lunes, 30 de noviembre de 2015

Amores perros y de los otros

Clarin.com Opinión 28/10/15

Amores perros y de los otros

Pasiones argentinas.

Magda Tagtachian @magdatagta mtagtachian@clarin.com

Hace mucho tiempo, después de un desamor, adoptó un gato. En la casa del ex había uno y cuando dijeron adiós extrañaba más al gato que al ex. Pasaron casi dos décadas y el felino sigue feliz y campante bajo su techo. Nada cambió desde entonces. O casi. Aunque suene horrible admitirlo, ya quiere que pase a mejor vida el gato. Lo quiere pero más quiere su libertad. Viajar, salir y no preocuparse. Parece una obviedad aclararlo: con semejante perfil, jamás se le había cruzado tener perro. Es más, juzgaba con indisimulada pasión las pasiones de esos dueños que los retratan 24 horas y sus cuentos incontables de incontables destrezas. Hace unas semanas, la designaron cuidadora de Rocky. En su departamento del Centro dejó al gato legendario con agua y comida suficiente y mudó sus valijas y sus dudas a 50 kilómetros. Cada noche que llegaba a su “nueva” casa, encontraba al Border Collie prestado que la recibía con infinita felicidad. Le movía la cola. Le saltaba encima con sus patas embarradas y transformaba su remera en “animal print”. Ella, en lugar de llorar, sonreía. Después cenaban cara a cara y se tiraban los dos en el sillón a leer. Rocky la cuidaba mientras dormía. La esperaba mientras se duchaba. Si salía, no paraba de ladrar. Como boba enamorada cayó en sus redes. Posteó fotos de sus horas felices y contó a sus amigos cada hazaña del perro. Hace un par de semanas regresó a su hogar de siempre con su gato independiente. Apenas si la miró. Le contó de Rocky y de cuánto lo extrañaba. El gato no se inmutó. Anotó la metáfora. Le sonaba de otro amor.

Deprimido

Un tipo muy deprimido decide suicidarse.

Va a un puente con la intención de lanzarse al vacío.

Cuando mira hacia abajo, ve bailando a un tipo en la orilla al que le faltaban los dos brazos... el tipo piensa:

"Joder, yo me quiero matar por problemas de dinero, y este tío sin brazos, a pesar de su desgracia, está bailando..."

Así que baja hasta la orilla del río, se acerca al hombre sin brazos y le dice:

"Amigo, gracias... yo pensaba matarme por problemas económicos, pero al verlo a usted me arrepentí... me dio un tremendo ejemplo,  usted sin brazos y sin embargo, feliz, bailando,... gracias..."

El hombre sin brazos se lo queda mirando y le dice:

"Yo no estoy bailando........ ¡¡¡ME PICA EL CULO!!!”

Teatro

Ese actor de teatro era tan convincente que, cuando él decía en el escenario "¡LLOREN!", el público se ponía a llorar. Si decía "¡GRITEN!", todos gritaban.

Un día se tropezó con una tabla del piso, y dijo "¡¡MIERDA!!".

Todavía están limpiando el teatro...

Diálogos que viajan en taxi

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El viaje empezó normalmente. Aunque, en rigor, no tanto. Apenas abrí la puerta del taxi, un fuerte olor a café me dio la bienvenida a bordo. Extrañada, me pregunté si habrían incorporado esa fragancia a los aromatizadores para auto, lo que me parecía, al menos, curioso. El chofer, de unos 35 años, despejó rápido mis dudas. “Quise contestar el celular con el vasito de café en la mano, y mirá el desastre que hice. Me lo tiré todo encima”.
A pesar de lo enojoso de la situación, sonreía. Empezaba su turno y se lo veía de buen ánimo. “¿Viste? Estuve toda la tarde en mi casa, y el teléfono no sonó ni una vez. Salgo a trabajar, me sirvo un café, lo voy a tomar, y ahí empiezan los mensajes, los llamados...”. “Y sí, le contesto, es la famosa ley de Murphy, ¿no? Si algo puede salir mal, ya se sabe...”.
El tránsito por Libertador fluía con cierta lentitud. Lo usual en estos casos, un comentario sobre los semáforos, sobre el que cruza distraído... El celular no dejaba de emitir distintas clases de sonidos. No sé si se sintió obligado a dar alguna explicación o si, simplemente, necesitaba sacar de adentro esa carga insoportable.
“¿Sabes qué pasa?, arrancó. Hace dos días se murió mi papá, y hoy empecé a trabajar de nuevo. Todos quieren saber cómo estoy. Yo vivía con mi viejo y ahora es duro volver a casa y saber que no hay nadie”.
Me quedé sin palabras. “Saber que no hay nadie”: sentí que justo ahí, con esas palabras, donde terminaba mi viaje, estaba empezando el suyo. Su viaje iniciático. Porque no hay edad para aprender a ser huérfano.

Silvia Fesquet

sfesquet@clarin.com

Yo, Matías por Sendra

- Así es Matías . . . Grecia es la cuna de la Democracia

- ¿ Y Argentina Má ?

- Es el cochecito, Matías . . . siempre lo maneja otro, y nunca sabemos a dónde nos lleva.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Cocinar es saber poner el alma

Clarín 27 Oct 2015

Fernando Sendra fernandosendra@clarin.com

Deberíamos saber un poco más de cocina, de almas y de afectos. Entender que un cariño simple es como una simple torta de manzanas a la que con un toque de canela le estaremos dando un dejo de melancolía. Con azúcar morena, además, le habremos agregado algo de nostalgia. Para equilibrar, lo mejor es adicionarle a ese cariño la ralladura de un limón. Es siempre alegre, fresca, joven … Con pasas de uva quedará sofisticada … quien prefiera, que las saque. Las nueces, en cambio, nos darán una relación culta, sabia y aplomada. Deberíamos saber también que primero hizo falta cultivar un alma, amasarla con la mejor harina y la mejor manteca, claro.

Una pizca de sal, le dará fuerza y base. Pero … ¿y los otros condimentos? ¿Qué hay del aroma del orégano para sentir la brisa del verano, o del ají molido o la pimienta para forjar el carácter de almas, de amistades y de salsas? ¿Y la albahaca, el tomillo, el romero, la nuez moscada, que nos transforman en espíritus complejos? Hay que poner amor, calor, pasión, entrega, para cocinar los vínculos humanos. Usar los doscientos ingredientes que la mano encuentre. Poner la alegría del limón, la convicción de la sal, la jerarquía del morrón, la audacia del picante, la sensatez de los tomates, la astucia del clavo de olor; apostar por el arte de los hongos secos, y no olvidarnos del lujo del azafrán o el sabor eterno de la almendra. Deberíamos saber más de cocina, de almas y de afecto con nuestros hijos, amigos, amores, pares … pero a veces sólo usamos mayonesa y kétchup.

Bondi nuestro de cada día

Clarín 26 Oct 2015

Irene Hartmann ihartmann@clarin.com

Liniers-Correo Central. Como todo colectivo, fue trompudo y hoy luce su globalizada pechera chata. Es rojo, rojo con vivos amarillos y verdes. De lejos lo ves venir con su encendido letrero: “109”. Lo que sí, oscilan dos estirpes de chofer. El buena onda con gesto de buendía (mis saludos al de rulos con crema de peinar) y el amargo serrano que le cobra boleto adulto a la nena a upa, no importa su guardapolvo cuadrillé de jardín público. Debe razonar que no pinta tener 2 años, como para viajar de arriba, ni tampoco 5, para acceder al boleto escolar de 5 centavos.

Pero son buenos tipos los del 109. Reyes de la tercera edad por arrimarse al cordón y justicieros en defensa de la embarazada argentina, en la caótica repartija de asientos reservados.

Pasión de pasajeros a los que el meollo de la adolescencia se les disecó en La Paternal fue un emblemático chofer, tan obse como alegre, que cantaba todas las paradas. Si tu destino era dar un parcial en el radio Medicina-Marce- lo T., olvidate de repasar los apuntes. Como si el mundo se dirimiera en las intersecciones, clamaba: “San Marrrtín y Donato Alvarezzz”, “Gassscón y Córrrdoba”.

No son tan gratos otros instantes a bordo del tragi-lento ramal “x hospital de niños” al ritmo de “pisando huevos”, cuando habías rezado al Olimpo que viniera uno “x Córdoba”, flechazo ausente en la nocturnidad porteña.

Y nada como el rito iniciático del bondi pasadas las 23. Chicos tatuados en la previa, algún paracaidista mayor, música y, adentro, la característica luminaria violeta. En verdad, ultravioleta. El 109 versión bolichera.

Frases

Vendo cama matrimonial porque me durmieron. Sendra Clasificados

Los bichos son maravillosos. Silvia Argerich, entomóloga

Hay que convivir con las hormigas. Tengo un acuerdo con ellas, las cortadoras: acepto su autopista cruzando mi césped. Silvia Argerich, entomóloga

Ay Bernardo ...¡¡ de tanto aclarar las aclaraciones, esto se está poniendo negro !!... Diana Raznovich en Mujeres Pluscuamperfectas

sábado, 28 de noviembre de 2015

Las cosas que nos gustan

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No sé casi nada de mujeres, pero sé bastante de hombres y el resto lo deduzco. Deduzco que la notable dedicación que dan las mujeres a su cuerpo les agrega cuotas de belleza, que no debería ser tal ya que es belleza artificial y hasta chocante. ¿Cómo puede atraernos una señora que tenga sus uñas azules y cuadradas? ¿Cómo un ser de labios rojos, morados o violetas con párpados celestes y su pelo de tres colores diferentes comenzó a gustarnos? ¿Cuándo perdieron el vello de sus piernas? ¿En qué momento nos pareció que andar con tacos es correcto? ¿Cómo ocurrió que ellas se agregaron cosas en los labios y botox en el resto, y todo siguió andando como siempre?
Pues bien, he aquí la respuesta: somos hombres. Nos gusta el engaño del casino, nos atraen Disneylandia y Las Vegas. Y también nos gusta escupir desde el balcón, hacer trucos de magia, contarnos cuentos verdes, ver box, fútbol, y carreras de caballos, nos gusta hacer asados, prender fuego, comer chorizos de parado, correr y alcanzar un colectivo, pagar cuentas de gente que queremos, jugar poker, caminar los domingos por San Telmo, comprar objetos raros, exagerar historias no creíbles para que otros nos cuenten cosas parecidas, ser hincha de un club y mirar de reojo a otro de la “B” que nos despierta algo; nos encantan las pastas y el domingo al mediodía.
Por todo esto, señoras, no abusen de nosotros, no nos engañen con tantos artilugios caros. Tenemos algún tornillo flojo y podríamos hacer la denuncia en el INADI. Además, cualquier cosa que hicieran, también funcionaría.

