por habitante en la Argentina, contra 2400 para México y 9800 de Corea. Los precios excepcionales de la soja disimularon el problema, pero el déficit energético a partir del 2011 puso de nuevo la recurrente crisis de balanza de pagos en el tapete.
En diez años la canasta comercial energética dio vuelta 12.000 millones de dólares (pasó de un superávit de 6.000 millones, a un déficit de más de 6.000 millones en 2014). El gas natural hoy es el principal rubro del déficit energético. De nuevo el dilema: o bajamos la importación de insumos industriales (y cae el empleo y el nivel de actividad), o aumentamos el destino regional e internacional de nuestra producción manufacturada con una estrategia de valor agregado exportable.
Con datos cerrados del año pasado, los consumidores argentinos de gas natural pagaron por el producto 4.500 millones de dólares. Los proveedores (productores locales, gas de Bolivia, gas por barco) cobraron por el suministro 10.300 millones de dólares. La diferencia de 5.800 millones de dólares se cubrió con subsidios que pagamos todos con impuestos, o con financiamiento inflacionario. Son subsidios que benefician más a los ricos que a los pobres.
La cuenta eléctrica fue peor. La demanda agregada del país pagó US$ 2.716 millones y la oferta que generó los electrones facturó 10.325 millones. Los subsidios eléctricos sumaron 7.609 millones de dólares.
Los subsidios energéticos se han erigido en un rubro central del déficit público. Este año van a seguir creciendo por la mayor incidencia del subsidio eléctrico. No hay posibilidad de formular un plan de estabilización serio que apunte a una macro estable sin abordar esta distorsión de la herencia energética.
La batalla del gas natural nos ofrece en el 2016 una oportunidad para revertir la declinación energética y la posibilidad que la energía vuelva a ser una palanca del desarrollo económico y social. El gas natural sigue siendo el principal recurso de la oferta primaria de energía argentina (52%) y el principal combustible para generar electricidad. En esta década nos consumimos las reservas probadas y el año pasado importamos el 30% del gas inyectado en los gasoductos. Con algunos estímulos este año empezó a revertirse la declinación productiva de gas.
Pero una nueva política que recree certidumbre de largo plazo y convoque a la inversión nacional e internacional puede asombrarnos con una reactivación productiva hoy inimaginable.
Daniel Montamat, ex secretario de Energía, ex presidente de YPF
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