lunes, 3 de marzo de 2014

Democracia o dictacracia, ésa es la cuestión

POR MARCELO A. MORENO – Clarin

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01/03/14

El problema es de títulos. Y de su usurpación. El mundo rebalsa de regímenes que se proclaman democráticos y los sufragios se reiteran una tras otro para elegir a la mayoría de los mandatarios. Pero sólo una raquítica minoría de regímenes respeta la división de poderes, la existencia de partidos opositores y de minorías de cualquier tipo, el control de los actos de gobierno por parte de organismos independientes y la libertad de expresión, principios que constituyen la forma republicana de gobierno. Esas son sociedades democráticas.

El presidente Yowen Museveni, que viene siendo reelegido ininterrumpidamente en Uganda desde 1986, tiene en marcha una ley que castiga con 14 años de cárcel a toda persona que haya mantenido una relación homosexual y con cadena perpetua, si el vínculo se ha prolongado en el tiempo.

Resulta una creencia extendida en Africa que la homosexualidad no sólo es una perversión sino que es importada y fue inoculada en el período colonial. De allí que en 37 países de ese continente el amor entre personas del mismo sexo sea ilegal.

Un poco menos visto como un demócrata cabal, aunque reelegido mediante el sufragio desde el 2001, el presidente de Gambia, Yahya Jammeh, anunció hace poco una virulenta cruzada: “Combatiremos contra esas alimañas llamadas homosexuales y gays de la misma manera que luchamos contra los mosquitos de la malaria, si no de una forma más agresiva.” En Rusia rige desde 2013 una ley que prohíbe muy dacronianamente la “propaganda homosexual”, lo cual deriva en la condición delictiva de todo acto o publicación de materiales que se refieran a esta elección sexual sin condenarla. Rusia se jacta de ser una democracia representativa y una república. Sólo que Vladimir Putin, desde el 2000, y su lugarteniente Dimitri Medvéved han ideado un método para alternarse en el poder como presidente y primer ministro de manera rotativa.

Muy democráticamente, claro.

Cuba también tiene una prolongada tradición revolucionaria en perseguir a los homosexuales, enviados durante décadas a campos de reeducación para modificar sus preferencias. El calvario del poeta Virgilio Piñera es quizá el símbolo de la resistencia ante una opresión que no trepida en llegar hasta lo más íntimo. El régimen castrista celebra rituales elecciones pero no pretende travestir el hecho de que se trata de la dictadura más antigua de América: da la casualidad que siempre gana el mismo partido, el único.

En cambio, en la mayoría de los países que, además de decirse democráticos, cuentan con sistemas republicanos, la elección sexual no crea inconvenientes. Incluso en la Argentina, en que las prácticas republicanas navegan entre la timidez y la decadencia, hay una ley que habilita el matrimonio homosexual.

La República Islámica de Siria -hoy en una exterminadora guerra civil- también se dice democrática, aunque las elecciones son abrumadoramente ganadas por un miembro de la familia Asad desde 1970. Lo mismo declama la República Democrática de Corea (Corea del Norte), que lleva desde hace décadas una matanza de disidentes o de simpatizantes no lo suficientemente entusiastas también en “campos de reeducación”.

Como se nota, el concepto de democracia pasa por un velozvaciamiento de sentido.

De visita en nuestro país, el canciller venezolano definió a la reciente protesta opositora contra el régimen chavista de Nicolás maduro como “una estrategia planificada, alentada, promovida, desde hace por lo menos cinco años y que ha entrado en acción para derrocar al régimen democrático”. Fue recibido la semana que termina por la doctora de Kirchner y el ministro de Relaciones Exteriores, Héctor Timerman, ratificó “el total y absoluto apoyo al camino elegido por el pueblo venezolano en las elecciones”. Todo esto, a escasas jornadas de la feroz represión lanzada por el gobierno de Nicolás Maduro contra una masiva protesta opositora, que costó 18 vidas, dejó un tendal de 260 heridos y llevó a la cárcel a cerca de 700 manifestantes.

El régimen chavista se ha caracterizado por imponer severas restricciones a las libertades, en especial a la de prensa. Pero se dice democrático, como lo proclaman, la República Islámica de Irán y la República de Guinea Ecuatorial, con 35 años de Teodoro Obiang, países en los que se celebran elecciones.

Así, la palabra democracia -¿habría que probar con “dictacracia” o “demodura”?- en los albores del siglo XXI aparece más devaluada que el peso argentino y se encamina a querer significar la nada misma.

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