Fernando Sendra

fernandosendra@clarin.com

La huella de Francisca

Clarin.com Política 25/10/15

Por qué votamos con la huella digital en el DNI

La huella de Francisca

La ficha policial con las huellas de Francisca Rojas, la primera en ser condenada por la prueba de sus impresiones digitales en el lugar del crimen.

Héctor Gambini hgambini@clarin.com

A votar. En los padrones cotejarán nombres y número de orden. En cada documento –vieja libreta o tarjeta flamante– hay una foto y una mancha oscura: la impresión del dedo pulgar, algo así como un reaseguro del Estado de que nosotros somos nosotros. ¿Cómo llegaron esas huellas digitales a ser una prueba incontrastable de la identidad?

En 1892, año bisiesto, Paul Gauguin terminaba los cuadros de su primera estadía en Tahití. Y Arthur Conan Doyle publicaba Las aventuras de Sherlock Holmes. En esa misma Inglaterra se fundaba el Liverpool y en España nacía un bebé que daría que hablar todo el siglo siguiente: Francisco Franco. En la Rusia zarista Tchaicovski componía Cascanueces.

En la lejana nación Argentina nacía Alfonsina Storni y había elecciones para suceder a Carlos Pellegrini. Luis Sáenz Peña vencía a Bernardo de Irigoyen y a Bartolomé Mitre con el favor del 95% de los electores, entre denuncias cruzadas de un fraude gigantesco.

Quequén, en los suburbios de Necochea, era un paraje perdido en los confines de la pampa húmeda, que sin embargo concitaría la atención del país y entraría en la historia por un acontecimiento ajeno al arte, la cultura o la política: el asesinato de dos hermanitos de 6 y 4 años.

El inspector Eduardo Alvarez informaba por carta al Jefe de Policía, Guillermo Nunes, sobre el hecho que le había tocado investigar: “El crimen llevado a cabo en la tarde del 29 de junio pasado tuvo por teatro la misma casa habitación de la familia Caraballo, en la cual a esa hora sólo se encontraba la esposa de éste, Francisca Rojas, y sus dos hijos, Ponciano y Felisa. El hecho fue cometido en la pieza, siendo encontradas las víctimas degolladas en la cama de la madre y ésta al parecer moribunda, presentando una no muy profunda herida en el cuello...”.

Francisca acusó del feroz ataque a Ramón Velázquez, un vecino que según ella la cortejaba, intentó abusarla y entonces la atacó junto a sus hijos. El caso parecía cerrado, salvo que Velázquez gritaba su inocencia y nadie en los alrededores declaraba que fuese un hombre capaz de semejante acción. Más tarde, la mujer dijo que en realidad Velázquez la había atacado a ella y a sus hijos con una pala porque quería quitarle a los nenes para llevárselos al padre, con quien ella había tenido una fuerte discusión.
Velázquez fue detenido en el campo donde trabajaba y torturado, incluso delante de los cadáveres de los chicos. Y terminó siendo careado con la propia Francisca, que seguía acusándolo sin el menor atisbo de duda. En su furia, Francisca gritaba que, antes de cortarle el cuello, Velázquez le había dado una paliza. Pero en su cuerpo no había rastros de golpes.

El inspector desconfió y entonces hizo algo que pasaría a la historia de la criminalística. Cortó el pedazo de una puerta donde había quedado la marca de una mano ensangrentada. Una mano chica. “A fin de que puedan practicarse las diligencias conducentes al estudio de las llamadas impresiones digitales, he traído dos pedazos de madera donde se notan señales de los dedos”, escribió. El policía pedía probar con la última tecnología: un estudio de las curvas y contracurvas de las yemas de los dedos que había publicado una revista científica francesa un par de años antes.

Acusado y acusadora fueron trasladados a Necochea. Cuando la madre finalmente confesó el doble crimen –dijo que prefería matar a sus hijos antes que dárselos a su marido– también hubo sospechas de torturas hacia la mujer. El cambio era demasiado drástico. Ella había dicho que, tras ser atacada, el asesino se había apoyado en la puerta antes de huir. Pero las huellas eran suyas.

No hubo caso. La condenaron el 20 de septiembre de 1894 en Dolores “por el delito de doble homicidio en las personas de sus hijos menores, a sufrir la pena de penitenciaría por tiempo indeterminado...”.
Francisca Rojas fue la primera persona en el mundo en ser condenada por las huellas digitales, un sistema de identificación que estaba desarrollando en La Plata un antropólogo croata que había llegado en barco a vivir a Buenos Aires 10 años antes del doble crimen de Quequén.

Iván Vucétic había nacido en 1858 en Hvar, hoy Croacia, por entonces perteneciente al imperio austrohúngaro. Desembarcó en el Río de La Plata en 1882. Tenía estudios de Antropología y sabía música, pero encontró trabajo rápido en un rubro lejano al de la ciencia o el arte: como capataz de una cuadrilla de obreros en Obras Sanitarias. En noviembre de ese mismo año se fundó la ciudad de La Plata y comenzaron a levantarse edificios públicos. Entre ellos, el de la Policía de la Provincia, el mismo que aún funciona sobre la calle 2.

En 1888, Vucetich –lo anotaron así, con “h” al final, y le pusieron Juan en lugar de Iván– se radicó en La Plata, y entró a la Policía Bonaerense con un sueldo de 30 pesos. Como agente, fue destinado a la oficina de Contaduría, y a partir del año siguiente pasó a la oficina de Estadística. A mediados de 1891, el Jefe de Policía Nunes le encomendó la organización de un servicio de identificación por el sistema antropométrico, muy difundido en Europa.

Se llamaba Sistema Bertilloniano (por su inventor, Alphonse Bertillon) para la identificación y clasificación de las personas, basado en dos supuestos: la inmutabilidad de las dimensiones de ciertos huesos durante la adultez, y la variación de esas dimensiones en las diferentes personas. Las medidas se tomaban sobre cinco puntos: longitud de la cabeza, anchura del cráneo, longitud del dedo medio izquierdo, longitud del pie izquierdo y longitud del antebrazo izquierdo.

Todo eso integraba una compleja fórmula que, aplicada a una persona, se mantendría inalterable durante la vida adulta. El sistema fue aceptado durante 30 años, pero capotó definitivamente en 1903, cuando en Leavenworth, Kansas, condenaron a un hombre inocente: tenía las mismas medidas antropométricas que el culpable.

Un año antes de que Vucetich se pusiera a investigar en La Plata, un primo de Charles Darwin llamado Francis Galton había dado una conferencia en la famosa Royal Society de Londres, luego recopilada en un trabajo llamado Pautas sobre las marcas e impresiones del pulgar y de los dedos. Allí enunciaba las tres leyes fundamentales de la Dactiloscopía: perennidad, inmutabilidad y diversidad infinita.

Vucetich se propuso probar que esos enunciados eran infalibles clasificando los modos de identificación como sistema y aplicándolos masivamente. Lo consiguió, publicó su Dactiloscopía Comparada y la dedicó: Al Maestro Mr. Francis Galton.

Cuando inauguró la Oficina de Identificaciones, Vucetich acababa de cumplir 33 años. Primero les tomó las huellas a los 23 detenidos en los calabozos de la jefatura de Policía. Después, a todos los detenidos de la cárcel de La Plata. A fin de 1892, ya habían sido “fichadas” 1.462 personas. Las fichas a los 23 presos fueron las primeras clasificadas de ese modo en el mundo. La Justicia empezó a usar el sistema. Primero lo hizo el Departamento de San Nicolás, y la Suprema Corte decidió adoptarlo para todas sus dependencias en 1902.

Enseguida la huella empezó a incluirse en las libretas de enrolamiento de quienes iban al servicio militar. Luego a las libretas cívicas de las mujeres. En 1968 pasó a los DNI en libreta. Y ahora a las tarjetas. Con toda la tecnología digital, ahí está nuestro pulgar derecho.

Vucetich demostró que todos los enunciados de Galton eran ciertos. Y mejoró la metodología para probarlo. De los 40 rasgos propuestos por Galton para la clasificación de las impresiones digitales, Vucetich terminó simplificándolos en cuatro grupos: arcos, presillas internas, presillas externas y verticilos. Así se las sigue identificando hoy.

Esa fascinante combinación de improntas se forma en las yemas de los bebés al quinto mes de gestación y permanece exacta durante toda la vida. El ser humano tendrá la misma huella en los dedos al mes de vida o a los 90 años, completamente inalterable. Y es irrepetible aún para los gemelos idénticos. La posibilidad matemática de hallar otra igual es de una en 64.000 millones, casi diez veces la población de la Tierra.

El sistema fue aceptado como infalible y adoptado en 1903 por el sistema penitenciario de Nueva York y en 1905 por el Ejército de los Estados Unidos. En 1907, la Academia de Ciencias de París informó públicamente que el método de identificación de personas desarrollado por Vucetich era el más exacto conocido hasta entonces. El croata-argentino fue a la Ciudad Luz en 1913 y Bertillon –aquel creador de la fórmula de cabeza, brazos y pies– se negó a saludarlo.

Vucetich murió en 1925, de tuberculosis, en Dolores, el pueblo donde 31 años antes habían condenado a Francisca con la aplicación de su método. Hoy llevan su nombre la escuela de oficiales de la Policía Bonaerense y el centro policial de estudios forenses de Zagreb, en Croacia. Es por aquel inmigrante –y por el feroz crimen de dos chicos en Quequén– que hoy votamos con documentos marcados por el pulgar derecho.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Gracias changuito

Clarin.com Ciudades 25/10/15

Gracias changuito

Exploraciones.

Ariel Caravaggio acaravaggio@clarin.com

Este es. Al carrito "lo usás para levantar minas", le llegaron a decir al dueño.

Un kilo y medio de vacío, cuatro choris, un matambre de cerdo. No les pido que me imiten, ni siquiera que me acepten. Busco que me entiendan. Llevo un changuito porque lo necesitaba, porque me hacía falta. Y sí, lo grito a los cuatro vientos: me cambió la vida. O por lo menos los mandados.

Un kilo y medio de vacío. Cuatro choris, un matambre de cerdo. Una bolsa chica de carbón. Lo venía buscando desde hacía meses. En los bazares de José C. Paz no bajaban de $ 350 y eran floreados, a lunares, con un aire de Matilda. Matilda era la vecina de mi abuela que iba de voluntaria a la iglesia y nos cocinaba pizzellas (esas galletas italianas con forma de rejillas que Matilda traía y no dejaba de traer hasta que las odiabas). Con el changuito que vi en el mayorista de Once, fue amor a primera vista. Un kilo y medio de vacío.

Cuatro choris, un matambre de cerdo, una bolsa chica de carbón, un kilo de tomate perita y dos lechugas mantecosas.

–¿Los vendés minorista?

–¿A qué?– me dijo el barbudo que atendía el local sin levantar ni las cejas. Acaso era una suerte de ángel de los mandados y me advertía en mute las burlas y el bullying que vendrían.

–El changuito. El carrito para hacer los mandados. Ese marrón.

–Ciento ochenta.

Me lo llevé sin rodeos, traqueteando por las rajadas veredas de Larrea y Perón. En pocas cuadras, me sentí orgulloso. Descubrí los beneficios de la triple rueda, un productivo sistema que facilita el escalado de cordones sin tener que alzar el carro en cada esquina. Me quedaba un día largo por delante, y pensé en el poco oportuno viaje de vuelta en la hora pico del San Martín. Pero todavía tenía que ir al diario.

En la redacción no todo es, como el imaginario colectivo edifica: discusiones sobre el voto útil, Scioli, Macri, Tevez, Orión y Marty McFly. La simple presencia de un carrito para hacer los mandados puede levantar el debate más convocante de la semana. Aparentemente, para una exagerada cantidad de compañeros, comprar un chango para irse de tour por la carnicería, el chino, la verdulería y la panadería –en especial cuando el menú es hacer asado y los primeros comensales llegan pasadas las diez de la noche– es pecado. O no es de machos: avergüenza.

–Te quiero ver cruzando la estación de José C. Paz con el carrito– me amenazó un editor al que le esposa le hace las compras a menudo.

Un kilo y medio de vacío, cuatro choris, un matambre de cerdo, una bolsa chica de carbón, un kilo de tomate perita, dos lechugas mantecosas, cinco cervezas, dos cocas grandes, un fernet, un bidón de agua mineral.

A la estación de José C. Paz la crucé y también fui a lo de Marcela, la china del supermercado de la vuelta. Nadie dijo nada. Oscar, de la ferretería, me siguió la sombra de reojo, o acaso era mi sugestión. El verdulero, sí, me dedicó una sonrisa de costado, a la uruguaya. "Ahora vas a poder llevar todo de un tirón". Es que a veces, cuando compro las cosas para el asado, tengo que hacer dos viajes. Pero otras uso a la verdulería como posta de maratón. Marley o Guido Kaczka podrían fácilmente hacer un programa de hora y media, los miércoles a la noche: tenés que hacer los mandados con bolsas de nylon, de las que se rompen fácil, y llegar a tu casa en el menor tiempo posible.

Un kilo y medio de vacío, cuatro choris, un matambre de cerdo, una bolsa chica de carbón, un kilo de tomate perita, dos lechugas mantecosas, cinco cervezas, dos cocas grandes, un fernet, un bidón de agua mineral, una bolsa de rolitos. En el barrio también hay un hombre que usa un carrito parecido, que encima es violeta. Creo que tiene dos caniches. De repente me veo desde afuera, como en una sesión de regresión, como si fuera los ojos de Google Maps. Rastreo con la vista todos los changuitos de la zona. La mayoría son conducidos por señoras, aunque necesitan alineación y balanceo.

–Lo hacés para ganar minas– me llegó a decir un editor de fotografía que no hace los mandados: hace shopping por Internet y le "deliverean". ¿A quién puede gustarle un carro para hacer los mandados? ¿A la nieta de Lita de Lázzari?

Este finde cancelamos por las elecciones: cambiamos la juntada por familia, novia, guiso de lentejas. Pero el sábado que viene hay asado y ya no tengo los problemas de logística de antes.

Un kilo y medio de vacío, cuatro choris, un matambre de cerdo, una bolsa chica de carbón, un kilo de tomate perita, dos lechugas mantecosas. Cinco cervezas, dos cocas grandes, un fernet. Un bidón de agua mineral... una bolsa de rolitos... pan. Me olvidé del pan. Un kilo de pan. No sé si entra todo. Me parece que, más que changuito, lo que necesito es el auto de algún amigo.

Frases

La gestión es hacer las cosas bien; el liderazgo es hacer las cosas correctas. Peter Drucker

Las instituciones pasan por tres períodos: el del servicio, el de los privilegios y el del abuso. René de Chateaubriand

¿No es vergonzoso que los fanáticos muestren mucho interés y los sensatos ninguno? Voltaire

El fútbol como espejo de la vida

Alejandro pensaba que en la vida uno es como juega al fútbol. Cuando lo conocí, lo primero que me preguntó fue de qué jugaba. Me dio vergüenza decirle que siempre fui cuatro, marcador de punta derecho, de esos que se quedan a cuidar su “quintita” y nada más. Mi gran talento era acorralar al delantero contra la raya o bajarlo de un patadón.
Le dije que jugaba de ocho. Alejandro había sido cinco “leñador”, me explicó moviendo la mano en forma inclinada con la palma hacia arriba. “Pasaba hombre o pelota, nunca los dos”, se reía. A Alejandro le gustaba el ocho de marca, “un tipo leal, de perfil bajo”. “El ocho creativo está destinado a ser segundo, tiene una vida si no hay un zurdo con la diez”, me dijo y agregó que ése sí era un ganador: “Si tiene personalidad, el 10 gana en la cancha y en la vida”.
Según su visión, otro líder natural era el defensor central, el que sabe mandar por presencia. “Es de los que siempre juegan en equipo, ocupan su lugar, ordena a los demás, saca lo mejor de sus compañeros y aparecen cuando las papas queman. Buenos jefes”, sentenció. Para Alejandro, todos los puestos tenían pro y contra, pero no se bancaba a los 9. “Fijate que los goleadores son tipos egoístas, ventajeros, malos amigos. Viven queriendo cagar a alguien, a los defensores o al arquero, y hacen de eso una forma de vida”, dijo y agregó: “Yo era cinco, el cinco tiene que conocer a los jugadores, compañeros y rivales, saber cómo son, adivinarles el amague, la trampa, la intención”. Hizo un silencio, me miró y preguntó: “¿Seguro que vos eras ocho?”.

Miguel Jurado

mjurado@clarin.com

La camiseta más mimada

Una cosa es el amor a la camiseta y otra es que la camiseta te ame. Una camiseta que te ama es una que crece con vos. Que envejece con vos y que -ella lo sabe, vos no-, seguramente aspire a morirse a tu lado.
Todos tenemos una camiseta que nos ama y una camiseta a la que amamos. El tema es que la camiseta que te ama sufre en silencio su amor nunca correspondido. Un amor privado, demasiado íntimo. Intrínseco. Un amor de piyama -que lindo es vivir en piyama, todo es mejor en piyama, escribió la poeta de Villa Crespo. La camiseta de usos múltiples y amores estereotipados responde a la trillada pasión futbolera.
Y cuando ese amor se sublima, la otra camiseta, la que crece sigilosa junto a nosotros, la que resiste nuestra fatigada existencia, la que te acompaña no bien llegás a casa, la que te llueve por el cuerpo (porque una cosa es ponerse una camiseta y otra, muy distinta, es que te llueva). Esa camiseta que nos ama y nos persigue como un perrito faldero, la que se duerme con vos, esa camiseta que ponés en la valija ante la posibilidad de estar lejos del hogar, esa triste T-Shirt que puede tener escote en “v” o escote redondo, esa camiseta jamás fue debidamente reconocida ni apoyada por nuestros líderes. Nunca hemos cantado por ella. No nos hemos matado por ella. No la lloramos. Pobre y sufrida camiseta que ni siquiera siente el calor de la plancha y que día tras día es un bollo en las fronteras de nuestros placares. Esa sufrida camiseta que llegó a nuestros cuerpos para hacernos sentir ni más ni menos que cómodos. Esa camiseta.

Hernán Firpo

hfirpo@clarin.com

jueves, 26 de noviembre de 2015

La alegría de viajar y volver

Clarin.com Opinión 24/10/15

La alegría de viajar y volver

Diana Baccaro,

pasiones argentinas

Diana Baccaro

Iba ella contando su periplo en el asiento de atrás del colectivo. Que de Barcelona lo que más le gustó fue el mercado de La Boquería, que se le hace agua a la boca cuando la memoria le devuelve el sabor de aquellas aceitunas rellenas; que de Segovia se enamoró de los arcos del acueducto romano; que de Madrid no puede olvidar las chistorras que comió en una plaza cuyo nombre no recuerda, que de Lisboa le impactaron los colores y los azulejos pintados …
Los paisajes se le superponen y pasan en cámara rápida, como si el trayecto del 12 no le alcanzara para resumir la intensidad de sus vacaciones. Para ella, el Atlas de la vida se llena con escenarios de películas, olores y sabores nuevos, tranvías que aún funcionan y árboles portugueses de hojas blancas, los que supieron consolar a una princesa sueca que extrañaba la nieve.
Es fascinación el recuerdo, pero antes de llegar a la Plaza Congreso le suelta a su compañera de asiento que después de tanto viaje ya quería volver a casa, que extrañaba las flores de su balcón, el mate, el aroma de las tostadas de la mañana, el diario debajo de la puerta ...
¿Acaso los jardines de Aranjuez pueden compararse con las macetas de su balcón? Tal vez sean las dos caras de un mismo viaje: la excitación por la partida y la celebración de la llegada; el descubrimiento de nuevas culturas y la nostalgia por volver y recuperar cada rincón de un breve espacio vital. Su viaje es un círculo, que parte de casa y vuelve a ella. Y la belleza de Aranjuez le cabe adentro de su maceta marrón.

Diana Baccaro dbaccaro@clarin.com

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Adán y Eva

15nov2015 v 092

OMS

15nov2015 v 079

Aprender

15nov2015 v 073

Tu Vida

15nov2015 v 063

La Vida

15nov2015 v 062

Dr Albino

15nov2015 v 053

Frases

El mal clima en el Fútbol Infantil es culpa de los padres y no es de ahora. A mí nunca me gustó. Todos creen ver a un futuro Messi. Es una enfermedad que mata a la docencia. Ahora es difícil terminar con esas costumbres. Rubén Darío Insúa

Eso es el aprendizaje. Entender de repente algo que siempre has entendido, pero de una manera nueva. Doris Lessing

La costumbre es una segunda naturaleza que destruye la primera. Marcel Proust

Vendo bandoneón porque necesito guitarra. Sendra Clasificados

Compro píldoras para el día después. Pago un día después del día después. Sendra Clasificados

martes, 24 de noviembre de 2015

El pizarrón

Clarin.com Ciudades 24/10/15

El pizarrón

Se me hace cuento.

Ilustración: Hugo Horita

Marcelo Birmajer

Era la primera vez que votaba en el Once desde su regreso al barrio. Había peregrinado por Palermo y Colegiales. Hijos y esposa primero; concubina después. Ahora Natalio vivía en la casa de su fallecido abuelo, sobre la calle Jean Jaurés. Por pereza y por ir con sus hijos, siguió votando en la dirección de Palermo. Pero cuando renovó el DNI, puso el nuevo domicilio. No reparó en el lugar de la votación hasta que llegó a la puerta: era la escuela estatal de su primer grado. El edificio, ahora remozado, había sufrido en los años 70 una suculenta invasión de ratas.

Poco antes del fin del año lectivo 1973, la profesora Estefanía les había dado una clase sobre “valores”. El país se estremecía en un escándalo de sangre, desde la masacre de Ezeiza hasta el asesinato de Rucci. Pero la profesora Estefanía, sexagenaria, de todos modos se había tomado el tiempo, entre Geografía e Historia, para brindar a sus alumnos de primer grado una clase sobre “valores”. Natalio creyó, por lo inusual de la palabra, que trataría sobre jugadores de fútbol. Aunque sus expectativas oscilaban entre la curiosidad y el aburrimiento, Natalio sentía una gran simpatía por su maestra. Al comenzar la primavera, Estefanía les había mostrado a sus alumnos una maceta con una única flor a punto de marchitarse mortalmente. La maestra había anunciado: “Miren esto”. Y mientras regaba la tierra, la flor había revivido. Por eso ahora le prestaba atención aunque anunciara algo tan elíptico como una clase sobre “valores”. No se limitaría a hablar, explicó Estefanía, anotaría en varios papeles diversas palabras, los alumnos deberían leerlas y escribir o dibujar algo al respecto; luego leerían en voz alta, y conversarían sobre cada uno de los temas. Estefanía tomó asiento y comenzó a escribir con lentitud las palabras, en trozos de papel de no más de un pulgar de tamaño, cerrándolos en rollos como papiros. Los alumnos esperaban juiciosamente, apenas un murmullo de vez en cuando. Repentinamente, el pizarrón dio un respingo. Estefanía alzó la cabeza mirando a los alumnos, como si alguno hubiera emitido algún ruido molesto. Pero los alumnos, Natalio incluido, miraban espantados el pizarrón: no cabía ninguna duda, se estaba moviendo solo. Golpeaba contra la pared. Estefanía reaccionó sin cuidado:

–¿Es un terremoto?– preguntó en voz alta.

Pero nadie le respondió: nada en el resto del aula se movía. Sólo el pizarrón. Se alzaba de la pared y volvía a dar contra ella, como agitado por un fantasma. Por fin, una gigantesca rata salió debajo del pizarrón y se lanzó hacia los pies de los alumnos, por debajo de los pupitres. Natalio alguna vez había vuelto a soñar con ese roedor enorme; y en esos sueños invariablemente lo despertaba el ruido del pizarrón al golpear contra la pared. En aquella aparición bestial, Natalio recordaba el alarido de una de las niñas; todos se habían puesto de pie al unísono y abandonado el aula en estampida. Sólo Estefanía había permanecido allí, parada arriba del escritorio, con sus papeles cayendo a los costados, como un capitán hundiéndose con su barco.

Las clases se habían terminado aquel mismo día, hasta el año siguiente. Pero precisamente por ese incidente, Natalio cambió de colegio. Ahora el destino lo regresaba. La fila para votar era breve. Cuando entró al cuarto oscuro, sintió un ligero mareo. Era el mismo aula. Una especie de ahogo le atenazó la garganta por un instante: una flor única en una maceta terracota. Se tapó la boca. Como un testigo mudo, el pizarrón montaba guardia desde la noche del tiempo. Las letras de tiza habían sido mal borradas el día anterior, pero lo suficiente como para que no se descubriera de qué asignatura había tratado la clase. Todavía, en la era digital, alguien escribía con tiza en el pizarrón. Alguien se preocupaba por borrar las palabras con un trapo húmedo o un borrador de felpa. Miró las boletas, pero no encontraba a su candidato. ¿Cuánto tiempo había pasado? Mientras revisaba entre los pilones de papel, el pizarrón, inconfundiblemente, comenzó a agitarse hacia atrás y hacia delante, a estremecerse como poseído por un terremoto. Natalio observó estupefacto y aterrorizado el fenómeno; pero en lugar de aparecer la inmensa rata, apenas si se deslizó debajo del pizarrón un pequeño rollo de papel de hoja de carpeta. El pizarrón detuvo su percusión con la misma autoridad con que la había iniciado. Impulsado por lo desconocido, Natalio recogió el papel del suelo y lo extendió: “Libertad”. Se lo guardó en el bolsillo y descubrió dónde estaba su boleta.

Paracaídas

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lunes, 23 de noviembre de 2015

El desafío, ahora: un cambio sostenible

Opinión.Dante Caputo

Un presidente sólo puede decidir una parte de la agenda de su gobierno. La mayoría de los temas que deberá tratar vienen impuestos por la realidad: mediar entre intereses, dar respuestas a demandas fuertemente instaladas en la sociedad, controlar los ataques políticos, tratar de organizar el estado y su burocracia para que funcione razonablemente bien. Luego queda un tiempo para lo que él decida hacer, lo que quiera construir, lo cual dependerá naturalmente del objetivo que se haya fijado. Excepto en el Reino del Revés –que por momentos hemos tenido- toda acción y toda prioridad corresponden a un fin.
Las cuestiones de la “sociedad de riesgo” tomaron tanto o más peso que las de la modernización o el progreso. Este concepto, acuñado por el sociólogo alemán Ulrich Beck para las sociedad altamente desarrolladas, se extiende en nuestras tierras al fenómeno muy difundido de la inseguridad frente a la amenaza, cualquiera sea esta. Los objetivos no se deciden, se imponen desde la sociedad. Se trata de metas defensivas que buscan impedir que algo suceda. Algunas veces estas situaciones se presentan inesperadamente -una catástrofe-, otras veces son peligros conocidos de antemano: destruir el narcotráfico, disminuir notoriamente la inseguridad ciudadana, desterrar el desamparo social o hacer frente a los cambios ambientales.
La protección contra el riesgo se fue convirtiendo en una demanda tanto o más importante de lo que en otra época fue el impulso a la modernización. Ahora pareciera que el impulso inicial, primario, es hacia el amparo. Una sociedad donde la incertidumbre y el temor dominan no crea la mejor atmósfera para el progreso. En esta nueva forma de demanda dominante, el futuro pierde relevancia frente a los peligros del presente. Las expectativas se centran en lo inmediato, en el corto plazo. La resolución de las demandas de esa “sociedad de riesgo” es, por lo tanto, un objetivo necesario del próximo gobierno.
Esta agenda defensiva incluye dos cuestiones particularmente relevantes. Primero, deberá detener el deterioro económico heredado del gobierno de Cristina Kirchner. Esto implica: estabilizar la economía, disminuir el déficit fiscal, reducir la inflación, facilitar el comercio interior y exterior y recrear las condiciones de un funcionamiento razonable del mercado. A su vez, el necesario ordenamiento de la economía deberá considerar uno de los principales aspectos de la sociedad de riesgo, el temor a la ingobernabilidad, que en nuestro país tiene más peso que valores e ideologías.
La sobrevida del gobierno y el bienestar básico de la sociedad se juegan en estas cuestiones. Si solo dominara una lógica estrechamente económica sin considerar las consecuencias sociales y políticas, el resultado sería un desastre. Para superar ese peligro, la mayor imaginación política y técnica de Macri y sus equipos será necesaria. De otro modo, perdería apoyo de la opinión pública (cuestión que adquiere aún más relevancia al estar en minoría en el Congreso), fortalecería a sus adversarios y se entraría en zona de turbulencia.
A estos objetivos defensivos que nacen de la “sociedad de riesgo” se suman los ofensivos, lo que Macri podría definir por sí mismo. Se trata de que su gobierno cree los fundamentos de progreso y modernización sostenidos en la Argentina. Es una tarea excepcional que puede sonar genérica o abstracta pero que podría constituir una novedad en nuestra historia. Es sencilla para decir, muy difícil para hacer. El desafío principal del gobierno que viene será lograr un cambio sostenible, que no se desvanezca, que logre auto-crearse. Se iniciaría así una nueva era en la democracia argentina.

Dante Caputo fue canciller y diputado nacional. Es politólogo y consultor internacional.

Macri, en la senda de Frondizi y Alfonsín

Debate.Marcos Novaro

HORACIO CARDO

HORACIO CARDO

El nuevo ciclo será diferente del que se cierra? Depende, para empezar, que la alegría de unos no sea a costa de otros, para que el faccionalismo de paso a la convivencia. Segundo, de que el regreso del pluralismo no quede asociado a la escasez y al gobierno débil. Ambas condiciones se entrelazan. Una política que quiso ser “todo para todos”, monopolizando soluciones y con ellas la obediencia, que horadó las bases de la democracia abusando de sus instrumentos, llega a su fin. Da paso a otra que deberá esmerarse en usar bien los pocos recursos que aquella dejó, más los que ésta pueda conseguir, para tejer relaciones más sanas y equilibradas con la sociedad y atender prioridades.
Pluralismo y escasez no son fáciles de conciliar. De allí que en el pasado muchos ciudadanos, ricos y pobres, hayan deseado una hegemonía, un amo que proveyera lo necesario. Ahora tenemos que volver a aprender a vivir en una república, y descubriremos pronto que hacerlo tiene sus costos, por los frenos y la constante exigencia de acuerdos. ¿Seguiremos siendo tan optimistas como hoy cuando choquemos con esos problemas?
El nuevo gobierno ha prometido desarrollo y modernización de un lado, democracia y república del otro. Pero los acentos todavía están por verse. Tampoco sabemos cómo se plantarán frente a él los demás actores: ¿quiénes se sumarán o colaborarán y quiénes se destacarán en la oposición? Según con quiénes se choque terminará también de definirse la identidad y orientación del gobierno.
Y aún hay otra incertidumbre: ¿Cuánto pesarán en todo esto las preferencias y decisiones de Macri y sus aliados, cuánto los avatares de la coyuntura y lo que interpreten de ella los demás?
El peronismo sumó un descomunal tropezón a la serie de sinsabores con que se cierra su cuarto ciclo en el gobierno, el más prolongado, no el más trágico, pero tampoco el más exitoso. Con el fracaso de Scioli han quedado definidas tres facciones en competencia en esta fuerza, los kirchneristas, los pejotistas y los renovadores, pero ¿cuál se volverá el contradictor de Macri?, ¿cuánto habrá que esperar para disputen por el partido?
En principio parece la oposición se encabezará desde el Congreso. Y puede que eso sea bienvenido por el propio Macri: sería para él un alivio tener enfrente “al pasado”, gente con abundantes cuentas con la Justicia y detestada por el resto de los peronistas. La envidia de Alfonsín, quien no logró que Isabel abandonara su residencia madrileña. Hasta puede que, a más de oposición, los kirchneristas quieran hacer a nivel nacional lo que han hecho estos años sus delegados porteños: ser ellos los que acuerden las leyes que el Ejecutivo necesite, dejando fuera a sus competidores internos. Ello permitiría a Macri superar a Frondizi, quien nunca pudo hacer con legitimidad y abiertamente ese juego con Perón.
El principal obstáculo para que esto funcione es la poca sobrevida que le queda al kirchnerismo. En parte por la paliza que le propinó Macri. Y por los abusos y errores de Cristina, que la debilitan como líder. Si es así entonces Macri tendrá problemas parecidos a los de Alfonsín con los renovadores y ortodoxos de los ochenta. Macri puede hacer lo posible por seguir teniendo como oposición a lo que quede del kirchnerismo. Pero eso no va a durar mucho. Puede esforzarse por darle una pata distributiva y progresista a sus políticas de modernización capitalista. Y ojalá tenga éxito. Pero va a tener que elegir los componentes esenciales de su proyecto, y ojalá no se le ocurra querer seguir haciendo todo a la vez, representar a todas las demandas, y mucho menos convertir al PRO en una “socialdemocracia criolla”. De todo eso ya tuvimos ya suficientes ensayos fallidos.
Marcos Novaro
Politólogo. Director del Centro de Investigaciones Políticas (CIPOL)

El tribunal de la historia barrió al autoritarismo

Debate.Julio Bárbaro

HORACIO CARDO

HORACIO CARDO

La historia genera tendencias, vientos que arrastran las agobiantes nubes del fracaso. La diferencia entre lo permanente y lo pasajero es enorme, claro que los amantes de lo momentáneo engendran su propia ceguera para ignorar la brevedad de su vigencia. En la vida se puede transitar la ancha ruta de lo circunstancial o el escarpado sendero de lo trascendente. Hay un único juez y es el tiempo.
En nuestra juventud el marxismo y la violencia avanzaban: la URSS, China, Cuba, Vietnam. Pero todo eso tenía fecha de vencimiento. La religión y la libertad retrocedían apabulladas por la razón en su versión autoritaria y marxista. Aquello que parecía definitivo apenas duró unas décadas y sembró más muerte y miserias que los regímenes conservadores a los que intentó sustituir. Finalizó aplastado por el muro que habían construido para separarse del peligro que implicaba la simple realidad.
El peronismo fue un proceso de integración social, y eso lo convirtió en trascendente, como lo había sido antes el radicalismo. Menem y los Kirchner usurparon la memoria de aquel pasado para intentar instalar simples sistemas de poder, nuevos grupos de integrantes para la clase dominante. El número de pobres es discutible, la riqueza de los burócratas está fuera de toda discusión. Esos presidentes quedaron más cerca del alcance de la justicia que de la memoria popular por sus dudosos aportes. Ambos integran la enfermedad que desde el poder se puede gestar en la coyuntura, malestar que el mismo abandono del gobierno suele curar. Menem fue más frívolo, los Kirchner más pretenciosos, ambos soñaron con superar al peronismo, tarea tan posible como necesaria, pero superar es ser capaz de lograr una síntesis, de estar por encima de las circunstancias. Exige talento y humildad, y una cuota de sabiduría. Nada de eso aportaron los ocupantes de las dos últimas décadas, salvo deformación de la esencia de la democracia al intentar eternizarse en el cargo.
Hace tiempo insisto en que el kirchnerismo es un mal pasajero, ahora creo que mi teoría está más cerca de convertirse en realidad. Aparecen ya la vanguardia de los oportunistas cambiando de bando, y la retaguardia de los fanáticos desubicados emitiendo sonidos guturales. El kirchnerismo fue una nueva enfermedad del poder, tan pasajera como sus circunstanciales habitantes. Ha sido derrotado, con él termina la deformación del pasado, la usurpación de los derechos humanos, de la concepción nacional y popular y del mismo peronismo. Termina el uso indiscriminado del odio y del miedo para ocultar la corrupción.
Viene un gobierno sin tantas pretensiones, un gobierno que intenta hacer, un centro derecha en serio que sustituye a un centro izquierda tan falsa como corrupto. Vuelve la democracia entre adversarios, se retira la peor pesadilla que nos tocó vivir, autoritarismo y corrupción con pretensiones revolucionarias, nada peor que eso. Ganó la derecha asumida y creyente en sus virtudes, se retiran los usurpadores del peronismo, los derechos humanos y la dignidad del pasado.
El objetivo de Mauricio Macri es convocar a la unidad nacional, dialogar con los vencidos, instalar la grandeza de la política en el lugar que ocupo la pequeñez del sectarismo. Tiene la oportunidad de trascender, la sociedad de colaborar en encontrar un lugar que nos saque de la frustración. Necesitamos la cordura que tanto extrañamos estos años, la sensatez que nos faltó. No soy del partido vencedor, pero siento que es la hora en que el sentido común pueda derrotar a la demencia. Agradezcamos el resultado electoral, nos lo merecemos.
Julio Bárbaro
Referente histórico del peronismo

El querido tío Woody Allen

Clarin.com Opinión 23/10/15

El querido tío Woody Allen

Hernán Firpo,

pasiones argentinas

Woody Allen es como uno de esos tíos carismáticos que vienen una vez por año a visitarte y los esperás con la mesa servida. Sus películas son la saga menos pensada de la historia del cine, pero por favor no confundir con el vértigo industrial de las “Rápido y Furioso”. Esas sagas son como patotas: si hay parte siete, quiere decir que no hay autor. Lo de Woody es obra de un creador desde el comienzo. Esto es literal: desde la letrita finita de los créditos. ¡Ese es mi tío Woody!, decís entonces con inusual sentido de pertenencia familiar. Lo mejor de todo es que nunca se consideró un artista, sino un laburante. Nosotros escribimos notitas y él hace películas que, lógicamente, no son infalibles. Usa el mismo criterio cada año, desde hace más de cuatro décadas. No es Robert Redford, que estrena cada mil años y cuando estrena, pobre, genera una insana expectativa estética.
Ultimamente Woody Allen actúa poco y nada, pero se las arregla para que cada protagonista masculino se vea arrastrado a la mímesis invencible de un personaje único como el Carlitos de Chaplin. Un hechizo que repite con las actrices: todas se deben parecer a Diane Keaton y Mia Farrow.
Como el humor de Quino, lo suyo se fue volviendo sombrío. Es su más reciente estreno, “Hombre irracional”, se torna existencialista y trata de decirnos que cada uno es dueño de su destino. Que el hombre es libre. O está solo. Desaparecen la neurosis psicoanalítica y la moral judeocristiana para darle curso a la temporada filosófica de un hombre despojado. Y consciente de la finitud.

Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Frases

Estaba furioso de no tener zapatos; entonces encontré un hombre que no tenía pies, y me sentí contento de mi mismo. Proverbio chino

Una palabra salida del corazón da calor durante tres inviernos. Proverbio oriental

Busco un amor de piernas largas, porque la mentira tiene patas cortas. Sendra Clasificados

Disentir es uno de los derechos que le faltan a la Declaración de los Derechos Humanos. José Saramago

Vendo sitio porno por no poder atender. Sendra Clasificados

domingo, 22 de noviembre de 2015

Barrabravas en versión lírica

Clarin.com Opinión 22/10/15

Barrabravas en versión lírica

Marcelo Moreno,

pasiones argentinas

Estar en el lugar incorrecto, en el momento incorrecto no es común, pero cuando sucede, la situación desborda. Lo sufrí en la penúltima representación de “Don Carlo”, de Verdi, en el Colón. Terminaba el entreacto de esta obra sombría y vibrante, en la ocasión cantada y tocada como los ángeles, cuando una amabilísima señora vecina de asiento empezó a increpar a los ocupantes de las butacas delanteras porque no eran aquellos que las habían habitado en el primer acto.
Las recriminaciones eran firmes, aunque en voz baja. Los presuntos usurpadores se defendieron alegando que otros lo hacían.
Mi vecina siguió al ataque hasta que la mujer sentada delante de ella se fue. Su acompañante, un joven de rulos, le dirigió, entonces, palabras inadecuadas. Se acercaba el fin del entreacto y el muchacho le dijo que no le “rompiera….”. El tono de voz me arrebató de la neutralidad: “¡Tranquilo!”, le dije en un tono un poquitín demasiado alto para el Colón.
Mi situación era ligeramente espantosa: quienes habían cambiado los asientos tenían derecho de hacerlo, mi vecina carecía de razón y a nadie debía importarle quién se sentaba adelante, a menos que comiera pochoclo.
Pero el tonito de prepotencia tribunera del rulado me sacó en favor de una dama que no merecía ese tratamiento, aun en el error. El tipo la siguió. Y yo elevé el tono a uno completamente ajeno al respeto que merece el mejor de los teatros que supimos conseguir. Por suerte, la ovación final diluyó todo: no quisiera soñarme a las piñas en el espacio más rotundamente mágico que cobija Buenos Aires.

Marcelo A. Moreno mmoreno@clarin.com

sábado, 21 de noviembre de 2015

BUSCATE UNA LOCA

por Roberto Sagaian

Búscate una loca... Búscate una loca, de las de remate. De las que cuando piensas que ya no puede hacer algo más estúpido, va y te sorprende con algo inesperado. Busca a quién se ría a carcajadas, sin importarle dónde se encuentra o quién tenga alrededor. Quién te cuente chistes malos y haga bromas tontas sin que puedas evitar y no sepas por qué. Que cante por la calle con la música de algún coche e intente que tú también lo hagas. Que baile bajo la lluvia sin preocuparse por su peinado. Búscate una pesada, de las que juegan con tus puntos débiles o manías sabiendo que consiguen desquiciarte, provocando en ti unas ganas locas de ahogarla, pero con abrazos. Busca una irracional, humilde, sencilla y directa. Que llore, que grite, que tenga carácter. Que te monte numeritos pero que los compense con muy buenas escenas. Que no sepas como va a reaccionar, que tenga múltiples personalidades y consiga enamorarte con cada una de ellas. Y que solamente puedas hacerla callar con besos. Esa persona que hará todo lo posible por sacarte una sonrisa en los momentos más duros, que te dará la mano y no te soltará hasta que esté completamente segura de que no pierdes el equilibrio. Quien no haga falta que te diga nada, porque con la mirada te lo dirá todo. Que te entregará todo desde el minuto uno sin pedir nada a cambio. Busca una persona con quién pierdas la noción del tiempo y del espacio... Búscate una loca.

La pizza está siempre lista

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En la avenida Asamblea, del 0 al 400, hay cuatro pizzerías. Todas en esquina. Todas miran al sudoeste. Una es nuevita y le han puesto un nombre hiperbólico que provoca ternura. Esa parte de Parque Chacabuco no es de las más densamente pobladas: algún edificio, un puñado de talleres o negocios y el resto son casas bajas con vecinos de años. Las ochavas prestan sus muros para que el Grupo Artístico de Boedo filetee la devoción por San Lorenzo con frescos de goles inolvidables. Pienso en los dueños de la pizzería nueva. Me pregunto qué los llevó a poner toda su esperanza comercial, con lo que significa en dinero y trabajo, en una zona donde los clientes no son tantos y la competencia es fuerte. Recuerdo lo que contó hace un tiempo en la revista Viva el chef Maurizio De Rosa: la pizza tuvo su origen en la antigua Roma como un pan sin levadura que se comía al paso en las calles intrincadas de la gran ciudad. Hay un salto temporal enorme, hasta el siglo XVII, cuando aparecen registros de su renacimiento en Nápoles, frita con grasa de cerdo, revestida de queso de oveja y albahaca. Una comida barata y popular que, al seducir a un rey Borbón, termina penetrando a la aristocracia y sofisticándose. La pizza como un maná democrático que atraviesa la historia, que tolera atropellos como el ananá y el maridaje infame del champán, un manjar rápido y fácil, maleable a cualquier paladar, listo a cualquier hora. Nunca, entonces, hay demasiadas pizzerías. Todas son necesarias, como las iglesias, que por algo también siguen en pie desde hace dos mil años.

Horacio Convertini

hconvertini@clarin.com

Frases

Sin dinero el honor no es más que una enfermedad. Jean Racine

Vendo máquina de tatuar porque me borro. Sendra Clasificados

Todos tenemos una enorme belleza interior, pero cada tanto hay que sacarla a pasear . . . Diana Raznovich en Mujeres Pluscuamperfectas

El dinero es una nueva forma de esclavitud, que sólo se distingue de la antigua por el hecho de que es impersonal, de que no existe una relación humana entre amo y esclavo. Leon Tolstoi

Permuto realidad cruda por mentiritas bien coloridas. Sendra Clasificados

El verdadero progreso social no consiste en aumentar las necesidades, sino en reducirlas voluntariamente; pero para eso hace falta ser humildes. Mahatma Gandhi

Es mejor volver atrás que perderse en el camino. Proverbio ruso

Diego Milito

Milito: "Jamás pensé que cumpliría 200 partidos en el club que amo"

Racing

Cuenta qué siente. "Orgullo, emoción". Dice que aún tiene que "pensar" sobre si retiiro. Repasa su carrera: lo mejor, lo peor, los goles, el 22 que mantuvo por Mourinho.

Diego Milito, 200 partidos en Racing. (Alfredo Maartínez)

Diego Milito, 200 partidos en Racing. (Alfredo Martínez)

"¿Y esto qué es?", dice Diego Milito apenas ve que Clarín le entrega una camiseta de Racing con el número 200 en la espalda. Los bastones celestes y blancos están minados de firmas académicas. Aparece un corazón sincero dibujado por Lara, un simple gracias firmado por Florian, de apenas 5 años, un no te vayas nunca de Mario y cientos de garabatos más. Hay sorpresa en el rostro del Príncipe, que esta noche cumplirá 200 partidos en el club. La camiseta que el ídolo mira con una sonrisa es un regalo de los hinchas. "Esta vez, la gente te firma autógrafos a vos", le aclara un periodista. "Gracias, muchas gracias", afirma mientras lee las dedicatorias. "Tenela así no la pierdo", le pide el capitán a un colaborador. Y entrega la remera.

La nota con Milito, esta vez, arranca distinta. La ocasión lo requiere. Su esposa lo espera para almorzar, pero él, inmutable, se sienta en una de las butacas del Cilindro para observar pasar un cacho grande de su carrera. "Son muchos años; me da orgullo, emoción. Debería agradecerle a tanta gente. Miro un poco para atrás y no lo puedo creer: jamás pensé que cumpliría 200 partidos en el club que amo", dice un nostálgico Milito.

-En todos estos años, ¿viviste más momentos buenos que malos?

-Acá las pasé todas. Tuve momentos muy lindos, como los dos campeonatos; partidos buenísimos, como cuando le hice dos goles a Boca en el Clausura 2002, o el día que nos aseguramos el último título con Rosario Central, en el Gigante de Arroyito. Pero también tuve partidos malos, y fueron muchos, eh. Recuerdo particularmente uno contra Lanús en el Cilindro. Fue un empate 1-1 un viernes por la noche. Yo erré un penal y Pepe Chatruc otro. Ese día no me salió nada.

-Te costó afianzarte al principio de tu carrera y ahora sos ídolo. ¿Ese camino te describe como futbolista?

-Puede ser. Mi carrera fue de menor a mayor. Yo no exploté como las joyas que lo hacen a los 20 años. Recién a esa edad debuté y me vendieron a los 24. Fui madurando poco a poco. Nunca bajé los brazos. Creo que llegué hasta acá gracias al trabajo diario y a la mentalidad que tengo. Por suerte la gente siempre me apoyó y me hizo sentir su cariño. Lo que pasó el otro día con Crucero del Norte fue muy emotivo, porque además del reconocimiento de la gente pude dedicarle un gol a mi mujer, que está embarazada. Fue de lo más emocionante que me tocó vivir acá. Me pasó algo similar cuando debuté contra Unión (11-12-99) o la vez que me tocó entrar a la cancha afiebrado y pude hacerle el gol del empate a Colón, en Santa Fe, en el 2001. Con ese punto nos salvamos de la Promoción.

-En el partido contra Crucero del Norte generaste una locura en la gente que te ovacionó en el minuto 22. ¿Cómo es que lograste tamaña asociación con ese número?

-La historia del 22 es bastante llamativa. Cuando firmé en el Zaragoza, los únicos números que quedaban libres eran el 2 -que es para un defensor- y el 22. Así que no me quedó otra opción que el segundo. Ese año me fue bien y me compraron. Seguí tres temporadas con el número. Después me fui al Genoa de Italia y la 22 estaba libre. También hice goles. Y cuando llegué a Inter pasó algo curioso...

-¿Estaba ocupado el 22?

-Sí, pero lo loco es que cuando me llamó Mourinho para felicitarme porque se había cerrado el pase, me preguntó: "Diego, ¿vas a querer la 22, no? Un poco como diciéndome: "Si me decís que no, te mato". Entonces, fue a buscar al tercer arquero, Pablo Orlandioni, que tenía el número, y le dijo: "Necesito pedirte un favor y me tenés que decir que sí". Así arrancó mi historia con Mou.

-¿La 22 va a seguir siendo tuya por seis meses más? ¿O estás más cerca de volver a ser niñero full time?

-Niñero ya soy, ja. Pero no quiero desviarme del objetivo. Tengo el apoyo total de mis compañeros y de la dirigencia para seguir. Aunque todavía necesito saber si tengo la energía, la fortaleza física y mental necesarias para seguir dándole cosas a Racing. Tengo que estar al 100 para continuar.

-¿No se te ocurre tirarte a chanta?

-No es mi esencia, no podría. Yo no puedo no entrenar un par de días y después pedir jugar el domingo. Me pierdo un entrenamiento y me voy llorando a mi casa. No me sale decir: "Hoy no entreno porque me duele la rodilla". Hago ejercicios diferentes. Pero entreno.

-¿No te da miedo exigirte de más y que en el retiro el cuerpo empiece a pasarte factura?

-Muchos me dicen que me cuide de los pinchazos. Yo los escucho, pero no puedo parar, no puedo. Quiero jugar todos los partidos que pueda, estar disponible para el técnico, para el grupo. Igual, lo tengo que pensar aún: estirarla por estirarla no tiene sentido.

Corre Milito para bajar las escalera del Cilindro: en la casa lo espera el almuerzo. Los periodistas miran como ese pedazo de historia reciente se aleja jovial con una camiseta en la mano. "Muchas gracias por esto", dice Milito sin girar la cabeza y levantando la mano derecha que sostiene la camiseta del 200.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Hacer gimnasia sin noticieros

Clarin.com Opinión 21/10/15

Hacer gimnasia sin noticieros

Daniel Ulanovsky Sack,

pasiones argentinas

         

Desde hace cuatro o cinco años, corro. Además de hacerlo, como muchos, las 24 horas, practico running y suelo hacerlo en las cintas de un gimnasio en la zona de Alto Palermo. Voy a media mañana: poca gente, clima agradable, se ejercita tranquilo. ¿La escenografía? Varias máquinas -también hay bicicletas fijas, escaladoras, remos- frente a seis pantallas que rotan entre algún noticiero, una película, un programa deportivo.
Suelo correr cerca de alguna que transmita un canal de noticias: de a ratos leo los títulos, de a ratos pienso en otra cosa. No es esencial, pero logro saber qué se debate. Los últimos días no lo he podido hacer y me conformé con alguna serie antigua.
No sería grave si la razón por la que dejé de verlo no lo fuera. Se trata de una decisión de la dirección de esta cadena de gimnasios, según informaron los correctos muchachos que coordinan la sala con algo de vergüenza ajena (y tienen el rol de guardianes del control remoto): “No más noticieros”. No les han dicho la razón, aunque sotto voce todos intuimos que es para dejar afuera el conflicto político mientras entrenamos.
¿Perdón?, pensé. ¿Será que los deportistas -y los que estamos allí ni siquiera somos tales, sino simples tipos preocupados por sentirse bien- no deben pensar? ¿O que cuando uno entra a un gimnasio es menos ciudadano y no puede elegir las noticias?
Vivimos en un país crispado, sí, pero si creemos que las soluciones son las del “jardín de infantes” en donde otros deciden por vos, vamos por el camino equivocado.

Daniel Ulanovsky Sack dulanovsky@clarin.com

A esos

15nov2015 v 051

jueves, 19 de noviembre de 2015

Lo que puede una sonrisa

Clarin.com Opinión 20/10/15

Lo que puede una sonrisa

Pasiones argentinas.

Silvina Schuchner sschuchner@clarin.com

Aclaro de entrada para no generar falsas expectativas: no es una teoría científica. No surgió de estudios de la Universidad de Harvard, Yale ni de la de Kamchatka. Sin embargo, uno puede hacer como los científicos y probar a ensayo y error para ver si resulta. Se le ocurrió a mi hija cuando tenía 7 u 8 años. “Mami, -me dijo- ¿sabés que si vos mirás fijo a alguien con una sonrisa, lográs que el otro sonría?” La idea me pareció divertida. No sabía si era auténticamente de ella o si la había escuchado en la televisión. Pero pensé que siempre que un bebé sonríe, por alguna extraña razón todos los que están a su alrededor sonríen. Estábamos en el auto y me tocó parar en la cabina de peaje. Era un domingo o lunes feriado a la tardecita, hacía un poco de frío, pero aún así bajé completamente la ventanilla y observé a la mujer que atendía. Tenía el ceño fruncido y, a pesar de ser joven, ya tenía marcada la arruga. No me prestó la menor atención y sólo extendió la mano para agarrar el dinero. Adentro de la cabina sonaba una música fuerte que no reconocí. Yo seguía mirándola a los ojos con una sonrisa esperando cruzar su mirada. Se demoró en darme el vuelto y cuando me lo extendió ya no pudo esquivarme más. Alzó los ojos y ocurrió el milagro: por una décima de segundo su rostro se aflojó y apareció una sonrisa. No voy a mentir con que fue amplia, más bien pareció de la Gioconda, pero a nosotras nos resultó suficiente para que quedara demostrado que si uno regala una sonrisa, recibe otra. Y en primavera no sé bien qué pasión se despierta que hace que esta teoría casera se cumpla más.

Empresarios

Empresario de aquellos!!!!

Resulta que en Amsterdam, Holanda, se realiza la convención mundial de

productores comerciales de cerveza, a la que asisten los presidentes de las

más prestigiosas compañías cerveceras del mundo.

Una vez concluida la convención, todos los presidentes deciden reunirse en

un bar para festejar el éxito del evento. Para ello, deciden

encontrarse en la confitería del hotel donde se realizó tal acontecimiento.

Ya allí, no se ponían de acuerdo en que pedir.

Para romper el hielo, el presidente de Budweiser se acerca al mozo y le

dice:

- "Mozo, una Budweiser, por favor."

Luego, llego el turno del presidente de Beck's, que dijo:

- "A mi una Beck's, si fuera tan amable."

A continuación, dijo el presidente de Guiness:

- "Me gustaría tomar una Guiness."

Y así siguieron todos los presidentes de las compañías, pidiendo la cerveza

que ellos mismos producían.

El ultimo en pedir fue el presidente de Isenbeck, que dijo:

- "Yo quisiera una Seven Up, por favor."

Sorprendidos, los demás presidentes le preguntan el porque de tan extraña

decisión, a lo que respondió:

- "Y, . .  si ustedes no van a tomar cerveza, yo tampoco . . . "

Andar por la vida en Google

pasiones argentinas,

Los algoritmos de Google son de las cosas más confiables que existen. Para el que no conoce: es una programación matemática que está detrás de todo software. En el caso de Google: el buscador, Maps, YouTube, etc. Nadie sabe bien cómo están hechos, pero nos devuelven casi a la perfección aquello que estamos buscando. Las fórmulas están guardadas bajo 300 llaves. Son como la de Coca Cola, pero de la era digital.
Los de Google son unos genios haciendo algoritmos, pero los argentinos les vamos a poner el límite. Alguien lo tenía que hacer. Resulta que en su incansable búsqueda de estar en todos lados, ahora Google se propuso hacer autos que se manejen solos. Bueno, solos no. Los manejará un muy solícito algoritmo.
Desde el 2009 que lo están programando. Para eso, ya sacaron a la calle en EE.UU. a unos cuantos de estos autos, que ya recorrieron más de 1,6 millones de kilómetros. Les fue bastante bien, aunque estuvieron involucrados en 16 accidentes, en 12 de los cuales los chocaron desde atrás. Google asegura que su auto no tuvo la culpa en ningún caso, pero reconoce que deben “humanizar” el algoritmo. Los autos de Google son demasiado “cuidadosos” y, paradójicamente, eso provoca accidentes.
Ahora están buscando patrones que los lleven a comprender no sólo las reglas de tránsito sino, también, cómo se comportan el resto de los conductores para adaptarse mejor al entorno. Imaginen a los de Google programando para las calles de Buenos Aires. Ahí te quiero ver, genio. Hasta acá llegaste.

Ricardo Braginski

rbraginski@clarin.com

Frases

Es un trabajo. No estoy para esto. Me pudrí. Y me borré también de Instagram. Es insoportable el tiempo que sin querer le dedicás. ¡ Y es tan ridículo ! Mario Pergolini tras cerrar su cuenta de Twitter

Somos aquello en lo que creemos. Wayne W. Dyer

Nuestra finalidad en la vida no es tener éxito, sino continuar fracasando con el espíritu en alto. Robert Louis Stevenson

El que niega su propia vanidad suele poseerla en forma tan brutal, que debe cerrar los ojos si no quiere despreciarse a sí mismo. NIETZSCHE, Friedrich
Si quieres conocer el valor del dinero, anda y prueba a tomarlo en préstamo. Benjamin Franklin

Devolver la vista en 5 minutos

Este doctor le devuelve la vista a los ciegos en sólo 5 minutos. Y no es un milagro

El revolucionario oftalmólogo pretende acabar con la ceguera global por sólo 25 dólares por ojo.

Por Teresa Hechem

http://www.upsocl.com/comunidad/su-jefe-lo-insulto-y-queria-despedirlo-pero-unos-clientes-dejaron-esta-nota-y-su-historia-cambio/

¿Se imaginan curar la ceguera por menos de 50 dólares en sólo cinco minutos? Aunque no lo crean es posible. Sanduk Ruit, un oftalmólogo de Nepal, está revolucionando el mundo con una novedosa técnica. El especialista ya le ha devuelto la vista a más de 100 mil nepaleses que tenían ceguera debido a las cataratas. Y se espera que su tratamiento se masifique para que todos puedan recuperar la capacidad de ver el mundo. Nicholas Kristof, columnista del The New York Times fue hasta Nepal para presenciar y comprobar esta milagrosa situación:

El oftalmólogo de Nepal Sanduk Ruit creó una revolucionaria técnica que ha sido bautizada como “Método Nepal”. Sanduk desarrolló una microcirugía para cataratas que cuesta tan sólo 25 dólares por ojo y es un proceso rápido y con efectividad muy similar a la lograda con las máquinas más modernas.

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Con la ayuda de un microscopio y un bisturí, el oftalmólogo extrae las cataratas que impiden ver e inserta un nuevo lente en el ojo del paciente.

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El columnista del The New York Times acompañó a Thuli Maya Thing, una mujer que llevaba varios años sin ver por culpa de las cataratas, para que viera al especialista. Debido a su ceguera tenía problemas para cuidar de sus hijos y no podía trabajar para mantener a su familia.

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“No puedo buscar leña o agua. No puedo cocinar los alimentos. Muchas veces me caigo y me he quemado con el fuego”.

-Thuli Maya Thing a The New York Times-

Tras una intervención de cinco minutos por ojo y un reposo de 24 horas, el oftalmólogo retiró el vendaje de esta mujer de 50 años. Tras parpadear un par de veces, Thuli empezó a sonreír.

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“Yo solía moverme arrastrándome. Ahora pude levantarme, caminar y volver a ver a mi marido y mis hijos”.

-Thuli Maya Thing a The New York Times-

Según la Organización Mundial de la Salud, hay cerca de 39 millones de personas en el mundo que son ciegas. Y alrededor de la mitad de éstas es a causa de las cataratas. Y aunque este problema se puede operar en distintas partes del mundo por un precio elevado, en países pobres es un problema relevante.

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Eran muchos los incrédulos que no creían en lo que estaba haciendo este hombre en Nepal. Y pensaban que se trataba de un truco o brujería, pero su exitosa técnica, que está reconocida por la prestigiosa revista American Journal of Ophthalmology, ya se está enseñando en las escuelas de medicina de Estados Unidos para que aumenten los facultativos que puedan realizar este método y se acabe la ceguera global.

Si se puede hacer en Nepal, se podrá llevar a cabo en todo el mundo. Es por eso que se creó un proyecto cargado de optimismo para curar a la mayor cantidad de personas.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Una señal de todo lo que vino

Clarín 20 Oct 2015

Federico Wiemeyer* *Periodista de tecnología

Para los que rondamos los cuarenta, Volver al Futuro es una película bisagra. Tan ameno hizo al cine de ciencia ficción que todavía hoy mucha gente no se percata del género al que pertenece la trilogía. Volver al Futuro es una saga de viajes en el tiempo. La hermosa cupé De Lorean es tan máquina del tiempo como la de la novela de HG Wells, sólo que mucho más sexy. Y así como otras camadas habrán soñado el futuro con Ray Bradbury, nosotros lo soñamos con “Volver al Futuro 2”.

En el 2015 de la película había autos que volaban y se impulsaban con basura reciclada, videojuegos en 3D, patinetas que flotaban sobre el piso, camperas autolimpiantes, policías robotizados y televisores que recibían órdenes de voz. Todo era perfecto. Y todo se va haciendo tan real a medida que pasan las décadas. Volver al Futuro 2 nos estaba mostrando un futuro consumista, una señal verídica de los tiempos que se avecinaban.

Todo en esa cinta está vendido (a marcas que apostaron y ganaron ¿o alguien no recuerda la marca de las zapatillas que recibe Marty McFly?). Pero aún así el guión siempre estuvo sustentado en bases reales. La escena en la que con apenas un pizarrón y una tiza explican la teoría de los universos paralelos es de una simpleza y una contundencia de divulgación inenarrables. Están hablando de física cuántica (los niños que estábamos en el cine lo sabríamos muchos años después) pero nadie tuvo que codear al de la butaca de al lado. Todos los entendimos, todos lo entienden si lo ven hoy.

En Volver al Futuro todo fluyó siempre. La ciencia y la fantasía. Yo sé muchos diálogos de memoria. Tengo réplicas en escala del De Lorean, el almanaque de resultados deportivos de Biff y un póster gigante coronando mi living de hombre adulto. La última vez que las volví a ver lo hice con mis hijos, todos en escuela primaria, que es la edad de la inocencia necesaria para que la película haga impacto. Esa vez me dediqué más a mirar a los nenes. Y los vi abrir los ojos casi tan grandes como lo había hecho yo hace 30 años. Salud, Volver al Futuro, mi generación te reverencia.

Corrupción

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Jardines

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Pasos

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martes, 17 de noviembre de 2015

Una maravilla con manija

Clarin.com Sociedad 18/10/15

Una maravilla con manija

Disparador.

Por Marcelo A. Moreno mmoreno@clarin.com

La escena ya es habitual: cuatro o cinco compañeros de trabajo, en este caso de mediana edad, que comparten su almuerzo, atentos a sus celulares. Se muestran hallazgos, encuentran cosas que los divierten, mandan y reciben mensajes y conversan sobre oportunidades de consumo que les acerca la red. En realidad, ya resulta cada vez más difícil asistir a diálogos –amistosos, laborales, amorosos– que prescindan de este bendecido talismán del siglo XXI.
Ya hay más celulares que personas en el mundo. Y funcionan progresivamente como un miembro más del cuerpo, la mayor parte del tiempo como el miembro más importante, el perfecto complemento de los ojos, los oídos y el cerebro.
La idea dominante, que prevalece hasta ahora, es que Internet es gratis, es decir, el usuario paga por el soporte digital y por la conexión que recibe en él. Lo demás, todas las intrincadas y casi infinitas tramas de la Red son de acceso libre. Eso a menos que aparezca la advertencia de que para entrar en determinada página es necesario iluminar la senda con una tarjeta de crédito.
Pero la abrumadora mayoría de los internautas –cuanto más jóvenes, más rotundos– se niegan en redondo a pagar por algo que, sostienen, con búsqueda paciente pueden alcanzar sin dañar sus bolsillos. Aunque, claro, los milagros tecnológicos, en un mundo gobernado por la lógica del rédito, difícilmente terminen costando cero. La solución encontrada para financiar ese Aleph de maravillas que es la Web pareciera ser la publicidad.
No es necesario caer en la idiotez de aquellos que sostenían que las propagandas eran la poesía del siglo XX ni en la extrema aspereza del norteamericano Raymond Chandler que opinaba que la publicidad “es un negocio al lado del cual la prostitución o el tráfico de drogas me parecen respetables”. Se puede ser más neutral, aunque es cierto que la propagación de avisos en Internet, más que molesta, ya resulta peligrosamente invasiva.
Cualquiera puede ver y escuchar –de rodillas sería lo más conveniente– el concierto brindado por María Callas en el Covent Garden de Londres en 1962, sólo que antes, casi a modo de introducción, se verá obligado a oír las promesas rimbombantes del ex motonauta Scioli.
También se puede ver y escuchar en YouTube a la notabilísima mezzosoprano Cecilia Bártoli interpretando obras barrocas compuestas para ser cantadas por los tristes “castrati” aunque, para mal de todos, al principio ¡y entre pieza y pieza!, nos deberemos enterar involuntariamente sobre las presuntas virtudes de determinado yogurt, de lo fenómeno que limpia la ropa el jabón cadorna o, ¡cuando no en estos tiempos!, la oferta electoral que algún candidato pronuncia con voz discorde.
Y por ahí es cuando uno puede tomar consciencia de que los señores del negocio al fin le han encontrado la manija a la pelota.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Ver detrás de los anteojos

Clarín

16 Nov 2015

Hernán Firpo

hfirpo@clarin.com

El look de alguna gente. La mujer que viene vestida con esas babuchas inventadas para que dejemos de cosificar. La mujer en babuchas con la que jugás a conocerle todos los gustos. Ashtanga Yoga. Un poco de Dalai Lama. Pelis de Ana Katz. Ahora, la cara del hombre con tendencia en el pelo y raya al costado marcada como la del culo. El mismo que rogaría una miopía, absorto en su renovado talante de anteojos de pasta. Lentes: el lifting de los tímidos. ¡Qué buen tema los anteojos!

El jefe de marketing de la campaña anteojuda deber ser el mismo que, dos, tres décadas atrás supo afectarnos con la sanidad del agua mineral. Agua, mucha agua. La sed infinita. Dos litros diarios para que el cuerpo elimine toxinas (cómo si supiéramos describir una toxina). Eso no pasaba ayer nomás, cuando enfriábamos el agua de la canilla en la heladera. Un pibe que escucha esto sospecha que uno refiere anécdotas del Virreinato. ¡No, ne- ne! Millones de niños nacidos y crecidos con H2O de Obras Sanitarias de la Nación versus fecundaciones recientes y aventajadas al calor del dispenser. El Durán Barba del agua y los anteojos enterró la fabricación de lentes de contacto. ¿Se acuerdan de las chicas que se convertían en novias y un día te decían que tenían que decirnos algo: que sus ojos verdes en realidad eran negros? Hermosos, pero negros. Y vos que fanfarroneabas con la morocha de ojos verdes. Anteojos: la prótesis de la mirada. Un par de anteojos reglamentarios que hagan juego con la lejanía de las relaciones antes conocidas como humanas.

La Paternal y el tren de los inmigrantes

Secreta Buenos Aires

Las vías del barrio abrigaron el desarrollo de muchas familias judías. También de nombres del tango y el rock. Y de Cortázar.

La estación. El nombre de esta parada del San Martín se debió a una compañía de seguros que loteó el barrio y construyó casas para los obreros en "la chacrita de los colegiales".

La estación. El nombre de esta parada del San Martín se debió a una compañía de seguros que loteó el barrio y construyó casas para los obreros en "la chacrita de los colegiales".

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En tiempos de la colonia, eran tierras que integraban la conocida "chacrita o chacarita de los colegiales", que manejaban los jesuitas. Y en la actual avenida Warnes pasaban carretas que unían Buenos Aires con Luján. En 1767, cuando el rey Carlos III dio la orden que expulsaba a esos religiosos de todos los dominios de su imperio, aquellos terrenos fueron confiscados por el Estado. Después, hacia 1827, surgió la idea de crear un pueblo llamado Chorroarín y se instalaron colonos alemanes. Aquel proyecto no prosperó y más tarde aparecieron agricultores que llegaban desde las islas Canarias. Pero el nombre que le dio identidad y lo convirtió en uno de los 48 barrios oficiales de la Ciudad surgió cuando una sociedad de seguros, que tenía terrenos en la zona, pidió modificar el nombre de la estación del tren.

Eso ocurrió en julio de 1904. Entonces, la vieja estación del ferrocarril Buenos Aires al Pacífico que se había inaugurado en 1887, cambió la denominación Chacarita por La Paternal, aquella compañía de seguros que loteaba el lugar y construía casas para los obreros. Algunos dicen que existió una pulpería que identificaba a la zona con ese nombre, pero la primera versión es la más firme. El hecho es que La Paternal no integra circuitos turísticos como otros barrios porteños, pero tiene tanto pasado y personalidades de la cultura popular como el que más. Entre los que vivieron allí se destacan los bandoneonistas Osvaldo Fresedo y Osvaldo Piro; el actor y director de teatro Onofre Lovero; el escritor y periodista Israel Zeitlin (conocido por el seudónimo de César Tiempo y también por el polémico Clara Beter) y Norberto "Pappo" Napolitano, músico de rock y blues en la Argentina.

La presencia del tren fue clave para el barrio: en su escudo esa imagen es figura central. Y el desarrollo del servicio generó que muchas fábricas (sobre todo textiles y carpinterías) se instalaran en la zona, lo que originó también la radicación de muchos inmigrantes del Este de Europa que habían huido de los pogroms. Así, La Paternal y el vecino Villa Crespo se convirtieron en refugio para muchas familias judías. Quizás el máximo símbolo de esa comunidad sea la Asociación Cultural y Deportiva Sholem Aleijem. Creada en 1923 con el nombre de Biblioteca Af Vaiter ( Hacia el futuro, en idish), aún tiene su sede en Maturín al 2400. En 1942 cambió su nombre en homenaje al escritor Jakov Rabinovitsh, quien escribía en idish con el seudónimo de Sholem Aleijem. Muchos de sus personajes originaron la obra

El violinista en el tejado.

Otro símbolo del barrio es el puente de avenida San Martín que arranca en el cruce con Punta Arenas y termina en avenida Chorroarín. Tiene casi 30 metros de ancho, con seis carriles para vehículos (tres para cada mano) y veredas a cada lado. Se empezó a construir en 1906, pero cuestiones económicas ligadas a la Primera Guerra Mundial postergaron su inauguración hasta 1923. En su origen, el tramo central era de hierro y hasta tenía una parada para los tranvías. Pero el deterioro hizo que se lo reemplazara con una losa de hormigón pretensado. Debajo de la rampa principal tiene un "paso vehicular", junto a las vías. Desde 1994 se lo conoce como Puente Julio Cortázar, porque el escritor lo mencionó en su obra y vivió cerca de allí.

La Paternal es un barrio con historia y sitios emblemáticos que lo identifican: la Asociación Atlética Argentinos Juniors (fundada en Villa Crespo pero símbolo del lugar); el viejo Bar Tarzán (estaba en Añasco y Trelles y lo conocían como La Tierrita) o la antigua Compañía Argentina del Caucho, una fábrica que estaba en la calle Morlote y que, entre otros derivados, hacía populares bolsas para agua caliente y clásicas galochas. También existió un lugar clave del tango que refugió a grandes artistas como Roberto Goyeneche, Nelly Omar, Alberto Morán o Héctor Mauré. Era El Rincón de los Artistas y estaba en Alvarez Jonte y Boyacá. Pero esa es otra historia.